Monseñor Ovidio Pérez Morales: El hombre Luis
Ponencia de Mons Pérez Morales en el acto-homenaje a Luis Herrera Campíns de la Fundación Konrad Adenauer en Venezuela y la Cátedra Libre Andrés Bello

Mons. Ovidio Pérez Morales:
En 1952 Luis con 27 años y yo con 20 salimos del país con, motivaciones, finalidades y destinos distintos. Él para Bogotá, por destierro y para escarbar un futuro indeterminado; yo para Roma, siguiendo un llamado de Dios para formarme como presbítero. Ya nos unía la amistad y el trabajo comunicacional con un norte político en marco doctrinal socialcristiano. La ausencia de Luis la cortó felizmente la caída de la dictadura en 1958; la mía la prolongó mi formación sacerdotal por grados académicos y concluyó cuando Venezuela marchaba ya en firme consolidación democrática.
Cuando me vine del Táchira a mediados de 1948, tenía una intención precisa de continuar mi educación y transitar caminos en compromiso de fe y de presencia social cristiana. Mi referencia inmediata fue “El Gráfico” (19. 6.1947), diario del partido COPEI dirigido por Miguel Ángel Landáez y con Víctor Manuel Giménez Landínez como jefe de Redacción. Como quehacer obligante inmediato tenía el preuniversitario, que en definitiva concreté en Filosofía y Letras del Liceo “Andrés Bello”. Trabajando proveía a mi subsistencia.
Poco después de mi enraizamiento capitalino se produjo el derrocamiento del presidente Rómulo Gallegos, que seguí muy en lo vivo metido ya en el referido periódico. En éste habría de cubrir progresivamente diferentes tareas, desde corrector de pruebas hasta redacción (¡!). Me cupo trabajar hasta el deceso del diario, en estrecha relación con Luis Herrera, ya jefe de Redacción, y otro gran amigo, Rafael León; “El Gráfico” murió de inanición en 1951 (el nutrimento financiero decayó por la falta de confrontación anti adeca y el creciente acoso dictatorial) en nuestras manos, siempre bajo la dirección del bondadoso y paciente Landáez.
Mi relacionamiento con Luis surgió, pues, en medio comunicacional y de allí se fue extendiendo a otros compromisos estudiantiles y partidistas con una acentuación muy marcado en la Universidad Central, hasta el cierre de ésta a raíz de la huelga del ´52, de la cual Luis fue uno de los dos protagonistas claves (“Escalera” Rodríguez fue el otro).
El hombre Luis de esos años turbulentos se conserva mi memoria con rasgos que lo identificaron en todo su peregrinaje terreno hasta el ejercicio pleno de su ciudadanía celestial. La imagen que siempre percibí fue la de una persona sencilla, responsable, amable, humilde, reflexiva, abierta; con fino sentido del humor y de percepción crítica; mesurado, sin rasgos histriónicos y pérdidas de control; generoso y comunicativo; de convicciones definidas, pero sin actitudes sectarias y dogmatismos auto referenciales; de fe cristiana honda y sincera sin complejos ni remilgos, en búsqueda siempre de su proyección social, tanto inmediata como en marcos de convivencia, que progresivamente se ampliaban. Utilizando un término sofisticado pudiera decir que su dinamismo y horizonte existenciales denunciaban un telos de apertura a la comunión.
No emergen en mi memoria episodios o experiencias que contradigan substancialmente los rasgos que acabo de enunciar y que contradigan esta especie de “beatificación” del otrora lasallista barquisimetano. Mi relacionamiento con Luis, dadas las respectivas biografías, no fue un continuum, dados los saltos biográficos patentes, pero constituyó, sí, una fundamental coherencia, que permite detectar constantes. En Luis, etapa inicial, exilio, repatriación, quehacer político intenso, ocaso del peregrinar, tuvieron un innegable común denominador humanista cristiano.
Dentro del variado devenir y en el marco del presente coloquio destacaría sintéticamente cuatro “momentos” para mí particularmente significativos.
1.Una “carta pastoral” (así la denominó) del desterrado en Londres (21 marzo 1956) al seminarista en Roma. Ofrece un panorama de la crítica situación nacional y, a petición mía, una síntesis histórica de partidos e ideologías en Venezuela desde 1936 así como un compendio de los problemas sociales principales del país (aspiración por cierto abusiva). A propósito de una noticia mía sobre cierta iniciativa formativa del Colegio Pío Latino escribió: “los católicos no podemos darnos el lujo de descuidar nuestra preparación, que incluye en primer lugar la fortificación espiritual en la verdad y luego la capacitación de la voluntad para la lucha. Si alguna asignatura nosotros debemos cursar es la inconformidad, senda que allana el camino hacia la perfectibilidad humana”. La carta se cierra con un detalle calificativo del hombre Luis: “Ahora debo ir al Royal Festival Hall a un concierto de órgano de George Thalben-Ball”. Luego de esta información cultural de cierre viene el saludo de Pascua.
- A cinco años de desterrado, el portugueseño escribe en Múnich Frente a 1958. Una obra que revistió un tinte profético respecto de la realidad nacional. Allí, en la capital bávara, el mismo Luis, que había preparado mi estadía, me entregó y comentó ese valioso escrito; por cierto en una gran cervecería (la Hofbrauhaus), de esas típicas muniquenses, semejante a la que Hitler utilizó para iniciar su fallida sublevación (putsch) en 1923. A comienzos de ese 1957 me había ya anunciado la publicación de lo que subtituló como Material de discusión política electoral venezolana, fechada en 17 de marzo de 1957. La estructura de su trabajo es “tres perspectivas”: reforma constitucional, nuevo golpe de estado, elecciones generales, de las cuales asume esta última como “La vía lógica de la dictadura” y que concreta en “Rafael Caldera, lógico candidato”. Reflexión tejida con una razón y esperanza que el destierro no había logrado fracturar. Al hombre Luis lo delatan bien el comienzo y el fin de su escrito: Al definir su intención dice: “Creo haber sido objetivo y sereno. Objetividad y serenidad que no han enturbiado los meses de cárcel ni estos casi cinco años de exilio. Si algo agradezco a Dios todos los días, además de la protección de Su providencia, es que haya podido vencer la batalla contra el rencor”. Y, concluyendo, “La imposición de la democracia total no es una carrera de velocidad, sino una prueba de resistencia. Largas jornadas piden voluntades fuertes. Contratiempos difíciles exigen ánimos decididos, pulso firme, corazón bien puesto”.
3.El 10 de febrero de 1993 el ex presidente de la República Luis Herrera Campins tuvo en Coro el Discurso de orden en la Sesión Especial del Concejo del Municipio Miranda. Era mi despedida para asumir el Arzobispado de Maracaibo. Allí rememoró la “larga, sincera, perdurable amistad” que nos unió y recordó trazos significativos de mi servicio pastoral. Aunó todo ello a una sintética exposición de la importancia histórica de Falcón y de su Iglesia, así como de aspectos resaltantes de la enseñanza y praxis eclesial a nivel latinoamericano y nacional en las últimas décadas del pasado siglo. Hacia el final de sus palabras -demasiado generosas en la valoración del despedido- y citando documento reciente del Episcopado venezolano mencionó oportunamente la tríada de la Doctrina Social de la Iglesia respecto de los constitutivos fundamentales de una “Civilización del Amor” (nueva sociedad): “una economía de solidaridad, una democracia participativa, una cultura promotora de la persona humana en todas sus manifestaciones”.
- Ocaso luminoso. Al hombre Luis, que comencé a conocer y apreciar desde muchacho, tuve la fortuna de acompañarlo de cerca en los últimos trechos de su peregrinación terrena. Éstos culminaron de modo coherente la autenticidad humana y cristiana de su entera vida: humanismo testimonial, no en aislamiento individual, sino en una genuina comunión familiar y amistosa. El humanismo necesita teóricos, pero, sobre todo, modelos personales palpables, que alimenten una pedagogía existencial, en un mundo que fácilmente cae en la exhibición del tener, del poder y del placer. Humildad, sencillez, servicialidad, lo acompañaron en un crescendo hasta el final de su peregrinaje humano y cristiano. Dejó una lección práctica de familiar afectuoso, de responsable ciudadano, de político ejemplar cristiano. Tuvo bien claro lo que traspasa lo temporal y se clava en lo eterno, lo que enlaza las dos ciudadanías de que habla san Pablo. En un mundo en que los sinónimos de político y gobernante son abundantes en negatividad, él vivió esa condición en la actitud vivida y enseñada por el Señor Jesucristo, quien vino no a ser servido sino a servir (Cf. Mc 10, 45).
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Pues bien, el hombre que fue Luis se esforzó en cultivar a fondo esa imagen y semejanza. Por ello constituye un valor testimonial permanente y una lección imperecedera para el país y más allá.-
Caracas, 11 junio 2025.
Foto: El Impulso