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Moreno noquea a Sánchez, alza a Feijóo y le pone techo a Abascal

Ciudadanos firma su acta de defunción en unas elecciones que pasarán a la historia como el principio del fin del sanchismo

Hubo un tiempo, desde hoy lejano, en el que el PSOE llenaba el velódromo de Dos Hermanas, símbolo de su hegemonía en Andalucía, y el PP ni siquiera encontraba candidato en esta ciudad del extrarradio de Sevilla, una de las más grandes de la comunidad. Anoche, por primera vez en la historia, entregó las llaves de esta fortaleza. Como por efecto dominó, cayeron todos los mitos y yugos del poderío rojo. Todos los municipios importantes del Sur, otrora bastiones del puño y la rosa, son hoy azules. Ese dato basta para concluir que el resultado de estas elecciones autonómicas tendrá repercusiones más allá de Despeñaperros. En primer lugar, abre un tiempo de esperanza para el PP de Feijóo, que se apoyó en Juanma Moreno para desembarcar en la calle Génova y a partir de hoy podrá enarbolar dos mensajes contundentes: que el PP ha cerrado su catarsis interna y que tiene empaque suficiente para impedir la irrupción de Vox.

Se ha hecho fuerte en el centro sin desangrarse por su derecha.

Esta situación es exactamente la inversa a la que se vive en el PSOE. El fracaso de Ferraz en la operación Espadas es de los que provocan seísmos. Sánchez laminó a su opositora interna en las primarias, Susana Díaz, arguyendo que había obtenido un mal resultado en las elecciones de 2018, tanto que por primera vez en la historia pudo gobernar el PP. Para acabar con ella sacó del Ayuntamiento de Sevilla a Juan Espadas justo cuando más asentado estaba en el puesto y lo puso a viajar apresuradamente por toda Andalucía con un grado de conocimiento nulo y con la rémora de haber sido el regidor de la capital. El resultado ha sido nefasto. Jamás los socialistas habían obtenido menos diputados en el Hospital de las Cinco Llagas. Y el único responsable es el presidente del Gobierno, que sale de estos comicios muy tocado porque los planteó como una cuestión de confianza a su gestión vinculándose de manera inequívoca a la candidatura. Andalucía le ha dicho a Sánchez que no aprueba sus políticas, que quiere un cambio en La Moncloa y que ni el viejo fortín de su partido está ya dispuesto a aguantar su alianza con los antisistema. La principal repercusión de las elecciones andaluzas en la política nacional es que ha dado inicio a la agonía del sanchismo.

Sánchez, en la cuerda floja

Bajo su mando, el PSOE ha bajado por primera vez del millón de votos en Andalucía, quedó tercero en Madrid y ha fracasado en Castilla y León. El lema de esta campaña, ‘Si votamos, ganamos’, es en el fondo un reconocimiento implícito del rechazo que provoca este PSOE en sus propios simpatizantes. Para Pedro Sánchez, lo de ayer fue un plebiscito. Ahora tiene la evidencia empírica de que está en la cuerda floja. Si en su templo sagrado ha patinado, en el resto de regiones no levantará cabeza. Ni sus hagiógrafos podrán eliminar de sus memorias que fue el presidente del PSOE bajo cuyo mandato se perdieron por primera vez las provincias de Sevilla, Jaén y Huelva, el santo grial del socialismo español. Dos Hermanas, el lugar donde Sánchez dio su primer mitin en las primarias contra Susana Díaz, le ha dado la espalda a su partido después de 40 años de mayorías absolutas.

La debacle socialista es un claro castigo a Sánchez, que ha pilotado la renovación del partido en Andalucía con Espadas

Los barones autonómicos y muchos alcaldes ya están trabajando de forma subrepticia para provocar una renovación. Y la propia Susana Díaz aguarda en la zona oscura. Vienen tiempos difíciles para el sanchismo porque Juanma Moreno le ha entregado a Alberto Núñez Feijóo la hoja de ruta para llegar a la Moncloa. Ha noqueado a Sánchez y le ha puesto techo a Vox, que es el otro gran perdedor de estas elecciones. La izquierda radical quedó amortizada con la crisis de Pablo Iglesias y en Andalucía se ha demostrado que tiene que afrontar un nuevo proceso de reconstrucción. Podemos se ha desinflado tras su paso por el Gobierno. La confluencia de 2018 obtuvo 17 escaños. Las dos variantes que se han presentado en esta ocasión sólo han sumado siete. Si se aplica la fórmula matemática, tiende a cero. Pero Vox ha sufrido más daño por una mera cuestión de expectativas. Sube dos escaños con respecto a los que tenía, pero pierde seis con respecto a las encuestas de antes de la campaña. Macarena Olona le ha restado. El miedo que el PSOE ha tratado de meter a los andaluces con un posible gobierno de coalición de las derechas no ha servido para nada más que para meterle más votos al PP. El voto útil. Y la estrategia de Vox de anunciar que no daría el gobierno a Juanma Moreno en solitario si necesitaba un solo escaño, también. Ambas cosas son perfectamente replicables en unas elecciones generales. Santiago Abascal no ha estado atinado en la elección de la candidata. Esa herida le va a pesar.

La izquierda radical vaticina su descomposición y Santiago Abascal tendrá que reformar el relato de Vox, que no ha cuajado

Análisis aparte merece Ciudadanos, que ha firmado su acta de defunción en Andalucía. Inés Arrimadas ya sabe que el partido naranja está amortizado y que dentro de un año y medio, si es que no se adelantan las elecciones después del terremoto andaluz, desaparecerá. Si todo el mundo coincide en que el mejor candidato durante la campaña ha sido Juan Marín y a pesar de eso no ha obtenido representación, es obvio concluir que el problema está en la marca, que en apenas cuatro años ha dilapidado un patrimonio que había arrebatado a los dos partidos tradicionales y que ha devuelto sin dejar huella.

Las elecciones andaluzas van a transformarlo todo. Para empezar, van a provocar que Pedro Sánchez tenga que enfrentarse a sus críticos internos. El PSOE tendrá que cambiar su relato si quiere sobrevivir. Porque en Andalucía, que es geográficamente un tercio de España y la región más poblada del país, no ha colado el discurso del terror. Y también tendrá que recomponerse Vox, cuya ansiedad de poder le ha hecho caer en errores estratégicos de bulto. Podemos quedará como reliquia comunista y Ciudadanos como túmulo funerario de una época política que desde anoche es historia. Hoy viaja en el AVE desde Sevilla a Madrid un nuevo tiempo para los españoles.

 

 

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