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Muere la actriz y cantante Jane Birkin a los 76 años

La artista, después de vivir más de medio siglo en Francia, fue una personalidad profundamente parisina, simpática y seductora

‘Jane por Charlotte’: Birkin, en la mirada de Gainsbourg

Los secretos y confesiones de la musa de Serge Gainsbourg

 

Jane Birkin (Londres, 1946), cantante, actriz, personalidad legendaria por su carisma y simpatía, fue encontrada muerta ayer por la mañana en su domicilio parisino. Tragedia última para una leyenda dorada. Hace días, Birkin anunció la anulación de sus próximos conciertos con un comunicado muy personal: «Sigo siendo muy optimista, como siempre. Dicho eso, soy consciente de que necesito algunos días para ser capaz de volver a estar en escena, con vosotros…». El dolor de una enfermedad que se agravaba, maquillado con la elegancia de una sonrisa.

Hija de un antiguo oficial de la Royal Navy y una madre que fue musa de Noël Coward, Birkin se instaló en París al final de los años 60 del siglo pasado, casada, a los diecisiete años, con el compositor John Barry, trece años mayor, padre de su hija Kate. Ese primer matrimonio no duró mucho. Birkin conoció pronto a Serge Gainsbourg, cantante, el hombre de su vida, que la ‘raptó’, en Londres, durante un viaje de promoción artística. Fueron una pareja tan célebre como escandalosa. Iconos, a dúo, de un París nocturno que duró poco menos de veinte años. Ella aparecía en Chez Castell, en la rue Princesse, a dos pasos de la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, con unos vestidos de seda transparente, sin mucha ropa interior, diminuta, siempre.

La pareja Birkin-Gainsbourg tuvo una hija, Charlotte, cantante, como sus padres, pero solo duró una larga década. Gainsbourg corrió en desordenada búsqueda de otras mujeres. Birkin formó pareja sentimental con el director de cine Jacques Doillon, padre de su hija Lou Doillon. Tras la ruptura de esa segunda gran aventura amorosa, entre 1980 y 1992, Birkin decidió vivir su vida definitivamente libre. La separación física afirmó de manera más profunda, si cabe, el respeto, amor y devoción con el que ella consagró buena parte del resto de su vida a cantar y admirar la obra que hicieron juntos y la obra que Gainsbourg no llegó a cantar o publicar en vida.

Los primeros dúos de la pareja, como el legendario «Je t’aime… moi non plus» (1969), que Gainsbourg comenzó cantando con Brigitte Bardot, consagraron la crónica y el exhibicionismo musical más radical chic. Birkin podía permitirse, con una sonrisa infantil o adolescente, unas libertades que la clientela más conservadora podía considerar sencillamente obscenas. Aquellas libertades, que hoy pudieran parecer infantiles, le dieron una fama que tendría muchos otros flecos de diversa índole. La actriz participó en poco menos de cien películas, con cierto éxito, sin llegar a rodar obras mayores de la historia del cine. Birkin hizo apariciones significativas, si se quiere, en obras de Antonioni, Godard, Alain Resnais, entre otros, pero nunca llegó a instalarse en el pedestal de las grandes actrices de referencia, muy lejos de Jeanne Moreau o Catherine Deneuve, pero con una extraordinaria personalidad propia, entre frágil, descarada, falsa ingenua, que siempre terminaba por imponerse y seducir. Agnès Varda le consagró un documental famoso, ‘Jane B. por Agnès V’.

 

 

Imagen principal - Muere la actriz y cantante Jane Birkin a los 76 años
Imagen secundaria 1 - Muere la actriz y cantante Jane Birkin a los 76 años
Imagen secundaria 2 - Muere la actriz y cantante Jane Birkin a los 76 años

 

Entre 1969 y 2022, Birkin grabó una treintena de discos y compilaciones, con un éxito cierto. Con su acento profundamente inglés, siempre, después de vivir más de medio siglo en Francia, Jane Birkin fue una personalidad profundamente parisina, cuya simpatía, sinceridad y libertades, seducían a jóvenes y menos jóvenes. Birkin cantó obras de Françoise Hardy, Alain Souchon, Étienne Daho, entre otros creadores franceses, ofreciendo versiones muy propias que encantaban a públicos sedientos de intimísimo sincero, como el suyo.

Desde hacía treinta años, Birkin también defendió causas humanitarias, de los derechos humanos a Sarajevo, donde se cruzó con el último de sus grandes compañeros, el novelista Olivier Rollin. Causas humanitarias compatibles con la agitación publicitaria radical chic, posando como modelo para marcas que aspiraban vender «una revolución tranquila».

Si la joven cantante de los años setenta y ochenta del siglo pasado seducía a los más jóvenes y díscolos, por su alegría libertina, la cantante de la madurez, de los últimos quince o veinte años, seducía definitivamente a todos los públicos, incluso los más maduros, nostálgicos de las leyendas áureas de una lejana juventud. Con los años, Birkin quizá perdió parte de su alegría juvenil, para ganar en profundidad y humanismo, con cierta gravedad melancólica. Quizá esa evolución le confiere un puesto muy particular en la escena de la música ligera francesa del último medio siglo.

 

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