Miyares: Una Bitácora cubana (XCVIII)
1–La progresía, los cubanos e Israel
Pedro Corzo, en nota publicada por Reporte Católico Laico, destaca una gran verdad:
“Mientras el régimen totalitario que impera en Cuba desde hace 65 años, menos dos meses, ha disfrutado de una opinión publica casi siempre favorable, la única democracia del Medio Oriente, Israel, no deja de ser el blanco de muchos de los mismos que defienden el castrismo”.
Ello es una marca que lleva todo cubano demócrata, todo ciudadano que quiere en verdad a su tierra. Ese ha sido uno de los triunfos que explican la tenebrosa longevidad castrista: regímenes tiranos, autoritarios, violadores de los derechos humanos, han existido y existen en el planeta. Pero ninguno se acerca siquiera al grado de respaldo, de comprensión suicida, de apoyo, incluso de democracias y de demócratas, que ha recibido el castrismo.
Es como si el castrismo gozara de una licencia, de un permiso especial, para destruir y para castigar, es como si los cubanos no pudiéramos gozar del derecho de todo pueblo a vivir en libertad.
Es como si la Carta Universal de los Derechos Humanos no tuviera validez para nosotros.
Por eso es que entendemos perfectamente, partiendo de las profundas diferencias de todo tipo entre nuestros pueblos y culturas, la situación del pueblo de Israel.
Nos une el odio que la llamada izquierda revolucionaria, del llamado hoy “progresismo” tiene hacia los derechos de nuestros pueblos. Bien destaca Corzo:
“Los demócratas cubanos, al igual que los israelíes, son, en la mentalidad de estos sujetos y organizaciones, objetivos a destruir, sin embargo, representan causas justas que nunca han contado con el respaldo internacional necesario para lograr los objetivos que las alientan.
A sus enemigos, los que se auto consideran progres, liberales y de izquierda, no les importa que la nación judía sea promotora de la democracia y el Estado de derecho, simplemente comparten con los nazis el odio a un pueblo que defiende las libertades civiles y religiosas, en zonas donde la norma se sitúa entre el absolutismo y la dictadura militar. (…) El estado israelí es una evidencia concreta de progreso material y bienestar, para quienes residen en su territorio.
No obstante, es un país que sufre acoso permanente de parte de sus vecinos. Ha estado sometida a verdaderos aislamientos internacionales y frecuentes conflictos bélicos, con el objetivo de eliminarla como nación, como propugna entre otros, el estado teocrático de Irán.
Las acciones terroristas en su contra, como las del pasado 7 de octubre, son un reflejo brutal del odio que preconizara el asesino en serie Ernesto “Che” Guevara, su escrito, “el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”, pudo haber inspirado a los verdugos del festival de “Tribe of Nova”.
La complicidad con Guevara no es excepcional. Muestra la frivolidad y los dobleces morales que reinan en algunos organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales y en famosas universidades que se presentan como abanderados de la Justicia, empero, se han situado al servicio de las peores causas”.
Agreguemos a todos ellos ciertos medios de comunicación que sirven fielmente a la causa progresista. Recuerda también Corzo que
Los compromisos ideológicos conducen a omitir o cambiar los hechos. Cuando murió el dictador chileno Augusto Pinochet. El titular del diario “El País” decía, “Muere el dictador chileno Augusto Pinochet”, sin embargo, cuando falleció el autócrata cubano titularon, “Muere Fidel Castro, el último revolucionario”, como si no hubiese sido otro dictador con un horrendo prontuario criminal. (…)
2– Castrismo vs. dinero: los orígenes de la bancarización
Jorge Luis González Suárez, en Cubanet, destaca que algo similar a la actual bancarización (usar transacciones en un sistema de pago sin efectivo) se le ocurrió a Fidel Castro en la década de los sesenta. No son buenas noticias, porque si hubo alguien a quien se le ocurrieron cosas desastrosas y dañinas a la economía ese fue el tirano Castro.
Durante un congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) en mayo de 1967, Fidel Castro produjo una típica frase suya, llena de exageración y pompa: “Suprimiremos el vil intermediario, el dinero”.
Castro afirmó en varias ocasiones su deseo de eliminar el dinero, al parecer atendiendo a la irreal y fracasada concepción comunista “de cada cual según su trabajo, a cada cual según su necesidad”. Sigamos con la nota:
En 1969, Fidel Castro dijo al periódico Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista: “Desde que éramos niños nos enseñaron a preguntar ¿cuánto tienes?, ¿cuánto vales? Luego aprendimos que el dinero era innecesario. En Cuba estas seis letras, d-i-n-e-r-o, significan ya menos que antes. La nueva generación no cree en todos los viejos mitos acerca del dinero”. (…)
En una ocasión, Castro se contradijo en su actitud hacia el dinero al decir: “No podemos escoger métodos idealistas que se imaginen a todos los hombres impulsados por el sentido del deber, porque en la vida real esto no es así… Sería absurdo esperar que las grandes masas de hombres que se ganan la vida cortando caña hicieran un esfuerzo máximo solo porque les dijeran que era su deber, ganaran lo que ganaran. Eso sería idealista”. (…)
No cabe duda que para Castro el dinero era algo abstracto o virtual, con excepción de su fortuna personal, que mantuvo y aumentó. (…)
Hoy, en el mundo se utiliza ampliamente la forma de pago electrónica, pero en Cuba hay muchos inconvenientes debido a falta de condiciones tecnológicas y financieras. Por las conexiones deficientes, el pago electrónico se hace muy complicado, sobre todo para los adultos mayores, muchos de los cuales no tienen teléfono o no saben usarlos adecuadamente.(…)
El gobierno alega no poder imprimir dinero debido a la falta de divisa. De ahí que recurra a la bancarización. Pero se sabe que el objetivo implícito de la bancarización es la fiscalización financiera de los ciudadanos, algo siempre presente en un estado totalitario”.
3– El futuro de Cuba desde este 2023
¿Qué pueden hacer los cubanos ‘de aquí y de allá’ para propiciar un cambio en Cuba? Se pregunta Jorge Sanguinetty en una nota de Diario de Cuba. Es una pregunta perfectamente válida dada la crisis generalizada que ahoga a los ciudadanos en la Isla.
Por otra parte, para muchos no es realista hacerlo, porque si algo ha caracterizado a la nomenclatura comunista en el poder, es que no saben gestionarlo, pero hacen lo imposible por mantenerlo.
El autor menciona estas razones: la falta de libertad, la carencia de una sociedad civil eficazmente organizada, un alto número de pobladores (en especial jóvenes) que lo que desea es emigrar.
Pero lo fundamental a considerar es que no existen perspectivas realistas para progresar y crecer. Y ya estamos cansados de oír (los cubanos de la Isla y de la diáspora) que una nueva agrupación de dirigentes comunistas, más joven, llegará con nuevas ideas y con mayor sensibilidad hacia las miserias y carencias ciudadanas.
Sin embargo, el autor insiste en hacerse estas dos preguntas: ¿cómo se puede lograr ese cambio? ¿Qué pueden hacer los cubanos «de aquí y de allá» para propiciar un cambio? Leamos extractos de la nota:
“A pesar del aparente estancamiento y la incertidumbre sobre cómo se ha de definir el futuro, hay dos razones poderosas para esperar con certeza que habrá un cambio radical en Cuba en los próximos años.
Una razón muy concreta y plausible es la desaparición de Raúl Castro como máximo dirigente del régimen, lo cual a todas luces debe alterar el equilibrio actual de poderes en Cuba con consecuencias imprevisibles. Es razonable pensar que su presencia, aunque sin título oficial, es la fuerza que mantiene unida la entelequia humana que algunos llaman Gobierno y partido desde la desaparición del hermano.
La segunda razón es la insostenibilidad de la situación actual en casi todas las áreas de actividad humana. Lo que va a suceder en Cuba después de la cercana desaparición de Raúl Castro no lo sabe nadie, al igual que si los que mandan en Cuba no consiguen mejorar, de algún modo, la situación actual en el país. O sea, en Cuba un cambio radical es inevitable, aunque no sepamos cómo ni cuándo va a ocurrir. De lo que sí podemos hablar con alguna certeza es sobre las condiciones para el cambio. En este sentido hay que reconocer algunas que deben ser críticas en la actualidad.
Primero que todo es necesario reconocer que Cuba en la práctica es un país con una población eminentemente desconectada del mundo y de ellos mismos entre sí. Desde los primeros momentos de 1959, la estrategia de Fidel Castro fue la de impedir o hacer muy costoso que los ciudadanos se relacionaran unos con otros para organizarse de cualquier manera que no estuviera bajo su control. (…)
Ahora, lo que queda de Cuba son dos componentes principales: una población desorganizada y un aparato estatal que no funciona adecuadamente. Lo que nos interesa aquí es discutir cómo los cubanos deben prepararse para un escenario de cambio y cómo pueden, aunque sea marginalmente, propiciarlo, individual o colectivamente. (…)
La nación puede dividirse en dos grandes grupos de pobladores: el que espera irse del país y el que espera quedarse. Se puede suponer que el segundo tiene mucho mayor interés en el futuro del país que el primero, mientras que ambos están conectados con otros muchos ciudadanos. El grupo que por muchas razones no tiene planes de emigrar se subdivide en dos: los que parecen estar conformes con el castrismo en la Isla y los que desean un cambio radical (que pueden ser parte oculta de los primeros. (…)
Bajo las condiciones actuales en materia de represión, el ciudadano cubano tiene muy pocas posibilidades de hacer algo por su futuro individual o colectivamente. (…) ¿Qué es entonces lo que un cubano solo y aislado puede hacer por su futuro y el de Cuba? La respuesta genérica es ayudar a reconstruir el capital social destruido por el castrismo. ¿Cómo? Hablando, oyendo y divulgando información, desarrollando nuevas relaciones, con el sencillo objetivo de contribuir a la reconstrucción del capital social del país, sin el cual no se podrán recuperar las múltiples actividades de la sociedad cubana.
Es una pena que en el conjunto de la oposición al castrismo no parezcan existir iniciativas estratégicas bien articuladas y convincentes para organizar a los cubanos en la reconstrucción del país. A pesar del estado deplorable de la educación en Cuba, no se puede excluir al ciudadano de las tareas de reconstrucción, el cual debe prepararse desde ahora para las misma y ganar con ello el sentido de pertenencia y patriotismo que fue seriamente herido durante los años de castrismo.
La reconstrucción de la sociedad cubana va a necesitar la contribución de muchos, aunque sean modestas, tanto los cubanos que viven en la Isla como los emigrantes que quieran y puedan regresar y extranjeros. Si hay algo como la reconstrucción de la cubanidad, y yo creo que la hay, humillada por el castrismo, el cubano tiene que ser parte de ella”.
Mientras tanto, Roberto Álvarez Quiñones, en Diario de Cuba, se pregunta:
¿Qué va a pasar en Cuba?
Cómo terminará al fin la pesadilla castrista es la interrogante que planea hoy sobre toda la Isla, con la crisis del régimen comunista ya en el fondo del barril, y sin solución posible. Veamos un resumen de sus argumentos:
Una vez, conversando con el inolvidable Carlos Alberto Montaner, ambos nos hicimos la misma pregunta de arriba en el título, y me dijo:“Roberto, en Cuba puede pasar cualquier cosa”
Se han desplomado los soportes existenciales de la vida nacional: la agricultura, el sistema energético, las industrias azucarera, alimentaria, construcción, manufacturera, comunicaciones, tabacalera, textil, farmacéutica, poligráfica, la pesca, y el transporte. El turismo internacional no levanta cabeza, la explotación de médicos en ultramar aporta ahora el 66% de las divisas que dio durante dos décadas. Están casi colapsados los sistemas de salud pública, educación, y la asistencia social. El país produce cada vez menos, necesita importar el 80% de todo lo que consume y no tiene dinero para ello. (…)
Para empezar, cualquier cambio grande en Cuba necesariamente pasa por las Fuerzas Armadas. El castrismo es castrense (valga el juego de palabras) de nacimiento y lo será hasta su desaparición, aunque se vista de Caperucita. (…)
Vayamos ahora a posibles escenarios imaginarios. Uno podría ser la mutación del actual castrismo ortodoxo-estalinista hacia un neocastrismo «liberal» (importantísimas aquí las comillas) con más espacio al sector privado para que la población viva algo mejor, no pase hambre, y no proteste. Todo controlado por el Gobierno. Y presionar internacionalmente, como nunca, para que Washington levante el embargo.
La experiencia china muestra que puede haber una dictadura totalitaria arriba y capitalismo abajo que la sustente. En China hoy gobierna el mismísimo Partido Comunista de Mao Tse Tung que mató a 65 millones de ciudadanos, de hambre o fusilados. En Rusia hoy manda un exoficial comunista de la KGB, el nuevo zar imperial Vladimir I, apuntalado por una mafia capitalista que controla la macroeconomía rusa.
Claro, el final del castrismo podría ser también traumático. Raúl «El Cruel» se dice a sí mismo: «Después de mí, el diluvio». El misántropo de Birán empuja criminalmente el país hacia un final violento. La saña y el odio de la dictadura contra la sociedad civil se ha disparado últimamente con la obsesiva represión política y el rechazo a abrir la economía al sector privado para que la gente al menos no pase hambre. (…)
A un lado las especulaciones, lo medular en todo esto es que pase lo que pase en Cuba la sociedad civil debe estar organizada y preparada para presentar una alternativa viable y confiable de poder político, cuando ya el castrismo ortodoxo está punto de caer como la manzana que golpeó a Newton, esta vez podrida, más que madura.
Sí, en Cuba hay una maquinaria de terror y represión como no la hubo en ningún país del «campo socialista» en su fase final. Pero también con una crisis humanitaria ya oyendo la conversación, y el régimen castrista es hoy más débil que nunca.
Para terminar con algo lo inteligente es tener listo el repuesto. Y de eso se trata, de elaborar una propuesta como alternativa de nuevo poder transitorio que sustituya al anterior. Preferiblemente, mediante negociación con militares no represores ni corruptos, y una cúpula ídem del PCC. Porque sin la participación de la sociedad civil apoyada por militares con vergüenza los actuales usurpadores del poder en Cuba no se van a ir.
Un amplio frente unitario de salvación nacional, o como se le quiera llamar, aglutinaría a opositores políticos, defensores de derechos humanos, Damas de Blanco, sindicatos y periodistas independientes, artistas, intelectuales y demás representantes de la sociedad civil, que se unirían tácticamente, sin perder su identidad y la independencia de cada uno de ellos como organización específica, para constituir una abrumadora fuerza nacional política y social”.
4– Una Cuba sin transporte no va a ninguna parte
Rafaela Cruz nos tiene acostumbrados a excelentes análisis de la realidad cubana, en Diario de Cuba, centrados fundamentalmente en la situación de la economía. En esta ocasión hace énfasis y explica con detalle las consecuencias de los cada vez más graves problemas de transporte. Se pregunta entonces:
¿Cómo podrían funcionar adecuadamente fábricas, talleres y servicios si los trabajadores no pueden llegar a sus puestos, o si cuando llegan lo hacen malhumorados y agotados?
Es evidente que las carencias energéticas se reflejan en toda la cadena de servicios de todo tipo que alimenta el funcionamiento práctico de un país. Cruz considera que todo ello conduce a la paralización de las cadenas productivas, con severos daños a la economía.
Al igual que la energía, el transporte afecta asimismo a la cadena de producción de una sociedad. Y las fallas del transporte son para la autora “un agujero negro de la economía cubana”. Un dato importante:
«En La Habana —donde se concentra la principal industria del país— están trabajando menos de 300 ómnibus, una ciudad que en la década de los 80 llegó a tener 2.500 ómnibus y hace apenas cuatro años tenía 600».
Sigamos con sus argumentos:
“El transporte mueve bienes desde donde su utilidad es escasa hacia lugares con mayor utilidad; encadena procesos satisfaciendo las específicas demandas de cada estadio productivo; da salida a los excesos de fabricación; facilita el escalamiento económico y aumenta la productividad marginal del capital.
Solo comprendiendo la importancia multinivel del transporte se logra entender cabalmente cómo un país con carencias de este, queda atomizado y condenado al enanismo y al atraso tecnológico de sus industrias y tierras.
“Impresiona que el ministro del ramo, Eduardo Rodríguez, reconozca que «prácticamente estamos transportando la mitad de lo que se transportaba hace cuatro o cinco años… hay una disminución notable de las transportaciones de carga» porque «tenemos limitaciones con los camiones. (…)
En los últimos seis años —los de Miguel Díaz-Canel como presidente— se ha pasado de transportar 2.275 millones de cubanos anualmente, a solo 1.044 millones, menos de la mitad. El impacto económico de ese dato para la producción y el consumo es sencillamente demoledor.
Y no es cuestión de la capital, pues excepto en Villa Clara y Camagüey, las demás provincias transportan hoy menos del 50% de las personas que transportaban justo antes de que llegara Díaz-Canel, llegándose en lugares como Cienfuegos, Holguín y Sancti Spiritus a solo transportarse el 11%, 12% y 18% respectivamente de lo que se transportaba en 2017. El desastre es absoluto.
Pero lo peor es que las autoridades son tan malignas que fingen desconocer la causa, o tan incompetentes que las desconocen y el ministro Rodríguez realmente cree que «como bien se ha explicado en otras ocasiones —la involución del transporte— tiene su causa fundamental en las afectaciones derivadas del enfrentamiento al Covid, así como el bloqueo». (…)
Ya sea desinformando para no asumir responsabilidad, ya sea por desconocimiento, el ministro confunde el síntoma —la falta de divisas— con la causa —la improductividad del sistema castrista—, lo que le impide a él y a su Gobierno encontrar soluciones adecuadas para una de las complicaciones más graves del país.
Pero, claro, ¿cómo va a haber esperanza de mejoría cuando la solución sigue estando en manos del problema?
5– El castrismo y su fiel compañero: el déficit
Orlando Freire Santana, en Cubanet, toca otro gravísimo problema que ha acompañado siempre al castrismo: el déficit.
Estos supuestos revolucionarios nunca han podido vender más de lo que compran en el exterior. Lo destaca el autor: “El año 1960 fue el último en el que Cuba experimentó superávit en su intercambio comercial de bienes y mercancías. Es decir, que vendió más que lo que compró a nivel internacional. Esa situación muestra claramente el atolladero al que el castrismo ha conducido a la economía cubana”.
Y vaya que tuvieron oportunidades; por años los productos cubanos recibieron un tratamiento preferencial de la llamada “tubería soviética”. Ni por eso siquiera la balanza comercial castrista fue favorable. Veamos datos que destaca Freire Santana:
“Al cierre de 2022 el déficit comercial cubano en bienes y mercancías alcanzó, según datos aportados por el Anuario Estadístico de Cuba correspondiente a ese año, los 7.663 millones de dólares. Esa cifra fue superior a lo reportado en el 2020 y 2021, periodos en que los déficits fueron de 5.528 millones y 6.465 millones de dólares, respectivamente.
El referido déficit comercial cubano se localiza fundamentalmente en el intercambio de la Isla con sus principales socios comerciales. El déficit con Venezuela es del orden de los 1.973 millones de dólares, con Rusia se monta en 841 millones de dólares, con China alcanza los 737 millones de dólares, mientras que con España el déficit asciende a los 665 millones de dólares.(…)
Sin embargo, los deseos no se cumplen en la práctica. La inversión extranjera no llega en la cuantía necesaria, y la menguada producción nacional de los que pudieran ser los principales rubros de exportación no va a generar los ingresos que necesita la economía. Y las importaciones cubanas, aun en medio del eslogan oficialista de “sustituir importaciones”, suben de un año para otro. En el pasado 2022 fueron del orden de los 9.833 millones de dólares, mientras que en 2020 y 2021 ascendieron a 7.230 millones y 8.431 millones de dólares, respectivamente”.
La realidad es que el déficit no se reducirá mediante un poco realista aumento de las exportaciones; solo se lograría con una reducción de las importaciones, condenando al ya muy golpeado pueblo cubano a mayores hambrunas y desabastecimientos de productos de primerísima necesidad. Concluye Freire Santana:
“Al cabo, sea de una u otra manera, los déficits comerciales parecen ser inherentes a las economías estatizadas que reprimen la acción del mercado”.
Una gran verdad que todo modelo económico socialista revolucionario ha probado.
Marcelino Miyares, Miami, 23 de noviembre 2023