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Murillo: Los diez mandamientos posmodernos

Esta es palabra posmoderna. He aquí el contenido de la tabla que me fue entregada en código Java script y que he traducido para compartirlo con ustedes como me fue ordenado.

Primero. Amarás a tu Smartphone por sobre todas las cosas.

Yo soy tu teléfono inteligente que te saqué del analfabetismo digital, de la incomunicación, de la jodidez y de la soledad. Vivirás junto a mí de día y de noche. Seremos uno en pensamiento, palabra, obra y omisión. Te referirás a mí como si fuéramos un ser indivisible; por tanto cada vez que llame, vibre, suene o me encienda, tú te preguntarás ¿soy yo, yo soy el que soy?

Ay de ti si me olvidas o me abandonas porque te dejaré en el desamparo; te sentirás aislado, idiota, dependiente, deprimido y ansioso y sobrevendrá la desgracia a toda tu descendencia.

Segundo. No tomarás crédito bancario en vano porque no dará el banco por inocente a quien así lo hiciere.

Te endeudarás tres, cuatro o hasta cinco veces más allá de tu capacidad de pago y yo haré que tus tarjetas, tus cuentas por pagar y tus objetos inútiles se multipliquen hasta tu tercera y cuarta generación. Tu casa será mía, tu auto será mío, tu carrera universitaria será mía, tus rellenos de bótox serán míos, tu ropa será mía, tus vacaciones serán mías, y sí, también tu Smartphone será mío.

Si osaras dejar de pagar serás trasladado del infierno del crédito revolvente al infierno del buró de crédito y —tal como le ocurrió al amado Job— te sobrevendrán tragedias, miserias, y peor aún que si contrajeras la lepra, te infectarás con esa temida enfermedad llamada Sin-poder-adquisitivo y aún los que amas se tornarán contra ti.

Tercero. Santificarás las temporadas de rebajas, las ventas nocturnas, el buen fin y todas las fiestas de consumo que se te impusieren como San Valentín o el Día de las Madres.

Catorce días trabajarás y reunirás tu salario, más el día quince te dedicarás a despilfarrar tu dinero como poseído. Comprarás objetos para todos. No te olvides de ti, ni de tu hijo, ni de tu hija, ni de tu hije, ni de tu bestia o mascota ni del extranjero o pariente lejano que esté dentro de tus puertas.

Compra todo, compra sin control, no importa que no lo necesites: para eso trabajas y para el señor tu Dios Smartphone.

Cuarto. Superarás a tu padre y nunca te destetarás de tu madre para que tus días de soltero y eterno adolescente se alarguen sobre la tierra.

Serás mejor que tu padre: más alto, con más dinero, con un grado académico mayor al de él para demostrarle que eres el mejor resultado de su inversión o para corregirle la plana en secreto.

Idolatrarás a tu Santa Madrecita y la venerarás con entrega, devoción y fanatismo. Ella es perfecta, buena, todopoderosa, sin mácula ni fallas. Acuérdate de ello especialmente el diez de mayo.

Quinto. No matarás pero tampoco te conmoverás ante la muerte.

Cincuenta mil muertos, sesenta mil muertos o cien mil muertos en tu país te dejarán impávido, indiferente. Fosas llenas de cuerpos calcinados y decapitados te merecerán apenas un comentario o tal vez ni eso. Están allá, están lejos, no son tuyos.

Tolerarás la violencia más allá de lo comprensible porque a ti te parecerá normal. Pero te ofenderás y te dolerás hasta la transmutación si vieres imágenes de un animal de compañía herido o muerto.

Sexto. Dejarás que el sol se ponga sobre tu enojo. Te enfurecerás, manifestarás tu ira tres veces al día: al despertar, al tomar los alimentos, al caer la noche y aun después de meterte en la cama.

Regañarás, con tu diestra y tu siniestra, en Twitter, en Facebook, en Instagram, en Tik Tok, en grupos de WhatsApp y en tu propio canal de YouTube. Te mostrarás colérico y dejarás salir todo el fuego de tu ira aun cuando tus intervenciones en las redes sociales sean para promover un mundo más amable, incluyente y mejor.

Y si no encontrares razones propias para el enojo, tomarás partido por el enojo del prójimo y te sumarás a su rabia para pedir amor o empatía o inclusión. Desde la ira, siempre desde la ira incendiaria, recuerda que la amabilidad es sinónimo de tibieza y a los tibios el señor los vomitará de su boca.

Séptimo. No robarás a lo pendejo y sin que el sistema te ampare. No robarás si no es conforme a la ley (de Telecomunicaciones, de Hidrocarburos o de Explotación del suelo).

No robarás a menos que seas delincuente de cuello blanco, tengas un cargo en un partido político, seas un empresario monopolizador, un abogado corporativo, un presidente o ex presidente de algún país o seas una empresa de fondos de inversión con nombre extranjero. En todos esos casos la forma de la divinidad llamada Sistema Fiscal y Hacendario estará contigo pues lo que cometes se denomina estafa o fraude, no robo.

Mas ay de ti si robares un kilo de azúcar o un litro de leche en el supermercado, serás condenado al eterno lloro y crujir de dientes por tarugo y por ser tan poco ambicioso.

Octavo. No dirás falso testimonio ni mentirás sin asegurarte de que el GPS esté desactivado.

No olvidarás la omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia de la red que vive en tu Smartphone y que tú mismo has creado para entregarle tu privacidad. Si has de mentir dando señales falsas de tu localización, deberás asegurarte de que no puedes ser rastreado, grabado, fotografiado, etiquetado, likeado ni arrobado por algún idiota detrás de un teléfono inteligente. Si tu pareja te descubriese en el engaño, permanecerán juntos viviendo a toda llama en el infierno del matrimonio, el divorcio es un sacrilegio.

Noveno. No envejecerás.

Atravesarás el desierto de las dietas antioxidantes, los levantamientos faciales, la hormona de crecimiento en cápsulas, las cremas antiarrugas, la inyección de células madre, los suplementos vitamínicos y el ungüento de placenta pero no envejecerás.

Harás que todos los días sean los días de tu juventud aunque para ello tengas que obligarte a creer en la fantasía de que los cuarenta son los nuevos treinta y los treinta son los nuevos veinte.

Romperás tu ciclo vital tratando de evitar lo inevitable y te convencerás de que el tiempo avanza o se detiene a tu antojo aunque con ello te pierdas la belleza transformadora de su paso. No envejecerás pero morirás en el intento.

Décimo. Codiciarás, le echarás ganas y serás exitoso.

Codiciarás los bienes ajenos y te esforzarás por convertirlos en males propios: la casa del vecino, el coche del desconocido, el puesto de tu jefe, los implantes de tu amiga, el viaje de tu primo al mundial de fútbol.

Aunque entrares en grande tribulación por tratar de conseguirlos no te rendirás para no ser arrojado al infierno de los fracasados que por su tibieza fueron vomitados de la boca de la excelencia.

Le echarás ganas y correrás tras el éxito como quien corre hacia el vacío perseguido por una gran bestia de seis cuernos y tres cabezas.

¿Qué es echarle ganas y qué es ser exitoso? Misterios divinos que aún no son develados en el Libro Universal de las Revelaciones pero que lo serán a su debido tiempo. Los tiempos de Dios son perfectos.

Y así habló la profeta posmoderna en representación de los posmodernos, a quienes nos fue dada boca que habla grandes blasfemias, diciendo estas palabras:

No temáis, hermanos, somos la generación de la bondad y el éxito.

 

 

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