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Muere a los 89 años John le Carré, el escritor que surgió del túnel

Se inspiró en sus propias vivencias como espía para escribir libros como «El espía que surgió del frío», «El jardinero fiel» o «La Casa Rusia»

El célebre escritor británico John le Carré ha fallecido a los 89 años en Cornwall tras no superar una enfermedad, según ha informado la agencia literaria Curtis Brown. «Con gran tristeza debo compartir la noticia de que David Cornwall, conocido por el mundo como John le Carré, falleció el sábado por la noche en Cornwall (Cornualles en inglés) a causa de una neumonía (no relacionada con el Covid-19). Tenía 89 años. Fue un gigante indiscutible de la literatura inglesa y el más famoso escritor de novelas de espionaje. Definió la era de la Guerra Fría y le dijo las verdades al poder sin miedo en las décadas siguientes», ha informado el CEO de Curtis Brown, Jonny Geller. «Lloramos profundamente su muerte», dijo, por su parte, en un comunicado la familia de Le Carré, que deja a su mujer, Jane, y cuatro hijos.

Se inspiró en sus propias vivencias como espía para crear algunas de las mejores obras de intriga de la literatura en el siglo XX. De su imaginación salieron personajes como el agente George Smiley, un icono de la Guerra Fría. Le Carré deja un legado de libros como «El espía que surgió del frío», «El jardinero fiel» o «La Casa Rusia». A comienzos de la década de 1950, el escritor comenzó a colaborar con los servicios secretos británicos hasta convertirse en miembro del MI5 (la inteligencia interior) en 1958, y dos años más tarde ingresó en el MI6 (espionaje exterior), que lo destinó a Alemania, informa Efe. En 1964 debió abandonar los servicios tras ser revelada su identidad por el agente doble Kim Philby, tras lo cual decidió consagrarse plenamente a la escritura, que ya había comenzado en su etapa como espía.

En el prefacio de «Volar en círculos» (Planeta), la autobiografía de John le Carré, el legendario autor inglés cuenta que prácticamente todos sus libros tuvieron como título provisional «El túnel de las palomas». Su origen es una imagen tan poderosa que produce escalofríos: Cuando Le Carré era adolescente, su padre le llevó en una de sus «frecuentes escapadas de jugador» a Montecarlo. El joven David (el auténtico nombre del autor) correteaba por los alrededores mientras el padre se dejaba salud y hacienda en las mesas de bacarrá.

Así, el niño dio con una extensión de césped bajo la que discurrían pequeños túneles que iban en fila hasta la orilla del mar. Por un extremo de cada túnel, los empleados del club de tiro aledaño al casino introducían las palomas que vivían bajo el alero del tejado del casino. En el otro, aguardaban los tiradores, escopeta en ristre. Aquellas palomas que se salvaban de los disparos regresaban al único lugar que llamaban hogar, el alero del tejado… en el que volvían a ser capturadas y encaminadas de nuevo al túnel y a la muerte.

Autobiografía

Esa incapacidad de un animal aparentemente libre, con todo el futuro a un golpe de aleteo, de escapar a un destino cruel e inexorable, es tan atrayente que no es de extrañar que el autor se lo asignara como título provisional a todas sus obras. Y por ende, a su autobiografía, quizás lo último que salga de la pluma del mayor escritor de novelas de espionaje de todos los tiempos. Aunque la traducción del título no sea la adecuada, sí que lo es el resto de esta obra imprescindible que repasa la vida de Le Carré y, tangencialmente, la historia de la segunda mitad del siglo XX, de algunos de cuyos momentos más oscuros fue el autor testigo de primera mano.

Le Carré es muy consciente de sí mismo y de su propia importancia a lo largo de las 460 páginas de la obra, y no abunda en la modestia –una autobiografía modesta sería un oxímoron–, pero tampoco cae en la autocomplacencia y casi nunca en el ajuste de cuentas. «El recuerdo puro sigue siendo tan difícil de aprehender como una pastilla de jabón mojada. O al menos lo es para mí, después de toda una vida de combinar las experiencias con la imaginación», dice, poniendo la venda después de las heridas.

Su infancia

Porque a pesar de que rehúye y finta todo lo posible alrededor del factor más definitorio de su vida, la figura de su padre, no consigue hurtar del todo el cuerpo a las estocadas que le devuelve el combate con la memoria. «Un estafador con la cabeza llena de pájaros que entraba y salía de la cárcel, y que más adelante me llamaría por teléfono desde prisiones en el extranjero para suplicarme que le diese dinero». Así describe a Ronnie –el nombre de pila, nunca padre o, por descontado, ningún apelativo cariñoso–, un hombre que pegaba frecuentemente a su madre, ante cuya puerta el minúsculo David montaba guardia por las noches con un palo de golf para intentar evitar las palizas que le propinaba cuando regresaba a altas horas de madrugada.

Las guardias surtían escaso efecto, claro. «Ciertamente Ronnie también me pegaba, pero solo unas pocas veces, y con poca convicción. Era el proceso de preparación lo que realmente asustaba: el descenso y recolocación de los hombros, la mandíbula que se adelantaba».

Con ese panorama y una madre poco agradecida que le abandona a los cinco años, no es de extrañar que la infancia y primera adultez del joven David fuese un páramo emocional y afectivo. «Mi hermano era el único padre que conocí», añade el autor.

Quizás es esa ausencia de amor la que le arroja en brazos de la patria. A los 17 años, cuatro después del final de la guerra, se describe a sí mismo como el mayor patriota británico del mundo occidental. «Desenmascarábamos espías alemanes en nuestras filas y hacíamos Corps –entrenamiento militar en uniforme– dos veces por semana».

Esos juegos infantiles narrados con distancia irónica le preparan, no obstante, para el momento en el que «una maternal funcionaria de treinta y tantos años llamada Wendy» recluta al niño perdido en Berna, adónde había huido unos años atrás. El Intelligence Corps en Austria será su nuevo hogar, y el interrogatorio de desertores del Telón de Acero su nueva ocupación.

Escritor y espía

Así comienza un viaje que le convertirá en un escritor que antes fue espía. Muchas personas quieren ver a Le Carré como un espía que se convirtió en escritor, entre ellos el propio Denis Healey, exsecretario de Defensa británico, quien le acusó en una fiesta de ser espía comunista, o muchos compañeros del MI6, que le acusarán del mucho menos exclusivo pecado de ser «un tremendo cabrón», queriendo referirse a que hubiese retratado fielmente a los espías británicos y refiriéndose realmente a haber retratado fielmente a los espías británicos con éxito.

Pocas cosas hay que un espía odie más que a un traidor, lo cual es deliciosamente adorable, ya que un espía dedica una buena parte de su tiempo a conseguir que otros traicionen a los suyos. Por eso el joven David fue percibido por los propios como un elemento peligroso cuando sus novelas se convirtieron en éxitos internacionales, a pesar de que él había seguido escrupulosamente las normas del MI6, publicando con seudónimo y omitiendo cualquier hecho relevante o secreto que obrase en su poder.

Por supuesto, la ficción puede que no contenga ni un solo hecho cierto y tener más verdad que todas las páginas de un periódico repleto de ellos. Quizás por ese motivo David acaba renunciando al MI6. Otro posible motivo fue que «El espía que surgió del frío» le hizo inmensamente rico, y fichar cada día en un puesto de funcionario cuando uno se ha construido un chalé de lujo a pie de pista en los Alpes suizos se hace un poco cuesta arriba.

Llegada a Hollywood

Y el dinero comenzó a entrar en oleadas cuando Hollywood descubrió su obra. Desde la primera adaptación de «El espía…» en 1965, hasta las recientes «Un traidor entre nosotros» y «The Night Manager», ambas de este mismo año, llevamos más de medio siglo viendo versiones de sus novelas en la gran pantalla, casi siempre de gran calidad.

Aunque la meca del cine nunca ha sido un destino agradable para Le Carré, que lamenta más las películas que grandes directores prometieron y dejaron de hacerle que las que realmente le hicieron: «Hollywood es experta en silencio».

Como les decía antes, el autor de esta imprescindible «Volar en círculos» es un escritor que fue espía accidentalmente. Le Carré afirma que llevaba el espionaje en la sangre, lo que le llevó a entrar primero en el MI5 y finalmente en el famoso MI6.

Puede que en esos lugares tan novelescos y fascinantes, y en los hechos de su vida que tan profusamente relata en la obra, Le Carré afirme encontrarse a sí mismo. Pero no es verdad. Quizás ese del que habla sea David Moore Cornwell, pero el hombre que escribe esas líneas, Le Carré, es un escritor de nacimiento, y uno de los grandes, cuya mirada da forma al hecho, y no al revés.

Vean, si no, este párrafo: «Cuando acurrucado en un refugio subterráneo junto al río Mekong oí golpear las balas contra el fango de la orilla por primera vez en mi vida, no fue mi mano la que consignó mi indignación en un cuaderno sucio, sino la de mi valiente héroe de ficción, el corresponsal de guerra Jerry Westerby, para quien ser tiroteado formaba parte de la rutina diaria».

Así no habla un espía, por más que el joven David dirigiese interrogatorios, pinchase líneas de teléfono, allanase casas y ayudase a otros espías. Quizás David Moore Cornwell fuese la paloma que entrase en el túnel, capturada del alero. Pero la paloma que sale al otro extremo, la que esquiva las postas de los cazadores y vuela, libre de la carga de su apellido, en dirección al mar, la libertad y la inmortalidad, es John Le Carré.

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Las mejores obras de John le Carré

 

El legendario escritor británico John Le Carré, que se inspiró en sus propias vivencias como espía para crear algunas de las mejores obras de intriga de la literatura en el siglo XX, ha fallecido a los 89 años fruto de una neumonía. Su gran creación fue el personaje de Georges Smiley, protagonista de sus más célebres novelas (el jefe de los Servicios de Inteligencia británicos señaló hace unos años que lo prefería a James Bond). Aquí va una pequeña bibliografía selecta para adentrarse en el autor que mejor ha captado las tensiones que atravesó el mundo durante la Guerra Fría, entre otros temas:

Llamada para un muerto (1961)

Primera aparición de George Smiley, en una historia sobre espías de Alemania del Este infiltrados en el Reino Unido.

El espía que surgió del frío (1963)

Todo un clásico de la novela de espías y obra maestra del género. Perfecto retrato del espionaje durante la Guerra Fría. Fue su tercera novela y la que le catapultó a la fama con un espía, Alec Leamas, alejado de los tópicos con los que habitualmente se relaciona al mundo del espionaje. La trama se sitúa durante los primeros años de la guerra fría en Berlín, donde Leamas es el responsable de mantener a sus agentes dobles protegidos y con vida, pero los alemanes del Este empiezan a matarlos y su superior le pide que vuelva a Londres para una nueva misión.

El topo (1974)

La tercera parte de la serie del espía George Smiley y la primera de la trilogía «Karla» está considerada una de las mejores novelas negras de todos los tiempos. Smiley, forzado a retirarse por el fracaso de una misión, regresa para atrapar al topo que creen que hay en los servicios secretos del centro en Moscú.

La chica del tambor (1983)

Una intensa novela ambientada en la época más activa del terrorismo palestino. La acción arranca tras la masacre de Munich y recrea la época más activa del terrorismo palestino. Khalil, un misterioso y audaz terrorista, mantiene en jaque a los servicios secretos israelíes. El Mossad, poniendo en práctica un plan tan maquiavélico como inteligente, capta los servicios involuntarios de Charlie, una actriz inglesa de poca monta y vida bohemia. Charlie es sometida a un durísimo entrenamiento psicológico para que consiga, aun sin saberlo, lo que nadie ha conseguido: atrapar a Khali

La casa Rusia (1989)

Historia de espionaje y contraespionaje con la Perestroika como telón de fondo. Junto al espionaje, el maestro de la novela negra introdujo una historia de amor a merced de los vaivenes de la guerra fría y a uno de sus protagonistas más sorprendentes, Scott «Barley» Blair, un pequeño editor inglés, borrachuzo y pionero de los negocios con la Rusia comunista, con un científico ruso que parece querer pasar sus secretos a Occidente utilizando a una bella mujer. En medio de todo ello, los servicios secretos británico y estadounidense, sobre todo la llamada «La casa Rusia» del Reino Unido que se encarga de interrogar a Barley y luego de controlarle.

El infiltrado (1993)

Le Carré abandona la Guerra Fría y centra su novela en el tráfico de armas.

El sastre de Panamá (1996)

Le Carré reflexiona con humor y pesimismo sobre el espionaje en los años noventa, que él consideraba una mera caricatura del que protagonizó en sus años de ejercicio, durante la guerra fría. Ambientada en la época en la que llega el final de la explotación por parte de Estados Unidos del Canal de Panamá, mezcla la sastrería de Harry Pendel, cuyo probador es casi un confesionario, con las intrigas de agente Andy Osnard.

El jardinero fiel (2001)

Todo empieza con el asesinato de la joven Tessa Quayle en el norte de Kenia y con la desaparición de su supuesto amante africano y compañero de viaje, un médico al servicio de una ONG. El marido de Tessa, aficionado a la jardinería y diplomático destinado en la embajada británica de Nairobi, emprende su particular aventura para descubrir a los asesinos y sus motivos.

Un hombre decente (2019)

En su última novela publicada, Le Carré construye en «Un hombre decente» (Planeta) una novela de espías ambientada en el Londres de 2018 con el trasfondo de Trump, el Brexit y el papel de los espías ante la amenaza de Moscú. El maestro de la intriga y el espionaje quiso centrarse en un Reino Unido dividido por el «brexit» y controlado por un gobierno conservador minoritario de «diez gruñones».

 

 

 

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