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Miyares: Una Bitácora cubana (CXIX)

Fidel Castro: cuando el revolucionario cubano caía bien en Washington

1 -El sistema totalitario cubano es enemigo mortal de Estados Unidos

Es ya un hecho por desgracia histórico que la izquierda mundial, especialmente la socialista revolucionaria y comunista, han apoyado y apoyan sin mayores reservas a la dictadura castrista. 

Allí está el ejemplo vergonzoso de la actual candidata presidencial  chilena (elecciones el próximo 16 de noviembre) Jeannette Jara, comunista, aunque pretenda fingir que se ha “humanizado” y “liberalizado”. Esta señora, que algunas encuestas colocan a la cabeza de los candidatos a la presidencia -aprovechándose de un centro que en buena medida se ha suicidado (lo de la Democracia Cristiana apoyando a la candidata comunista es una vergüenza y una burla a la gloriosa historia de ese otrora gran partido), y de un centro derecha y derecha que se odian a muerte, e irán divididos- esta señora Jara, repito, protagoniza una operación de “maquillaje electoral” para venderse como caperucita cuando bien se sabe que un comunista es y será siempre un lobo feroz frente a la sociedad, y a los valores éticos y morales. Ejemplos históricos sobran.

Pero lo que no se entiende ni se justifica es que después de muchos más de sesenta largos años de dictadura comunista en Cuba, como bien destaca Pedro Corzo en Reporte Católico Laico, “tal vez el gobierno de Estados Unidos de América, junto a ciertos políticos, dirigentes sociales, religiosos, académicos y periodistas, se convenzan de una vez por todas que los que mandan en Cuba odian con fervor religioso todo lo que encarna este país”. 

Sigamos con algunas de las conclusiones de la nota:

“El estado totalitario cubano actúa en base a las convicciones y motivos de sus lideres fundadores entre los que se destacó por su perversidad Fidel Castro, que nunca dejó de profesar hacia esta nación los sentimientos más negativos.

Muchos han olvidado que el sátrapa isleño en plena Sierra Maestra antes de triunfo de la insurrección le dijo a su cómplice Celia Sánchez: “Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande, la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta de que ese va a ser mi destino verdadero”.

En su odio a este país involucró a un importante fragmento del pueblo cubano que fue seducido por sus delirios de grandezas y falsas promesas de hacer de Cuba un país mejor con progreso para todos. (…)

Esta nación, por los valores que sintetiza, tiene enemigos permanentes que trascienden lo político, como el crimen organizado y el narcotráfico para los que ha instrumentado legislaciones que sostienen políticas de Estado para combatirlo; un mandato similar deben establecer para enfrentar proyectos políticos que se nutren regularmente de facinerosos que asumen la misión social como un instrumento para manipular la ciudadanía y el enriquecimiento personal, dificultando en extremo el surgimiento de “redentores” que ayuden al enemigo.

Si en algo debiéramos coincidir todos los habitantes de este gran país norteamericano, es que el castrismo nunca respetará los derechos humanos y las instituciones de la libertad dentro o fuera de Cuba, y que el liderazgo castrista siempre despreciará a los Estados Unidos y lo que ha representado en el mundo. Y se debe actuar en consecuencia.

 

Utopía Envenenada - GAPAC - Gobierno y Análisis Político AC

2 – ‘Utopía envenenada’: la izquierda latinoamericana y la propaganda del régimen cubano

Siguiendo con lo señalado arriba, un grupo de autores estudia cómo el régimen cubano ha logrado mantener una imagen romántica entre ciertos sectores de la izquierda latinoamericana incapaces de criticar sus violaciones. El trabajo fue publicado en Diario de Cuba. 

Por décadas, las palabras “revolución y romanticismo” han ido aparejadas en el discurso institucional de las izquierdas latinoamericanas. No se puede negar que el régimen fue muy eficaz en proyectar una imagen en el exterior muy positiva, sin importar las violaciones a los derechos humanos, la represión a las disidencias, el continuado desastre socioeconómico.

Un hecho sobresale como consecuencia: casi nunca ha habido una crítica seria y coherente desde la izquierda política, académica y cultural ante la inhumanidad esencial del castrismo. Es como si un velo de ceguera ética y moral fuera un ingrediente esencial del socialismo.

Pero ¿qué es “utopía envenenada”? Por su importancia, veamos los aspectos esenciales de la nota:

“El volumen recién aparecido Utopía envenenada. Difusión, disputa y desmontaje del sharp power del Estado cubano (Ediciones 4Métrica, Ciudad de México, 2025) analiza críticamente esas mitologías y sus redes de circulación por todo el continente. Coordinado por Rafael Uzcátegui, Armando Chaguaceda y Sergio Ángel, las diversas contribuciones de este libro se detienen en los modos en que el Estado cubano ejerce el sharp power, una forma de influencia política encubierta, basada en la manipulación informativa, la propaganda y la cooptación ideológica, especialmente dentro de América Latina.

Utopía envenenada estudia cómo, con el objetivo de «colonizar» el pensamiento crítico latinoamericano y generar una visión sesgada y funcional a su propaganda, el Estado cubano mantiene una red de apoyo entre universidades, plataformas académicas (como CLACSO y LASA) y ONG afines que se encargan de reproducir su narrativa y de silenciar las críticas que puedan producirse.

El capítulo inicial, a cargo de Eloy Viera, María Isabel Puerta y Claudia González, documenta diversos pronunciamientos y acciones de apoyo, incluso ante evidentes violaciones de derechos humanos, por parte de los actores de la izquierda latinoamericana. «Se ha producido una captura del discurso de derechos humanos desde una perspectiva ideologizada que niega las violaciones cometidas por el régimen», apuntan estos tres autores.

Hilda Landrove y Yanet Rosabal estudian cómo el régimen cubano sofocó las protestas de 2021 (11J) mediante represión, arrestos y una campaña de desinformación que de inmediato secundaron académicos e intelectuales latinoamericanos capaces de apoyar la represión. «El poder totalitario no solo actúa con represión física, sino con una narrativa que busca anular el sentido mismo de la protesta», consideran las autoras.

«El modelo cubano ha servido como manual de operaciones para nuevas autocracias en la región «, escribe Armando Chaguaceda. En el capítulo con que contribuye a este volumen describe el funcionamiento del modelo autocrático cubano, peligrosamente replicable en la región, que se filtra en los movimientos políticos e intelectuales de otros países.

Otro capítulo del libro, a cargo de Hilda Landrove, explora la persistencia simbólica del mito revolucionario cubano y cómo este mito desconecta la idea de justicia social de las prácticas autoritarias que la sostienen.

Alina Bárbara López Hernández reflexiona en otro capítulo sobre la decadencia del régimen cubano, considerando que la promesa revolucionaria se ha transformado en una estructura de control sin horizonte transformador donde no queda ya una utopía viva, sino un aparato de poder que bloquea cualquier posibilidad de reforma democrática, incluso desde dentro.

La académica argentina Claudia Hilb critica en su contribución a una izquierda supuestamente democrática que, aun reconociendo los abusos del régimen cubano, justifica o silencia sus críticas en nombre de determinados logros sociales (salud, educación).

Desde una mirada autobiográfica y crítica, el escritor uruguayo Carlos Liscano reflexiona sobre el fracaso de esa utopía, destaca el rol del miedo, la delación y la deshumanización del «hombre nuevo», y describe cómo lo utópico terminó produciendo en Cuba una sociedad controlada, empobrecida y desconfiada, donde los valores de justicia e igualdad han sido traicionados.

Por último, centrado en el caso de Jean-Paul Sartre y Cuba, el sociólogo y activista venezolano Rafael Uzcátegui analiza cómo figuras intelectuales como el filósofo francés han servido, directa o indirectamente, para legitimar regímenes autoritarios desde posturas revolucionarias. Uzcátegui concluye: «El socialismo realmente existente no es el de los libros, sino el de los alambrados, las prisiones y los centros de tortura».

 

El libro es fundamentalmente una denuncia. Un estudio serio sobre “el doble rasero con la que muchos sectores supuestamente progresistas defienden los derechos humanos en el continente, criticando a gobiernos de derecha, pero guardando silencio ante aliados ideológicos como Cuba, Nicaragua y Venezuela”.

“Sus páginas invitan a desmontar la «excepcionalidad cubana» y a analizar los acontecimientos de Cuba como si se tratara de cualquier otro régimen autoritario”.

El libro puede descargarse gratuitamente aquí

 

Santiago Javier Armesilla Conde, Conflicto político y violencia colectiva en Marx, Engels y Lenin, El Catoblepas 69:1, 2007

 

3-¿Puede haber un ‘socialismo bueno’?

 

Como continuación de la ya señalado, Roberto Álvarez Quiñones, en Diario de Cuba, hace una pregunta muy válida. Una defensa muy de moda es el rechazar el llamado “socialismo de Estado”, porque “eso no es socialismo. El socialismo ha sido “distorsionado” por personajes como Stalin, Trotski, Lenin, Mao… ¿alguna razón para dejar a otros líderes históricos fuera de la lista? Sobre todo: ¿por qué excluir a Fidel Castro? 

La contradicción es obvia: critican al “modelo soviético” pero disculpan a uno de sus ejemplos evidentes, el castrismo.

El asunto viene de lejos, desde 1991, para más señas, caído ya definitivamente el famoso muro berlinés. Entonces la izquierda decidió defender la mentira fracasada creando una nueva: el marxismo no fracasó, solo su expresión rusa -y en otros 34 países de su órbita-.

Pero Cuba fue la excepción. Incluso cuando es cada día más evidente que el Estado no es quien gobierna, sino “una mafia militar supranacional encabezada por el nonagenario dictador”.

Alguna de las conclusiones de la nota:

“Los bolcheviques en Rusia implantaron la dictadura de proletariado, un Estado marxista que desapareció 74 años después, y no porque se alcanzara el comunismo, sino por la inviabilidad y la malignidad de la «transición». En 35 países el «tránsito» causó 125 millones de muertos, por hambre o ejecutados por motivos políticos.

El ser humano lleva la individualidad (y el egoísmo) en su ADN desde nuestros primeros ancestros. Los primeros humanoides se disputaban los alimentos y marcaban territorios grupales para sobrevivir. Subconscientemente arrastramos un individualismo que conscientemente podemos controlar, o superar, pero no suprimir al 100%. (…)

Hay una genial frase de Adam Smith muy elocuente sobre la naturaleza humana: «No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés (…) al buscar su propio interés el hombre, a menudo, favorece el de la sociedad mejor que cuando realmente desea hacerlo». (…)

Ciertamente el capitalismo de hoy no es igual al de hace 150 años. La libre competencia entre las empresas se ha modificado y algunas dominan ramas de la economía. Y la distribución de las riquezas es desigual, hay crisis, inflación, etc. Pero en este planeta al menos no hay alternativa viable al sistema económico basado en la propiedad privada. Con sus contrastes sociales, desigualdades, injusticias, y todos sus defectos, es el único sistema que funciona porque sí se corresponde con la naturaleza humana.

Que les pregunten hoy a los cubanos de a pie en la Isla qué prefieren, si la «continuidad» de lo que tienen, o el regreso a la propiedad privada. ¡Por favor!

 

 

#NiPatriaNiVida | Cuba, 63 años de un régimen de desesperanza y desolación

4Cuba 2025: Crónica de la desesperanza

 

Patricio Fernández, periodista chileno, director del espacio digital DemocraciaUDP, y con experiencia amplia de visitar Cuba y ver su modelo de destrucción social y económica en funcionamiento, volvió recientemente de nuevo a la Isla, y el título de su nota es muy descriptivo: “Cuba 2025: crónica de la desesperanza”.

Tres conclusiones iniciales se destacan: “Desde hace tiempo que en Cuba muy pocos trabajan, los campos no producen y es uno de los países más envejecidos de América Latina”. 

Es la crónica de un extranjero visitante, alguien que aprendió desde hace tiempo a descodificar las acciones de la dictadura, más allá de los mensajes propagandísticos, de las mentiras institucionales, de la miseria ética comunista. Escojo algunas de sus impresiones:

 

“En el avión de Bogotá a La Habana no íbamos más de 20 personas contando la tripulación. Según la azafata, lo que justificaba esos vuelos era la carga. (…)

El aeropuerto José Martí estaba prácticamente vacío. En algunos de sus muros había carteles de publicidad china. Cuando presenté mi pasaporte, la oficial de migraciones me pidió esperar a un costado de la ventanilla, (…) mientras ella continuaba atendiendo al resto de la fila llegó un oficial de civil que amablemente me advirtió: “Dado que viajas con visa de turista, puedes recorrer la isla sin problemas, mientras no pretendas otra cosa”. Después ordenó a la señorita que me dejara entrar.

No había vuelto a Cuba desde abril de 2018, cuando Raúl Castro, a los 86 años, renunció a la presidencia del Consejo de Estado y del Consejo de ministros para ceder su puesto a Miguel Díaz-Canel, un cincuentón de Santa Clara, alguna vez melenudo, pero ahora con el pelo cano, corto y bien peinado.

La verdad es que el día mismo en que la Asamblea Nacional lo eligió por unanimidad, en las calles de La Habana nadie prestó atención a la noticia. Yo estaba reunido con un grupo de periodistas jóvenes cubanos, ex alumnos de mi amigo Grillo, con quien leyeron a Capote, Mailer, Walsh, Anderson, Guillermo Prieto, y que en los últimos años habían participado de la fundación de revistas online donde ensayaban el periodismo narrativo. Ni siquiera a ellos les interesaba el cambio de mando, seguramente porque adivinaban que estaba todo bien amarrado. “El cambio generacional en nuestro gobierno no debe ilusionar a los adversarios de la revolución. Somos la continuidad, no la ruptura”, dijo Diaz-Canel apenas asumió. (…)

El 25 de noviembre de 2016 murió Fidel y se decretaron nueve días de luto, con ley seca y festejos prohibidos. Sus restos cremados, luego de permanecer expuestos en el Memorial José Martí, recorrieron los 900 kilómetros que separan la capital de Santiago de Cuba en una pequeña urna de cedro, siguiendo en sentido inverso la ruta de La Caravana de la Libertad que condujo a Castro y sus barbudos a tomar el poder en enero de 1959. A un cierto punto, el jeep que transportaba el féretro se averió y sus escoltas tuvieron que empujarlo. Yo estaba ahí, en el cementerio de Santa Ifigenia, ese 4 de diciembre en que lo enterraron debajo de una roca inmensa traída de la Sierra Maestra, a pasos del mausoleo de José Martí.

Si bien en abril de 2018, cuando dejé la isla por última vez, ya había comenzado su primer gobierno Donald Trump -para quien Cuba no merecía ningún tipo de miramientos-, y el régimen comunista había puesto freno a ese proceso de cambios -seguramente porque sintió que se le iba de las manos- todavía quedaban en el aire ciertos ecos de la esperanza moribunda. Diplomáticos norteamericanos y canadienses denunciaban por esos días haber sufrido unos misteriosos ataques sónicos que les generaron mareos, vértigos y dolores agudos en los oídos. Aunque estos atentados cibernéticos nunca se aclararon del todo, enrarecieron fuertemente el ambiente y terminaron por estropear los últimos vestigios de entendimiento entre EE. UU. y Cuba.

Después vino la pandemia del Coronavirus que cerró las fronteras, el Movimiento San Isidro, su Museo de la Disidencia, la detención de sus principales líderes (continúan presos), las protestas afuera del Ministerio de Cultura, las del 11 de julio de 2021 -las más grandes desde el Maleconazo de 1994-, la canción Patria y Vida del grupo Gente de Zona, la caída de los aportes venezolanos, la obstinación de un pésimo manejo económico, la Ley de Comunicación Social que terminó de prohibir la propiedad privada de cualquier medio de comunicación, una crisis alimentaria que tiene al gobierno pidiendo leche en polvo al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas y un colapso del sistema energético por falta de combustible y de mantención de las generadoras que mantiene al país con apagones permanentes.

Diariamente, en todos los barrios, a cierta hora, se corta la luz. (…)

Caminar hoy por La Habana vieja, uno de los cascos históricos más extraordinarios de América Latina, si no el más, como la canción de Bebo Valdés, saca lágrimas negras: “Sufro la inmensa pena de tu extravío… y el llanto mío tiene lágrimas negras”. La ciudad está vacía -se han ido al menos dos millones de personas en los últimos tres años- no se ven jóvenes, mis amigos se fueron todos, absolutamente todos, desaparecieron los turistas y los que se acercan a mendigar aseguran que no tienen qué comer. Ahí nadie cree en la Revolución y sus viejas promesas convertidas en souvenir ya huelen a sarcasmo. (…)

La economía se halla altamente dolarizada y no es difícil cambiar dólares en el mercado negro a casi el triple de su precio oficial. En las tiendas mejor abastecidas se paga directamente con esa moneda. Han aparecido nuevos hoteles inmensos y deshabitados que son propiedad del Estado, pero cuya gestión está en manos de privados, en su mayoría españoles o de la India. Hay una droga nueva a la que llaman El Químico y que está causando estragos.

La dosis -un pedazo de papel impregnado- cuesta menos de un dólar y contiene carbamazepina y otras benzodiacepinas, además de anestésico para animales, formol, fentanilo y fenobarbital. Ha proliferado un nivel de violencia que, aunque mucho menor al del resto del continente, comparado con la propia historia los alarma.

Prontamente debiera morir Raúl Castro que por estos días está cumpliendo 94 años. Nadie se atreve a decir cómo continuará esta historia. Los que pueden se van, aunque dentro de poco podrían llegar de vuelta los deportados por Trump.

Desde hace tiempo que en Cuba muy pocos trabajan, los campos no producen y es uno de los países más envejecidos de América Latina. Se supone que este 2025 los mayores de 60 superarán el 25% de la población. Y aunque entre reguetón y reguetón -al de moda le llaman Reparto- todavía puede escucharse el mejor jazz del continente, lo cierto es que en rigor lo que cunde es la desesperanza”.

Y termino con un fragmento de un comentario de mi amigo ya fallecido Carlos Alberto Montaner, que me hizo luego de leer un artículo mío sobre cómo el cooperativismo obstaculiza el desarrollo, con el cual estuvo de acuerdo: «La clave está en la libertad. Quien quiera formar o integrar una cooperativa por voluntad propia, que lo haga. Quien quiera crear una empresa rigurosamente personal y privada, que lo haga. Quien piense que es preferible una sociedad con miles de accionistas que cotice en Bolsa, que lo intente. El modo capitalista de producción, y una parte sustancial de su éxito, están basados en esa pluralidad, que es, a la vez, reflejo de los muy diversos matices de la naturaleza humana».

 

Porque el socialism, no sólo es un gran fracaso socioeconómico, sino de una concepción de la naturaleza humana falsa, corrupta y cruel para todos que la han padecido. En todos los continentes el socialismo ha sido un inmenso error histórico. 

 

Marcelino Miyares, Miami, 23 de agosto de 2025

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