Murió Montaner, el liberal que polemizó sin insultar
El periodista y escritor cubano falleció el jueves 29 de junio en Madrid, donde vivía desde hace 50 años. La Gran Aldea reproduce la conversación que tuvo Javier Conde con Carlos Alberto Montaner, contenido que fue publicado en este portal justo un mes antes de su deceso.
“He cumplido 80 años. Padezco Parálisis Supranuclear Progresiva. El nombre lo dice todo”. Esa rara enfermedad cerebral cuyo solo nombre dice todo -o al menos, todo lo que uno puede imaginar en cada una de sus tres palabras terribles- ha retirado del “columnismo” a este bravo hombre de letras y palabras que muy pronto, apenas saliendo de la adolescencia, se desencantó de la promesa redentora de “los revolucionarios” que la mañana del primer día del año 1959 se asentaron en el poder en su patria, Cuba, y ahí siguen. ¿Una batalla perdida?, le pregunto. “No. La batalla perdida es la que no se libra”.
Conversamos por correo electrónico. Él, amable, ha accedido a responder unas cuantas preguntas y promete unas respuestas también breves. Me motiva esa última columna publicada el 7 de mayo y que leí en el portal 14ymedio que la activista cubana Yoani Sánchez fundó hace por estos días nueve años. Luego la releí en El Nacional de Caracas, diario del que ha sido colaborador por décadas. Sé, porque él lo cuenta, que el PSP que sufre le impide hablar sin arrastrar las palabras y leer, aunque no escribir todo lo “bien” -dice, sin que suene a falsa modestia- lo que le ha permitido publicar miles de columnas, además de novelas, ensayos políticos y sus memorias Sin ir más lejos.
Montaner le contó al periodista, escritor y filósofo mexicano Sergio Sarmiento una conversación que sostuvo con su profesor de matemáticas, que había sido viceministro de Fidel Castro, y quien le advierte que todas las personas en Cuba van a tener que tomar una decisión de enfrentarse o apoyar al régimen. Nuestro personaje tiene entonces poco más de 15 años y, ciertamente, toma una decisión que lo marcará para toda su vida. “Había tenido la influencia de unos reportajes impresionantes publicados por la revista Bohemia sobre la entrada de las tropas soviéticas para aplacar la revuelta en Hungría, a finales de 1956”, recuerda.
Después, con ojo crítico, fue observando lo que ocurría en la Cuba revolucionaria: los fusilamientos, la instauración del comunismo. “Me pareció que era importante enfrentarse a ese régimen”, decide, en sentido contrario a una creciente cantidad de jóvenes latinoamericanos seducidos por la aventura “romántica” de los barbudos de la Sierra Maestra, como ocurrió en Venezuela con las juventudes, y no tanto, del Partido Comunista y de la propia Acción Democrática, que vio surgir de su seno al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Una insurgencia contra la democracia recién conquistada que creó focos guerrilleros en las montañas y violentos comandos urbanos. “Fue el error más grande de mi vida”, le escuché más de una vez a Teodoro Petkoff en charlas distendidas una vez cerrada la edición vespertina de TalCual.
Montaner fue a la cárcel y se salvó por los pelos del paredón. Solo tenía 17 años y aún había ciertos escrúpulos, así que lo mandaron a una prisión para menores, de donde pudo escapar, asilarse en la Embajada de Honduras y salir luego de su país. En Venezuela la aventura guerrillera se estrelló pronto contra la indiferencia de mayorías aplastantes, que aprendieron a tramitar mediante el voto sus diferencias políticas. Una parte ínfima de aquella generación siguió la guerra por su cuenta. Irreductibles, viendo traidores en cada esquina. Muchos años después, con la democracia herida de muerte, un militar enigmático y colonizado por el dictador cubano utilizaría aquellos restos, que aportaban “heroísmo” al relato emergente, y se instalaron en el poder. Y ahí siguen desde hace casi 25 años.
“Fidel Castro siempre quiso controlar Venezuela y otros países de la región. Pero, sin duda, Chávez fue un factor entreguista determinante”, me escribe Montaner. Su larga actividad como periodista y escritor, también como activista político, ha estado signada y avivada por aquel enfrentamiento que decidió siendo “un muchachito”. ¿Por qué es tan difícil vencer a las tiranías?, le pregunto y se extiende un poco más que en otras respuestas.
“Se trata de pueblos en los que la sociedad civil ha sido despojada de las herramientas necesarias para luchar contra gobiernos despóticos o totalitarios. Además, en estos tres casos (Cuba, Nicaragua y Venezuela) las fuerzas militares y de represión respaldan, al menos por ahora, los mandatos de estos tiranos. Una vez que se consigue el uso de la justicia, o de la injusticia, para perseguir a los opositores es necesario para el represor el ejército o la policía para sujetar a las fuerzas vivas de cada sociedad. Y eso es muy difícil de revertir”.
“Sin insultos”
Desde los años ‘70 del siglo pasado Montaner reside en España. Vivió la transición española a la democracia que se produjo tras la muerte del dictador Franisco Franco que gobernó con puño de hierro desde el final de la Guerra Civil (1939) hasta su deceso en noviembre de 1975. Se vinculó a grupos liberales y guarda un nítido recuerdo de la primera conversación sobre liberalismo que escuchó de Dionisio Ridruejo, poeta y ensayista que tras ser miembro de la falange española y pelear en el frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial como voluntario de la División Azul que Franco envió en respaldo de los nazis, rompió progresivamente con el franquismo y se sumó a la oposición democrática. “Ridruejo dirigía el grupo socialdemócrata y tenía mucho de liberal”, dice.
Y eso es Montaner, un liberal. Un hombre que encontró en la lectura del economista austríaco Ludwig von Mises un dato revelador. “El lenguaje de las sociedades es el mercado, por su condición de aportar valor a las cosas”. Un sacrilegio en buena parte de esta América Latina que da tumbos doscientos años después de haber alcanzado la independencia y que a su juicio tiene una “insatisfacción raigal con la historia vivida”.
Esa insatisfacción, explica para él, esa manía de devolver el contador a cero y estrenar cada tanto una Constitución que será la mejor de la historia. Como ocurrió en Venezuela, como pasa en Chile, aunque en circunstancias distintas y de gran complejidad política, o como él advierte en Argentina. “La Constitución argentina es de 1853 y es liberal pero hay la tentación de redactar un nuevo texto en vez de enmendar lo enmendable. Las constituciones deben ser amplias y sujetarse a principios y valores, y no a leyes puntuales”.
Vicepresidente de la Internacional Liberal hasta 2012, Montaner compartió periodismo y literatura con su activismo político. A la caída del Muro de Berlín fundó la Unión Liberal Cubana y su figura fue valorada para la futura y deseada reconstrucción democrática en Cuba. Un tiempo que no ha llegado pero por el que él cree vale la pena luchar. “En Cuba, Nicaragua y Venezuela hay personas dispuestas a arriesgar sus vidas por la libertad”.
El valor de la libertad, que entiende como la actuación libre del individuo pero con responsabilidad civil, recorre toda la obra escrita de Montaner, así como sus innumerables conferencias en España, países de América Latina y universidades de Estados Unidos en las que fue profesor. ¿Por qué cuesta tanto defender la libertad individual?, le insisto. “Tal vez porque no somos capaces de medir las consecuencias que puede tener no defender debidamente los derechos individuales. La historia está llena de ejemplos en los que numerosas personas se acogieron a fórmulas colectivistas y autoritarias que arrebataron esos principios individuales”. ¿Nos interpela?
El lector inteligente echará de menos, y mucho, la firma de Carlos Alberto Montaner. “Me ha interesado el cómo decir las cosas que quería defender o refutar. Para mí lo importante en un artículo o ensayo es tener algo que decir que sea mínimamente original y que aporte algo al debate sin insultos ni diatribas”. Nunca, al contrario de tantos, lo intimidó la página en blanco porque siempre tenía un plan previsto sobre lo que quería escribir y desarrollar. “Me gustó escribir de noche y en silencio. Soy noctámbulo”.
Posdata
Al mantener esta breve conversación a la distancia con el señor Montaner -con mis respetos y admiración- recuerdo la primera vez que fui a Cuba. Fue en febrero de 1981. “Turismo revolucionario”, muy apetecido por jóvenes de la región que militamos en esa vana ilusión. Varadero, el Tropicana, La Bodeguita del Medio -¿o será miedo?- , los helados en Coppelia y esa sensación de vigilancia tan sutil como inocultable. ¿Cómo se sale de la jaula, señor Montaner?, le pregunto ahora, cuatro décadas después. “Diciendo que No con fuerza y manteniéndolo toda la vida”.