Miramundo: Estúpido eco-tremendismo
No es casual que mientras comienza en El Cairo el rito de la conferencia anual sobre el ambiente – cada vez más ayuno de resultados concretos- se expanda por el mundo un ridículo tsunami de nihilismo que según sus activistas persigue, paradójicamente, estimular más seriedad con la causa de un planeta que sigue, como cantaba Gardel, cuesta abajo en su rodada…
En el palacio Bonaparte de Roma, un óleo vibrante de Van Gogh, por fortuna protegido con un vidrio, fue rociado con minestrone por cuatro militantes del grupo Ultima Generazione que, acto seguido y según es ya rutinario, se soldaron con pegamento al muro de la galería, para prevenir un futuro tan agobiado por el hambre donde no habría espacio para los amantes del arte.
Un gesto, dicen, con fundamento científico que no podría asimilarse a simple vandalismo, a continuarse hasta que los gobiernos escuchen las demandas para sustituir los combustibles fósiles por otros menos dañinos para los ecosistemas.
Espléndidos girasoles del genio holandés habían sido ya atacados en la Galería Nacional de Londres, igual que la icónica Muchacha de la Perla, de Vermeer, en La Haya y una pintura de Monet, victimizada por activistas alemanes en el parisino Museo d´Orsay .
E igual ocurrió con un lienzo del pintor escocés Horatio McCulloch en la galería Kelvingrove de Glasgow, por gentes del movimiento Just Stop Oil que rociaron también con pintura anaranjada las fachadas del Ministerio del Interior, del MI5, el Banco de Inglaterra y la sede del grupo de prensa News Corps en la capital británica.
Mientras tanto, inocentes de la menor responsabilidad por el desmadre actual, dinosaurios del Museo de Historia Natural de Berlín se vieron engalanados con la banderola de otra secta protestataria, para impedir que las actuales generaciones corran su misma suerte hace 60 millones de años, impotentes ante los cambios climáticos extremos; el pegamento funcionaba nuevamente contra los carros deportivos en el salón mundial del automóvil de París y seguía desparramándose.
En Australia, con una pareja de Extinction Rebellion que se adhirió a un cuadro de Picasso que denuncia la guerra de Corea, en la Galería Nacional de Melbourne; en Florencia sobre la primorosa Primavera de Botticelli; otra vez en Londres, en una copia de la Santa Cena de Leonardo y en El Vaticano en la estatua de Laocoonte y sus hijos, bastante mortificados ya con el ataque de las serpientes.