Mujer, el concepto olvidado
Los feminismos que supuestamente se levantan para defender a la mujer, ya no saben qué es ser mujer. De hecho, repudian lo esencial de serlo.
Marcha en conmemora Día Internacional de la Mujer 8M, Valparaíso. Credit: Agencia Uno
Este 8 de marzo se conmemoró ya el clásico 8M, día internacional de la mujer proclamado por la ONU en 1977 “Día Internacional de los Derechos de la Mujer y de la Paz Internacional”. Vimos lo clásico. Marchas de mujeres abortistas y otros colectivos que se sienten mujeres, pero no lo son, atentando contra la estética de lo femenino. Es parte de la destrucción del concepto. Vimos también a la Coordinadora del 8M hablando de “compañeras” y quitándole el piso al “supuesto gobierno feminista”, ya que ellas sólo lo apoyaron para evitar la arremetida del “fascismo”.
Claramente el movimiento feminista está empapado de izquierdas duras, de ultraizquierda. Muchos dicen es que hay distintos tipos de feminismos, por lo que es casi de mal gusto ser mujer y no decirse feminista. La fecha la celebran todos, como si todo fuese normal y no lo es. Para algunos, no decirse feminista es atentar contra la mujer, no apoyarla a salir de su victimismo estructural al que históricamente ha estado condenada, lo que es per se un análisis marxista.
Pero lo cierto es que el feminismo actual no es por la mujer ni en su defensa. Ni siquiera son capaces de definir lo que es ser mujer. De hecho, la llamada sororidad (apoyo entre mujeres) no es por lo biológico compartido en lo femenino, sino por la comunión ideológica. Sólo se apoya a quienes son de izquierda. Es una causa secuestrada. De hecho, la fecha del 8M fue establecida por Clara Zetkin, en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague como “El Día de la mujer trabajadora”. Una fecha que nació de la mano de la ideologización del movimiento feminista y el emblema de los feminismos de segunda y tercera ola que han buscado diluir lo que es ser mujer. Como diría Edith Stein, ser mujer es un modo de ser del ser personal. Hay un algo objetivo que te hace ser mujer, algo que te define como tal. No somos iguales a los hombres, somos distintas, somos mujeres. Vemos, entendemos y aportamos al mundo desde nuestra feminidad.
La primera ola del llamado feminismo surgió en la búsqueda de la participación política, las llamadas sufragistas. Hay que entender que poco antes, los hombres tampoco votaban, por lo que en la lucha por la democratización política se incorporó a los hombres y luego vino el petitorio, siempre justo, de que la mujer también lo hiciese. Un real triunfo a la igualdad ante la ley y de la democracia liberal, sin duda. Ciudadanos todos. Esta lucha no fue tan fácil, ya que quienes hoy se dicen los “defensores de las mujeres”, no siempre lo fueron. De hecho, los primeros que pidieron la participación política de la mujer fue el mundo liberal y conservador. En el Reino Unido John Stuart Mill, el llamado último liberal clásico, será el gran paladín de la causa. En Chile será el diputado conservador Abdón Cifuentes. En ese entonces, tanto en el mundo como en Chile, las izquierdas no querían que la mujer votase, porque éstas eran muy conservadoras y no votarían por ellos. Desde siempre la causa fue instrumental.
A fines del siglo XIX la izquierda logró penetrar con sus ideas al mundo femenino y surgió un movimiento de feminismos de izquierdas. El mundo sufragista será variado como movimiento, con participación de conservadoras, liberales, socialistas y marxistas. En esta línea se enmarca Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo, marxistas alemanas. La segunda ola de “feminismos” vendrá de la mano de la “reinterpretación estructuralista neomarxista” y se enfocará en el concepto de diferencias en relación con la incorporación de la mujer en el trabajo, visión que apuntaba a la idea de Jürgen Habermass de ver “el Trabajo” como lo que te hace y define. La única fuente de riqueza, muy marxista, sin duda. Ya la propia Simone de Beauvoir consideraba que la batalla de integrarse al trabajo había sido ganada. Pero esta activista de la segunda ola de feminismo dirá: “Una mujer no nace, se hace”, lo que llevará a diluir el concepto. ¿Qué es ser mujer?, ¿cualquiera puede hacerse mujer a voluntad? Preguntas válidas y necesarias para defender en forma real a la mujer.
Con la llamada “deconstrucción”, ideología que supone que el sentimiento hace la realidad y que todo el resto es una construcción social, llega el “feminismo de tercera ola”. Aquí se elimina el concepto de mujer como tal, repudiando la evidencia de lo femenino desde la potencialidad hacia la vida. Repudian la biología y reemplazan los conceptos de sexuado binario por géneros diluidos. Exigen la igualdad sustantiva esencial con el hombre y luego trasladan la tradicional lucha de clases (burgueses v/s proletarios) a la lucha de mujeres contra hombres. Una especie de guerra. Juego de suma cero, visión propia del marxismo.
Pero los feminismos que supuestamente se levantan para defender a la mujer, ya no saben qué es ser mujer. De hecho, repudian lo esencial de serlo.
Ser mujer es un modo de ser personal que desde su biología está potencialmente abierta a la vida. Esa condición biológica marca su modo de ser personal de una manera distinta a la de los hombres. Esto es así, aunque la mujer en cuestión decida no actualizar su capacidad de ser madre.
La nueva ola busca la lucha, la oposición de mujeres y hombres en un enfrentamiento dialéctico. La idea de generar colectivos diferenciados ha ido fragmentando la realidad humana y contraponiéndola unas contra otras. Esto aplica a todos los estancos instrumentalizados desde la ideología, las llamadas minorías que desde la victimización buscan lograr prebendas y privilegios otorgados por el Estado. Aquí y para esto utilizan los “feminismos” y otras reivindicaciones identitarias. Esta segmentación no le hace bien a la sociedad y tampoco a las empresas, termina con la real diversidad.
La realidad está constituida por hombres y mujeres y cada uno desde su modo de ser masculino y femenino son un aporte de lo diverso. Esto da riqueza a toda realidad, a la sociedad y sin duda a la empresa. Las las leyes de cuotas obligan a fragmentar de modo constante y torcer lo real, eliminan el mérito a favor de la cuota. Achatan hacia abajo y aseguran estancos no merecidos. Eso es lejano a la realidad misma, toda ideología lo es.
Con todo esto que es instrumental, se olvidó el concepto de mujer. ¿Qué es ser mujer? ¿hay algo que distingue a las mujeres como tales? Si es así, no somos iguales a los hombres. Por supuesto que somos diferentes, ¡somos especiales! Ser mujer es un modo de ser, que marca a la persona individual desde lo femenino para entender y aproximarse a la realidad. No somos iguales a los hombres, somos distintas, somos mujeres. Ser mujer es parte de nuestra naturaleza como persona, que como ser potencialmente abierto a la vida, se actualice esta potencialidad o no, tiene una visión incluyente y acogedora. Nuestra mirada del mundo enriquece todo espacio y sin duda mejora el mundo. No podemos defender a la mujer y olvidar lo que ésta realmente es.
Magdalena Merbilháa : Periodista e Historiadora UGM. M.A. Education, Kingston University, Londres, UK. Associate Director IERG Simon Fraser University, Vancouver, Canada. Directora Red Cultural Universidad Finis Terrae.