Muere el pionero del rock Jerry Lee Lewis, a los 87 años
Autor de 'Great Balls of Fire', que dio título a una película sobre su vida, fue uno de los pianistas más influyentes del siglo XX
Cinco éxitos eternos de Jerry Lee Lewis, el último superviviente de la edad de oro del rock and roll
Como si hubiese estado esperando una señal divina, justo horas después de recibir de manos de Kriss Kristofferson el testimonio de su ingreso en el Country Hall of Fame, Jerry Lee Lewis (1935-2022), el hombre que bailó el ‘boogie’ con el diablo, el último superviviente del primer del rock and roll, ha dicho basta . El de Luisana, eso sí, se resistió lo suyo y murió dos veces: primero por la mañana, en una falsa alarma aireada por ciertos portales sensacionalistas, y luego, ya de verdad, con confirmación oficial de publicista y familia, por la tarde.
Tenía 87 años, unas manos como atravesadas por cables de alta tensión y una leyenda de las que quitan el hipo: sólo él podía presumir de, por ejemplo, haber estampado su coche contra la mansión de Elvis Presley mientras blandía una Magnum 357, la misma pistola con la que disparó a su bajista Butch Owens en 1976.
«Lewis era un vándalo cuya alma se debatía entre el Espíritu Santo y las tentaciones del demonio, este último en forma de piano boogie-woogie», dejó escrito Greil Marcus en el prólogo de ‘Fuego eterno’, la fabulosa biografía que Nick Tosches dedicó a ‘The Killer’.
Con un sobrenombre así, ya imaginarán por dónde irán, con perdón, los tiros.
Santo pecador y diablo encarnado para las primeras generaciones de padres que tuvieron que lidiar con el aullido primitivo y libidinoso del rock and roll original, Lewis llevaba décadas fuera de juego y su nombre había caído en el olvido, pero su historia es de las que dejan huella y alimentan la mitología de la música popular.
En misa y repicando
Hijo de granjeros y criado en la precariedad en Ferriday (Luisiana), creció temeroso de Dios, asistió a campamentos cristianos y fue educado en la fe hasta que tuvo la feliz idea de sentarse al piano y acelerar el tempo del himno ‘My God Is Real’. Aquella pequeña rebelión le costó la expulsión del instituto bíblico de Texas, pero le abrió las puertas del paraíso. Del paraíso del rock and roll, claro.
En 1957, con apenas 22 años, grabó ‘Whole Lotta Shakin’ Goin’ On’ para Sun Records, hizo historia con una de esas canciones que quedan cosidas para siempre jamás en la memoria de la cultura popular, y acto seguido, cuando estaba a punto para conquistar el mundo, tiró su carrera por el retrete. Un año antes se había codeado Elvis Presley, Carl Perkins y Johnny Cash, junto a los que integraría el llamado Million Dollar Quartet, pero Lewis, mujeriego, colérico e impulsivo, tuvo la feliz idea de casarse con su prima segunda de apenas 13 años. Para entonces, el músico ya acumulaba tres matrimonios (al final acabarían siendo siete), pero aquella fue la gota que arruinó su carrera y lo convirtió en un paria a ojos del público.
Más de una década tardó en reconciliarse con la América blanca, aunque para ello tuvo que abjurar del diabólico rock and roll y pasarse al country. No tardaría en volver a hacer de las suyas y cambiar la culpa contrita por el boogie despendolado, pero sus mejores (y peores páginas) llevaban décadas escritas: ‘Great Balls of Fire’, los cócteles de whisky y anfetaminas, ese piano en llamas sólo para incordiar a Chuck Berry… «Arrastro al público al infierno conmigo», dijo el propio Lewis antes de ver la luz por enésima vez en un nuevo intento por salvar su alma. Habrá que ver qué puertas se le abren cuando llegue la madrugada.