Mientras Uribe tiene mucho que ganar con lo de Márquez, Duque tiene mucho que perder
Justo en el momento en que Álvaro Uribe atraviesa su punto más bajo de popularidad y que está ad portas de rendir cuentas ante la Corte Suprema, el anuncio de Iván Márquez de revivir a las Farc es un gran papayazo. Iván Duque, en cambio, tiene mucho que perder, comenzando por su alineación con el Ex presidente.
El anuncio de Márquez refuerza el caballito de batalla y principal bandera política de Uribe, que es la lucha contra las Farc, cuando arrancan unas elecciones sin grandes opciones de aumentar el poder regional de su partido, el Centro Democrático; cuando debe enfrentar un proceso judicial; y cuando sufre un bajón histórico en su popularidad.
Como contó La Silla, para las próximas elecciones regionales, el Centro Democrático ha tenido que aliarse en varios departamentos con políticos de maquinaria que apoyaron el Sí del Plebiscito en vez de ir con candidatos propios luego de que en las elecciones del 2015 de las 15 gobernaciones a las que lanzaron candidato uribista solo ganaron dos.
Uribe ya había dicho que la estrategia para las candidaturas a alcaldías y gobernaciones era repetir la fórmula ganadora del ‘No’: unificar conceptos, tener pocos puntos y repetirlos “por todo el mundo”.
Uno de los pilares fundamentales de esa estrategia era criticar la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), a la que se ha opuesto desde que se conoció el acuerdo sobre este punto en La Habana.
Hasta ahora, el Centro Democrático lo había intentado promoviendo las objeciones presidenciales a este mecanismo transicional y apoyando el referendo del periodista Herbin Hoyos que propone, entre otras cosas, eliminar la JEP.
En esa estrategia, el anuncio de Márquez le cae al Partido como anillo al dedo.
Minutos después de que se conociera el video y durante toda la mañana, el senador Uribe aprovechó para promover en Twitter la modificación de los Acuerdos de Paz que viene defendiendo desde la campaña del No:
Álvaro Uribe Vélez✔@AlvaroUribeVel
Ya indultaron a Timochenko y a otros responsables de delitos atroces, que los dejen indultados pero que el Acuerdo se baje de la Constitución y se reforme.
Farc sigue. Para que se salieran unos se hizo grave daño institucional.
Para apoyar a los de base no se necesitan acuerdos
Y los miembros de su partido, como suelen hacerlo, le siguieron la línea en entrevistas radiales:
“Sí vale la pena reflexionar qué va a pasar con una justicia (la JEP) que simplemente está diseñada para proteger a los cabecillas y que permite su libertad”, expresó la senadora Paloma Valencia en una entrevista con Caracol Radio.
Fuera de meterle turbo a su narrativa más fuerte contra el Acuerdo de Paz como discurso de campaña, el surgimiento de la nueva disidencia de Márquez y Santrich, justo en este momento, también ayuda a quitarle atención mediática a la indagatoria que tiene Uribe en la Corte Suprema de Justicia por los delitos de soborno y fraude procesal, el próximo 8 de octubre.
El llamado a indagatoria coincide con el momento más bajo de popularidad que ha tenido Álvaro Uribe en los más de 20 años que la empresa encuestadora Gallup Poll lo lleva midiendo. El mismo día que el ex negociador de las Farc anunció su regreso a la guerra, la encuesta reveló que Uribe tiene una imagen desfavorable del 61%.
El Expresidente viene cayendo en estas mediciones trimestrales desde hace un año. Ha caído siete puntos desde diciembre de 2018 y casi diez desde que Santos terminó su gobierno.
Esto se explica, en parte, porque desde la finalización del Acuerdo de Paz, Uribe perdió uno de los extremos con los que se disputaba en la política polarizada. De hecho, la imagen negativa y positiva del senador se igualaron justo después de la firma en el Teatro Colón en Bogotá.
Pero ahora esta tendencia podría reversar si la nueva disidencia comienza a hacer acciones terroristas, ya que parte de los guerrilleros se alzan en armas otra vez y muchos colombianos le atribuyen a Uribe los grandes golpes militares contra las Farc.
Su voz sería muy escuchada y su imagen podría beneficiarse otra vez de cuenta de los grupos armados.
Del otro lado de la pita: el nudo gordiano
Pero mientras la bancada de Uribe le puede sacar todo el provecho político a la aparición del nuevo grupo, uno de sus mayores representantes, el presidente Duque, queda entre la espada y la pared.
Primero, porque aunque Uribe y el Centro Democrático han tenido la habilidad para enmarcar el surgimiento de la nueva banda criminal como un problema judicial asociado a la JEP, su aparición evidencia un problema de control territorial, cuya responsabilidad es exclusiva del gobierno y las Fuerzas Militares.
Máxime cuando, por ejemplo, ‘El Paisa’, tenía desde hacía cuatro meses una orden de captura emitida por la JEP, una oferta de recompensa de 3.000 millones, y la promesa del presidente Duque de perseguirlo.
Segundo, porque las disidencias a cargo de Márquez dijeron que no harán una típica guerra de guerrillas en el campo como la que hacía las Farc sino que se enfilarían en contra de la “oligarquía” y de las empresas privadas.
“Priorizaremos el diálogo con empresarios, ganaderos, comerciantes y la gente pudiente del país, para buscar por esa vía su contribución al progreso de las comunidades rurales y urbanas”, fue la frase que leyó Márquez. Traducción: los extorsionarán como lo hacían en el pasado.
Si este grupo cumple su amenaza, afectará a uno de los sectores que más ha privilegiado el gobierno de Duque y de cuyo crecimiento depende para financiar el déficit de 8 billones de pesos.
Aunque como contó La Silla las empresas siguen pagando ‘vacunas’ a las disidencias en muchas regiones y por eso creen que una disidencia más no afectará su situación, son conscientes de que hay que evitar que los desmovilizados que todavía le apuestan al Acuerdo de Paz terminen engrosando las filas de Márquez. De ahí el apoyo que manifestaron a la implementación.
Y es justo en este punto donde el presidente Duque tiene más que perder.
El regreso de mandos medios de las Farc y de líderes como ‘Márquez’, ‘Romaña’ y ‘El Paisa’ a las armas le plantea al Presidente una disyuntiva: jugársela a fondo por la implementación del Acuerdo de Paz, en el discurso y en la práctica, podría ayudar a que los desmovilizados sigan en la legalidad y le quitaría oxígeno al discurso del incumplimiento que es el fundamento que esgrimió Márquez para retomar las armas.
Pero hacerlo, lo alejaría del discurso anti-Acuerdo que ha reforzado su mentor Uribe desde que se conoció el video en la madrugada del pasado 29 de agosto y que puede capitalizar políticamente el Centro Democrático en las próximas elecciones. Además, antes del anuncio de Márquez, Duque ya estaba promoviendo cambios en el Acuerdo para que los responsables de los crímenes más graves paguen cárcel, como lo contó Caracol Noticias.
Sin embargo, el presidente no mencionó esto después del video de la nueva disidencia y, en cambio, ya se comienzan a ver las diferencias con su padrino político: mientras el Gobierno salió el mismo día del vídeo a diferenciar a ‘Timochenko’ y los que están en la legalidad de los que retomaron las armas, Uribe y su grupo lo han interpretado como una evidencia del fracaso del Acuerdo de Paz como un todo y como una razón más para modificarlo, sacarlo de la Constitución y no cumplirlo.
Incluso, el senador comenzó a criticar el dinero que el Estado le da a los desmovilizados de las Farc en vez de gastarlos en carreteras o en personas de la tercera edad, mientras el gobierno ya les extendió el dinero hasta diciembre.
Para un presidente con tan baja popularidad, escasa experiencia y sin una coalición fuerte en el Congreso, contar con el respaldo de un padrino político tan poderoso como Uribe y de su propio partido es muy importante. Pero mantener esa alineación frente a este tema en la actual coyuntura puede arruinar su promesa de ayudarle al país a “pasar la página de la polarización y los agravios” para poderse concentrar en otros temas más naranjas.