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Morena arrebata elecciones con bases electorales del PRI

Los líderes de los partidos PRI, PAN y PRD en la alianza Va por México, denuncian la participación de funcionarios del gobierno federal en las campañas para las elecciones para gobernadores el 5 de junio en seis estados. (Isaac Esquivel/EPA-EFE/Shutterstock)

 

Ricardo Raphael es periodista, académico y escritor mexicano. Su libro más reciente es ‘Hijo de la guerra’.

 

El domingo 5 de junio el partido Morena alcanzará en México una nueva cima como fuerza política nacional. En seis entidades habrá elecciones para gobernador: Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas. Únicamente Durango renovará también sus 39 ayuntamientos y en Quintana Roo se elegirá, además, un nuevo Congreso.

La mayoría de las encuestas aseguran un triunfo holgado para Morena y sus aliados del Partido del Trabajo (PT) y Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en tres de los seis estados: Hidalgo, Oaxaca y Quintana Roo.

Las mismas preferencias apuntarían al triunfo de Morena en Tamaulipas y un crecimiento relevante en Durango y Aguascalientes. De confirmarse esta tendencia, el partido oficialista encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador gobernaría entre 21 y 23 de las 32 entidades del país.

Esto significa una derrota muy severa para los partidos tradicionales de la oposición –Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD)– cuya capacidad para retener a sus votantes es menor cada día. Por separado, o a través de la alianza Va por México, los resultados son negativos. De las seis elecciones en juego, solamente Aguascalientes parece inclinarse de manera clara hacia un gobierno de oposición.

Después del domingo será difícil que la alianza Va por México continúe como si no pasara nada. El antilopezobradorismo, única bandera que cohesiona a los partidos que la integran, no parece suficiente para conmover al electorado. Estas fuerzas se habrían quedado sin cuadros y sin propuestas, y aún más grave, parte de su base electoral estaría mudando sus simpatías hacia Morena.

Un síntoma que ilustra esta crisis de la oposición es la ausencia de figuras nacionales durante las campañas en esas entidades. Salvo dirigentes principales, como Marko Cortés del PAN o Alejandro Moreno del PRI, aquellas personas que podrían ser abanderadas de la alianza Va por México para la elección presidencial del 2024 abandonaron las contiendas. Una excepción habría sido el panista Santiago Creel Miranda, quien sí hizo proselitismo, particularmente en Aguascalientes.

Si bien estos datos adelantados apuran conclusiones nacionales obvias, al tratarse de elecciones regionales también se deben analizar a detalle las causas que estarían influyendo en cada entidad. Para explicar el arrastre de Morena y la falta de tracción de las oposiciones no basta con observar las generalidades del bosque, cada localidad tiene una dinámica propia.

Aguascalientes, por ejemplo, se ha comportado de manera distinta al resto. Ahí la candidata de Va por México, Teresa Jiménez, obtendría la mitad de los votos, superando a su competidora de Morena, Nora Ruvalcaba, por casi 20 puntos.

Sería engañoso adjudicar este resultado a la coalición PAN-PRI-PRD. Aguascalientes forma parte de la sociología electoral más amplia del Bajío mexicano. Se trata de clases medias urbanas, estrechamente vinculadas a la empresa privada y que dependen de la industria de la exportación. Querétaro, Guanajuato y parte de Jalisco forman parte de esta misma región cuya atracción hacia las propuestas del lopezobradorismo es débil, comparado con el resto del país.

Durango es otra entidad difícil de descifrar. A diferencia de Aguascalientes, es mucho más extensa, no hay homogeneidad en las preferencias expresadas entre sus distintos municipios y, en contraste con las otras elecciones estatales, en esta competencia influye el voto para renovar ayuntamientos.

Aquí importa distinguir entre dos competencias, una que se está celebrando en Durango, la capital del estado, y otra en la zona de la Laguna. En la primera se prevé que la alianza Va por México, encabezada por un candidato panista, Antonio Ochoa, se alce con el triunfo. En cambio, en La Laguna, concretamente en el municipio de Gómez Palacio, la disputa se está dando de manera muy cerrada entre la candidata del PRI, Leticia Herrera, que también pertenece a esa alianza, y el candidato de Morena, Betzabé Martínez.

Si bien las encuestas advierten que es demasiado temprano para asegurar un triunfo, no lo es para advertir que serán las competencias en los municipios las que determinen los resultados de esta elección estatal.

El caso tamaulipeco también entraña consideraciones especiales. Las condiciones de seguridad en esa región hacen difícil para las empresas encuestadoras celebrar un levantamiento estadísticamente riguroso. Aquellas que se han atrevido a aportar predicciones coinciden con que el candidato de Morena, Américo Villarreal, arrasará con 54% de los votos.

El nombre de este candidato despierta buena memoria política: su padre fue un gobernador del PRI que hizo, al parecer, un buen gobierno. Este hecho contrasta con el malestar que la administración de Francisco García Cabeza de Vaca ha repartido entre la población, en parte porque no pudo resolver los problemas de inseguridad ligados al crimen organizado, y también porque, desde la federación, enfrentó una ruda campaña de desprestigio.

Este triunfo se deberá en buena medida a que Morena postuló a un candidato que apeló a la base priista tradicional de Tamaulipas, la cual, después de estos comicios, probablemente no regresará al partido tricolor.

En Oaxaca la diferencia de votos entre el candidato morenista, Salomón Jara, y su opositor Alejandro Avilés, de la coalición PAN-PRD —en esa entidad el PRI no participó en alianza— varía a favor del primero entre los 20 y los 30 puntos.

Salvo en la capital del estado y en algunas secciones de la costa, Oaxaca ha dado la espalda a las oposiciones. El gobernador priista Alejandro Murat ha sido cómplice de esta situación y coincide también con que la sociología electoral oaxaqueña comulga con los postulados del lopezobradorsimo.

Algo similar sucede en Hidalgo, donde el gobernador priista, Omar Fayad, tomó distancia de la candidata de su partido, Carolina Viggiano, mientras que Julio Menchaca, exmilitante del PRI, logró una ventaja considerable bajo las siglas de una coalición encabezada por Morena.

Quintana Roo es un caso aparte. La candidata que va ganando, Mara Lezama, fue una popular alcaldesa de Benito Juárez (Cancún), el municipio más importante de la entidad, y aunque proviene del Partido Verde Ecologista de México, el movimiento morenista la considera una de las suyas. Desde el primer día contó con el mejor reconocimiento de nombre, mientras que los partidos de oposición (en este caso tampoco participó la alianza Va por México) no lograron una oferta electoral atractiva.

El fenómeno electoral más destacado de la temporada ha sido, a excepción de la Laguna en Durango, la habilidad de Morena para absorber la estructura tradicional de las bases priistas. Esta estrategia le entregó ventaja fundamental en Oaxaca, Tamaulipas, Hidalgo y probablemente también en Quintana Roo. En contraste, es evidente el divorcio entre la sociología electoral del PAN y la que vota por el oficialismo. Esta es la lección principal que habrían de considerar, hacia el 2024, en Va por México.

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