Navega aún el Mariscal Tito
Galeb, el super-yate de 117 metros que formó parte de las excentricidades del Mariscal Tito durante su presidencia de Yugoslavia, ha completado cinco años de restauración en los astilleros de Kraljevica, en Croacia, para compartir con la isla de Brioni la memoria del monarca socialista.
Culmina así una trayectoria tan accidentada como la del propio estadista, desde la botadura en Génova en 1938 bajo el nombre de Ramb III y sus primeras misiones como transportador de frutas, porque fue bombardeado durante la Segunda Guerra mientras integraba la flota nazi y, después de 1945, tras un breve pasaje como buque escuela fue requerido por el presidente para su uso personal.
Luego, tras la muerte de Tito y el dramático colapso del proyecto federativo yugoslavo, el Galeb fue transferido al gobierno de la nueva república de Montenegro, que lo vendió a un magnate griego y se lo expropió al cabo de poco tiempo por no cancelar las tasas portuarias y, tras un litigio, fue adquirido por el puerto de Rijeka, que invertiría varios millones para rehabilitarlo como museo flotante.
A bordo, con el rey Balduino de Bélgica y Nasser de Egipto.
En él navegaron más de un centenar de políticos de todo pelaje y celebridades como Sofía Loren y la pareja Liz-Burton, cuando el actor británico encarnó al comandante partisano en la batalla el río Neretva, uno de los momentos cruciales de la resistencia; a bordo se dio el gusto de anclar en el Támesis en 1953 en una visita de estado a Gran Bretaña, y en 1962 fue testigo del nacimiento del movimiento de países no alineados, con la presencia de Nasser y Nehru.
Con Sofía Loren
Con Nikita Kruschev
Igual que el Cadillac donde solía pasear a sus huéspedes por la isla de Brioni para mostrar el parque zoológico montado con los donativos de sus pares internacionales, el Galeb es emblemático del carácter hedonista de un líder autoritario pero muy distante de la crueldad de Hitler o Stalin, por sus raíces mediterráneas y la afición a los placeres de la buena vida.
Caprichos que borraban el recuerdo de la infancia miserable en Kumrovec, un pueblecito en las montañas croatas, las zozobras vividas en el Moscú de las purgas stalinistas y, sobre todo, la resistencia contra el invasor alemán y su rival nacionalista en que estuvo muchas veces cercano a la muerte.
Cuántas confidencias podría contar este Galeb de las conversaciones de Tito con el jet-set mundial en sus paseos por el Adriático, que sin duda masajeaban el ego del humilde pastor al que la historia y un temple de acero elevarían al liderazgo de una utópica federación de pueblos balcánicos, que sólo se mantenía por su férreo control y comenzó a evaporarse mientras en Belgrado estaban todavía los cuatro monarcas, seis príncipes, 31 presidentes, 22 primeros ministros y 47 cancilleres que asistieron a sus apoteósicos funerales, en mayo de 1980.
Varsovia, diciembre 2024.