Nada justifica la violencia: La no violencia es norma de conducta
En sus Reflexiones sobre la no violencia, 2017 Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948), no solo llevó los principios de la ahimsa -no violencia- a su mayor expresión dinámica, sino que la expandió hacia la sathyagraha -sostenimiento de la verdad, el resistir la humillación mediante recursos no violentos-. Ambos términos aparecen en todo su activismo político-espiritual enfocado en la lucha contra el dominador británico de la India. Sus discursos, escritos y plegarias los convocan sin cesar, como parte de una visión trans- formadora de la realidad individual y social. En sánscrito, sathya significa “verdad” y toda la existencia de Gandhi fue una batalla por la conquista de la verdad.
Hacia 1947, en vísperas de la Independencia de la India -gestada, encarnada y universalizada por Gandhi sobre la base de postulados no violentos, lo cual le valió el calificativo de Mahatma (en sánscrito, “magnánimo”)- los poderes de la Gran Bretaña en retirada impulsaron una partición territorial entre hindúes y musulmanes. La violencia irracional inmediata desembocó en el asesinato del Mahatma, maestro de sabiduría y compasión. Abogado de profesión, formado en Londres, vivió y trabajó a fines del siglo pasado en África del Sur, donde ensayó sus primeros pasos de activismo político anti totalitario.
La resistencia pasiva es una espada de múltiples virtudes. Se la puede usar de manera distinta. Atrae bendiciones sobre quien la usa y también sobre aquel en quien se emplea. Sin derramar una sola gota de sangre, obtiene resultados extraordinarios. Es un arma que jamás se oxida y que nadie puede robar.
La no violencia no es una vestimenta que uno se pone y quita a voluntad. Su sede se encuentra en el corazón, y debe ser una parte inseparable de nuestro ser. La no violencia es una norma de conducta necesaria para vivir en sociedad, pues garantiza el respeto a la dignidad humana y permite que progrese la causa de la paz, sobre la base de los anhelos más fervorosos de la humanidad.
El credo de la no violencia se basa en asumir que, en su esencia, la naturaleza humana es una sola y por lo tanto responde infaliblemente a los avances del amor. Para su éxito, la táctica no violenta no depende de la buena voluntad de los dictadores, pues el resistente no violento depende de la infalible asistencia de Dios que lo sustenta a través de las dificultades que, de otro modo, serían insuperables.
En la no violencia, las masas humanas tienen un arma que le permite a un niño, a una mujer e incluso a un hombre decrépito, resistir exitosamente al gobierno más poderoso. Si tu espíritu es fuerte, la simple carencia de fortaleza física deja de ser una desventaja. Nada justifica la violencia. Para alcanzar una victoria, no acepto el más mínimo acto de violencia. A pesar de mi simpatía y admiración por la nobleza de algunas causas, estoy completamente en contra de que se las defienda con métodos violentos, expresó M. Gandhi. En consecuencia, no existe ningún acuerdo posible entre la escuela de la violencia y mis concepciones. La primera condición de la no violencia es la justicia expandida a todo territorio de la vida. Quizás es esperar demasiado de la naturaleza humana. Sin embargo, no creo que sea así. Nadie debería dogmatizar sobre la capacidad de la naturaleza humana para la degradación o la exaltación.
La historia enseña que nos vemos agobiados por los males que sufren los vencidos cuando son oprimidos de forma brutal, aun con las mejores intenciones, cuando se encuentran bajo el fardo de la miseria.
A la dignidad humana se la preserva mejor, no mediante el desarrollo de la capacidad para manejar la destrucción, sino por negarse a la represalia. Es posible entrenar a millones en las oscuras artes de la violencia, lo cual significa la ley de la bestia. Resulta más factible capacitarlos en las artes claras de la no violencia, que es la ley del hombre regenerado. El primer principio de la acción no violenta consiste en no cooperar con cualquier cosa que sea humillante.
No soy otra cosa que un humilde explorador de esa ciencia que se llama no violencia. Sus profundidades insondables no dejan de llenarme de confusión y de maravilla, igual que a mis demás compañeros de investigación.
Mi nombre es Beatriz Pineda Sansone. Nací en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. De niña era inquieta, llena de arrojo. Admiraba a nuestro Arturo Uslar Pietri, quien conducía el programa televisivo Valores Humanos. Su ejemplo ha sido mi norte. Gracias a mis hijas he realizado grandes aventuras a favor de los niños. Creé el Taller Literario Infantil Manzanita que devino en Fundación en 1985. Más tarde, con motivo del nacimiento de un nuevo diario en Maracaibo, fundé Azulejo, el periódico de los niños del diario La Verdad –primera etapa-. Extendí el Programa La Hora del Cuento a centros de arte, museos, universidades, colegios y McDonald’s Padilla de la ciudad con el fin de cultivar en los niños el amor por la lectura, y todas sus destrezas cognitivas, afectivas y psicomotoras.
Más tarde, en 1996, obtuve el título en Filología Hispánica con el premio Summa Cum Laude en la Universidad del Zulia. Cursé estudios de postgrado (2000-2003). Me convertí en articulista de los diarios venezolanos Economía Hoy, Panorama y El Universal.
Soy autora de: Las Memorias del Maestro Ramiro (1979); Desde otro rayo (1992). Universidad del Zulia; Los ojos de la montaña (2011). Entrelíneas Editores, España; La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos (2015). Ediciones de la Torre, España; El Principito y los Ideales. Defensa de la libertad, del amor y del razonamiento (2017). Editorial Verbum, España; La Aventura nunca imaginada de un lápiz (2018). Fundación editorial el Perro y la Rana. Venezuela; Una niña de mi edad (2019). Editorial Tandaia, España. Malika, la más pequeña de la manada (2021). Europa ediciones. Roma.
En la actualidad desarrollo una intensa labor a favor de la lectura a través de las redes sociales: @beapinpaz.escritora, los chats Aventuras Literarias y Café Lectura.