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Miguel Cabrera, arriba, donde pertenece

“El béisbol no es vida. Es una ficción, una metáfora. Y un jugador de béisbol es un hombre que acepta defender esa metáfora como si hubiera vidas en juego.”

David James Duncan, novelista.

 

La frase de Duncan fue escrita para esos peloteros que desde que el béisbol existe, han sido la traducción exacta de lo que es “dejar la vida en un campo”. Comenzaron desde niños y después no quisieron hacer otra cosa.

La retórica del béisbol se escribe con números.

Esta semana, Miguel Cabrera dejó atrás a Omar Vizquel en la lista de los venezolanos con más hits en el béisbol de Grandes Ligas, hecho que habría sucedido antes, si el maracayero no hubiese perdido tantos juegos por lesiones.  En las temporadas entre 2017 y 2019, Cabrera estuvo en 304 desafíos y la de 2020 fue una campaña reducida, por causa de la pandemia de la covid-19. Habría podido alcanzar la meta de los 500 jonrones y los 3 mil hits, de haber estado sano las 19 zafras que acumula en las Mayores, por eso alcanzar esos números es tan difícil, aún para un súper pelotero como Miguel Cabrera. La longevidad es un atributo imprescindible para llegar a esas cifras.

La virtud de Omar Vizquel para dejar su cuenta de inatrapables en 2.877 fue mantenerse sano, en forma y ágil, durante prácticamente las 24 campañas que estuvo en la Gran Carpa, gracias a sus habilidades defensivas y a que, sin duda, también era capaz de aportar con el bate. Hay episodios donde fue noticia por sus batazos, como la tarde del 31 de agosto de 2004, cuando se fue 6-6 en el Yankee Stadium, recordado como “La casa que construyó Babe Ruth”. Fue el único bateador que lo hizo en el ya demolido parque.

A Omar Vizquel le tocó otro béisbol. En este tiempo, es casi impensable que un jugador pueda extender su carrera 24 temporadas y retirarse a los 45 años de edad.

Miguel Cabrera alcanzó y superó a Vizquel, como tenía que ser. Estamos hablando del mejor bateador venezolano, cierto, aunque Miguel Cabrera es eso y más: es uno de los mejores bateadores de su tiempo en las Grandes Ligas y es uno de los mejores de toda la historia de este juego. Vale decir también, para agregar color a estas líneas, que Miguel Cabrera tuvo un afiche con una fotografía de Omar Vizquel en una pared de su casa, cuando soñaba con ser como él. La longevidad de Vizquel y la juventud con la que llegó Miguel Cabrera al béisbol mayor les permitió coincidir. Vizquel estuvo activo 10 temporadas desde la llegada de Cabrera.

Una de las mejores consecuencias del ascenso de Miguel en la tabla de los bateadores más prolíficos en hits en el béisbol de las Grandes Ligas, es que nos obliga a indagar en quiénes fueron esas estrellas, que vuelven a brillar cuando él los iguala o los desplaza.

Después de dejar atrás a Omar Vizquel, Miguel dio alcance a Frankie Frisch, un jugador nacido en el Bronx, Nueva York, el 9 de septiembre de 1897, en un hogar próspero. Su padre  estaba dedicado al negocio textil, propietario de una fábrica de lino de encaje.

Frankie Frisch debutó en 1919 y se retiró en 1937. De por vida dejó un promedio de .316. Fue un bateador de contacto que también destacaba como segunda base.

En la semblanza que publica el Salón de la Fama de Cooperstown, se destaca esta opinión del periodista Damon Runyon, para tener una mejor idea de sus características: “Su rango era tal, que jugaba en la segunda base, parte del jardín central y también una porción del jardín derecho».

Fue conocido como “Fordham Flash”, debido a la fama de súper atleta que dejó en la Universidad de Fordham, donde destacó en el béisbol, baloncesto, fútbol americano y atletismo. Era su notable velocidad lo que le valió ese apodo de «Destello”, en sus días de estudiante de química pura. Al terminar sus compromisos académicos, optó por convertirse en jugador profesional con los Gigantes de Nueva York, en 1919.

Según la investigación de Fred Stein, “Frisch trabajó con los Gigantes en la primavera de 1919 y  se unió al club después de su graduación universitaria, en junio. El manager John McGraw quería enviarlo a las ligas menores, pero Frisch lo convenció para que lo llevara al equipo grande, contándole de la presión de su padre para que se uniera a la empresa familiar si no iba a jugar. Así que McGraw trabajó intensamente con el agresivo Frisch, en todos los aspectos de su juego. Era un bateador ambidiestro, bateaba con las manos cruzadas desde el lado derecho; es decir, cuando golpeaba con la mano derecha, mantenía su mano izquierda por encima de la otra. McGraw trabajó con él todas las mañas, enseñándole técnicas de fildeo y deslizamiento, y cómo sostener el bate correctamente.”

Sus características tan particulares, entre las que destacaban su rapidez y su actitud, fueron valoradas de inmediato por McGraw.

Debutó el 14 de junio de 1919 en Pittsburgh, y fue ponchado en su primera vez al bate. En septiembre, según cuenta Stein: “En un juego crucial, un batazo fuerte dio un mal rebote que dio en el pecho de Frisch. El novato de 5 pies 9 pulgadas de estatura y 175 libras de peso, persiguió la pelota y puso out al corredor. Dijo un impactado McGraw: “Eso era todo lo que tenía que ver. Un joven promedio, nervioso en su primer juego en una situación de banderín como esa, habría perdido la pelota. Frisch demostró  que va a ser un gran pelotero”.

Su primera gran temporada fue la de 1921. Bateó 211 hits, dejó promedio de .341 y robó 49 bases, para ser el líder de la Liga Nacional. Pieza clave de los Gigantes de McGraw, ese año, en el que ganaron el primero de 4 campeonatos consecutivos de la Liga Nacional.

Finalizada la temporada de 1926, Frisch y el lanzador Jimmy Ring, fueron cambiados a los Cardenales de San Luis por el estelar  Rogers Hornsby .

En la semblanza que publica la biblioteca del Museo y Salón de la Fama de Cooperstown, después de una derrota en agosto de 1926, Frisch no atendió una seña, lo que le costó una carrera a los Gigantes. McGraw había reprendido en voz alta a Frisch frente al equipo y este respondió abandonándolos, para irse a su casa en la ciudad de Nueva York. Eventualmente regresaría a los Gigantes, pero la relación con McGraw, nunca fue la misma.

La llegada Frisch a los Cardenales era un reto empinado: llegó por el adorado Rogers Hornsby.

Tuvo una temporada de .337 de promedio,  fue líder estafador con 48 bases, y además estableció récord de las Grandes Ligas para un segunda base, con 641 asistencias. Frisch fue fundamental para ganar el banderín, esa y las próximas cuatro temporadas. Fue votado como el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1931, cuando los Cardenales ganaron el campeonato de la Nacional y luego derrotaron a los favoritos Atléticos de Filadelfia, en la Serie Mundial.

Terminó con promedio de .316, 2.880 hits, 1532 carreras anotadas, y 1.244 carreras impulsadas, y 419 bases bases robadas. Es importante el dato que da cuenta de que la cantidad de hits que conectó, se mantuvo como el récord para los bateadores ambidiestros, hasta que Pete Rose lo rompió en 1977.

Al día siguiente a su muerte, el 13 de marzo de 1973, el diario New York Times publicó una fantástica semblanza, y de ahí sacamos este fragmento: “Frankie Frisch de alguna manera se convirtió en un hombre apacible, afable y tranquilo fuera del campo, un hombre al que le gustaba sentarse en su jardín a contemplar sus flores, magnolias, arces y azaleas. Tenía una gran colección de discos y prefería especialmente la música de Arthur Schnabel, el pianista. También le gustaba sentarse en un banco de su jardín y mirar a un par de cardenales, a los que llamó «Musial» y «Masacre”.

El próximo jugador que alcanzará Miguel, es otro inmortal, otro olvidado miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, que bien vale el tiempo para traerlo de vuelta, desde la historia que dejó escrita en el béisbol de hace más de 100 años: Zack Wheat,  a quien Casey Stengel describió así: “Uno de los tipos más grandiosos que jamás haya usado un uniforme de béisbol, uno de los mejores maestros de bateo que he visto, uno de los mejores amigos que haya tenido un hombre y uno de los hombres más amables que Dios haya creado”.

Se llamaba Zachariah Davis Wheat, nació el 23 de mayo de 1888, en la granja de su familia cerca de Hamilton, Missouri, a 70 millas al noreste de Kansas City.

Explica el escritor Erick Enders, en el ensayo publicado por la Sociedad Americana de Investigación del Béisbol: “Missouri todavía era una frontera salvaje en ese entonces; apenas 6 años antes, Jesse James había sido asesinado por un miembro de su propia pandilla en la cercana St. Joseph. Zack era el mayor de 3 hermanos, los 3 se dedicaron al béisbol. El hermano del medio, Mack, pasó 5 años como compañero de equipo de Zack en Brooklyn, mientras que el hermano menor, Basil, fue jardinero y receptor por mucho tiempo en las menores. Su padre, Basil Sr., era descendiente de Moses Wheat, un puritano que huyó de Inglaterra y fundó Concord, Massachusetts, en 1635, y se decía que su madre era una mujer de la tribu Cherokee. Zack se mostraba reacio a hablar sobre su origen nativo americano, pero su herencia era bien conocida en los círculos del béisbol. En una época que también produjo a Jim Thorpe y al Chief Bender, algunos pensaban que la sangre india de Wheat era la razón principal de su excelencia. ‘Los músculos ágiles, los movimientos de pantera del indio, son suyos por derecho divino’, escribió Baseball Magazine en 1917”.

Más adelante, Enders se refiere a la llegada de Wheat a los Brooklyn Superbas, que más tarde se llamaron Dodgers: “Siguiendo el consejo del scout Larry Sutton, Brooklyn compró el contrato de Wheat a Mobile por $1.200 el 29 de agosto de 1909. Ese septiembre Zack bateó .304 en 26 juegos para los Superbas. “Es indio, pero difícilmente lo adivinarías, excepto por su tez oscura”, se escribió en un periódico poco después de la llegada de Zack a Brooklyn. «Es un tipo muy bueno y un caballero tranquilo y refinado».

Con 5 pies 10 pulgadas y 170 libras, Wheat podía batear a la zurda y lanzar con la derecha. El jardinero superó los .300 de promedio en 13 temporadas completas, fue líder de la Liga Nacional en bateo en 1918 y terminó con un promedio de .317  de por vida.

Jugó con Brooklyn desde 1909 hasta la temporada de 1926, y su último año estuvo con los Atléticos de Filadelfia.

Zack Wheat sigue siendo el líder de la franquicia de los Dodgers de todos los tiempos, en hits, dobles, triples, carreras impulsadas y bases totales. Sus números definitivos: 2.884 hits, 476 dobles, 1.289 carreras anotadas y 1.248 carreras impulsadas.

Cuentan las crónicas de la época, que su maestría para batear envíos en curva hizo que Joe McGraw le prohibiera a sus lanzadores lanzarle curvas.

En ese extenso artículo, Anders cuenta que: “En 1912, Wheat recomendó que Brooklyn contratara a un viejo amigo suyo de Kansas City, un ex compañero de equipo del baloncesto juvenil que se mostraba prometedor como jardinero, en  ligas menores. Los Superbas estuvieron de acuerdo, y Wheat y su amigo de la infancia, Charles Dillon Stengel, más conocido como “Casey”, jugaron juntos en los jardines de Brooklyn durante 7 temporadas. Más tarde, Stengel le dio a Wheat gran parte del crédito de su éxito en el béisbol. «Nunca supe que se negara a ayudar a otro jugador, fuera un Dodger o incluso un Gigante. Nunca vi a Wheat realmente enojado, y nunca lo escuché usar malas palabras».

En 1957, Wheat fue postulado en el Salón de la Fama por el Comité de Veteranos, pero había un problema: no era elegible porque tenía menos tiempo retirado que los 30 años requeridos en ese entonces. El comité rectificó en su próxima reunión en 1959 y lo eligió por unanimidad: «Eso me hace sentir muy orgulloso», dijo Wheat, de 70 años. «Yo también me siento un poco más joven».

Wheat falleció el 11 de marzo de 1972 en un hospital en Sedalia,  en su natal Missouri.

Los invito a conocer mejor a Frankie Frisch y a Zach Wheat en los trabajos mencionados aquí. Dense el gusto.

Miguel Cabrera no necesita un hit más para tener una placa en Cooperstown. Debería entrar en su primera aparición en la boleta, cuando cumpla 5 años de su retiro.

Miguel Cabrera está al nivel de las grandes leyendas de la historia. Arriba, en el firmamento de estrellas al cual pertenece.

 

Miguel Cabrera, arriba, donde pertenece – Prodavinci

 

 

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