Milagros Socorro: Un hipócrita en bicicleta
El campeón en esgrima venezolano Ruben Limardo: La balada de un encubridor
Es repartidor en las calles de una ciudad europea? Okey. Sí. Muchísimos lo son. En Madrid son parte del paisaje, lo mismo que en Buenos Aires, Bogotá, Ciudad de México o Miami. La gran diferencia es que los venezolanos profesionales universitarios y, en general, jóvenes con carreras que se han visto obligados a desviarse de su ruta vital para desempeñar un oficio muy digno, muy respetable, lo que quieras, pero distinto a lo que escogieron y para lo que se formaron, no andan haciendo de ello una épica. Ni, desde luego, tienen la preeminencia de Rubén Limardo, esgrimista, ganador de la segunda presea olímpica de oro en la historia de Venezuela.
Descendió del podio y ahora recorre en bicicleta las calles de la ciudad polaca de Lodz, donde se desempeña como repartidor de Uber Eats. Pero Rubén Limardo Gascón (Ciudad Bolívar, 1985) empezó a entrenarse desde los siete años en esgrima, deporte que nunca abandonó y que puso su nombre entre los grandes de Venezuela y, además, en 2016 se convirtió en diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Ser atleta de alta competencia y legislador en representación del estado Bolívar, del arrasado y sufrido estado Bolívar, son actividades que requieren dedicación exclusiva: Todo el tiempo y la energía de una persona.
Ni a una sesión
Si Limardo, medallista y parlamentario, está repartiendo comida es porque algo torció su destino, porque ni está en edad para haberse retirado de la esgrima (deporte que admite categoría máster) ni su periodo como congresista ha terminado. Limardo anda sonando el timbre del manillar mientras esquiva los gélidos charcos de Polonia porque el régimen que oprime a su país lo ha despojado de los recursos que le corresponden a un atleta de su rango. Y anda fugitivo de su curul porque se metió en eso no porque le interesara sino porque cedió a las presiones del chavismo, necesitado de caras frescas y figuras que no tuviera la mancha de la corrupción y el tufo a narco. Pero, en vez de denunciar lo uno y admitir de manera gallarda lo otro, (sobre todo, ante sus electores bolivarenses, que bastante que necesitan un poco de empatía y compromiso), Limardo opta por poner su foto en Twitter con el siguiente mensaje: “Si estás en Lodz – Polonia y pides @UberEats, es posible que tu comida la entregue un campeón que decidió no rendirse jamás”.
Generación de Uber
Antes de ser diputado, había sido imagen de la propaganda del régimen, aquella que aludía a su cuadra de deportistas y jóvenes chavistas como “generación de oro”, mientras condenaba a sus coetáneos a ser la generación del hambre, la generación de los caminantes, que huyen de Venezuela a pie, cruzando fronteras erizadas de peligros, la mayoría encarnados en las bandas delictivas afectas a la tiranía. Esto lo hizo después de que en 2012, de vuelta de su triunfal Londres, aceptara una condecoración de Chávez y escribiera en Twitter: “No quiero que me vinculen con la política, porque yo soy un deportista y es de lo que sé”.
Sin embargo, el 3 de agosto de 2015, Maduro anunció que el esgrimista estaba entre los candidatos del Gran Polo Patriótico por el estado Bolívar para las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015. Llegó a la Asamblea Nacional (como suplente de Héctor Rodríguez) y asistió… a la juramentación. Nunca más fue. Se rindió, digamos. Y cuando Rodríguez se desincorporó para ir a la Gobernación de Miranda, la curul quedó vacía: Los electores fueron estafados
Cuatro años más tarde, en ocasión de los Panamericanos Lima 2019, ya diputado camisa roja, (de los no despojados de salario, ni allanado a medianoche en los hoteles donde se alojaban los parlamentarios de oposición, ni bajado de un avión porque a los apátridas no les salía un asiento en aviones del Estado), dio unas declaraciones para denunciar el pésimo estado en que se encuentra el deporte nacional. Y en septiembre de ese mismo años dijo: “Yo oigo mucho hablar de Venezuela potencia, pero mi hermano Francisco, medallista panamericano, sale corriendo del entrenamiento a trabajar como DJ, otros del equipo trabajan como mesoneros. Mientras tanto, países como Brasil mandan atletas a foguearse en Europa”.
En esa ocasión, cuando los periodistas le dijeron: Bueno, pero usted es político, y de los que tienen a los deportistas saliendo como flechas de los entrenamientos para atender mesas como mesoneros, Limardo les respondió que su incursión en un cargo público había sido la “de un muchacho que quizá no sabía lo que estaba haciendo”. ¡Un muchacho!, ¡que no sabía lo que hacía! ¡a los 30 años! Antonio José de Sucre fue el estratega de la Batalla de Ayacucho y barrió el Virreinato del Perú en 1824, cuando tenía 29 años.
Salir corriendo
¡En septiembre! Y mes y medio más tarde, se toma una foto al lado de la bicicleta, la pone en Twitter y se refiere a sí mismo como “un campeón que decidió no rendirse jamás”. El que, siendo diputado de Bolívar y habiéndose contagiado allí de malaria, no dice una palabra del ecocidio al que sus compañeros del PSUV han condenado a Bolívar, ni de las enfermedades ya erradicadas por la democracia que han vuelto a cebarse con sus comprovincianos, ni del calamitoso estado del sistema de salud (él se repuso en un hospital en Varsovia).
¿Que no se rinde?, el medallista que renuncia a su entrenamiento porque, según dice en el mismo hilo de Twitter, tiene “un segundo trabajo” para ganarse la vida. Y ni una palabra para los jóvenes deportistas venezolanos que no tienen ninguna opción, que carecen de entrenadores, de polideportivos, de uniformes, de material deportivo, de becas,… en suma, que jamás caminarán hacia un podio porque el mamut que usurpa el poder les cierra el paso y los cubre con las tinieblas de su sombra ominosa. Callar esa realidad, ¿no es rendirse? Hacerse cómplice de todo lo que sabe, ¿no es rendirse? Naturalizar el hecho de que un deportista no pueda dedicarse a su disciplina porque tiene que arañar su mantenencia, ¿no es rendirse?
Pero lo peor, hacer la narrativa de la diáspora que se rebusca en una bicicleta, -en vez de estar en Venezuela haciendo país, labrando futuro, como una homérica-, algo chévere, ¿eso no es claudicar y adulterar la realidad?
Al final, ya en un remate que revela la sensación de fracaso que en tuits anteriores disimulaba con el tono del fajao, suelta: ¡Ajustarse a los cambios es, definitivamente, un trabajo para valientes”. Solo que Limardo el que hizo sonar el Gloria al bravo pueblo en la pedana de Inglaterra 2012, no se ha ajustado a “los cambios”, fue parte de la jauría que los provocó. Esos cambios hacia el horror que empujó a su generación a las bicicletas de la desesperanza. El suyo dista mucho de ser un trabajo de valientes. Es la pirueta del cómplice, del que optó por taparse la boca y atribuirse en Twitter una epopeya que en realidad es la balada del encubridor. Del cobarde.