¿Negociación sin los noruegos, primarias con el CNE y cambio con Maduro?
Mientras el gobierno sigue avanzando en su estrategia de apoderarse de la promesa de cambio mediante la campaña “Venezuela se arregló” , de cara al escenario electoral, reorganizando la estructura del PSUV, y armando el 1×10, que siempre le ha dado resultados positivos, la oposición sigue sin dar señales significativas de avance y sin un discurso coherente y capaz de aglutinar el apoyo de la población. Por ejemplo, con relación a las proclamadas primarias, que fueron parte de los acuerdos del cónclave en Panamá, sigue sin haber avances ni tan siquiera en sus reglas y, paradójicamente, comienzan a surgir cuestionamientos, incluso de quienes en algún momento las demandaban, mientras las “otras oposiciones” tratan de impulsar “otras primarias” organizadas por el Consejo Nacional Electoral, con el beneplácito del gobierno
Al parecer la euforia que contagió a muchos de los que compraron la campaña gubernamental de hace algunos meses que apuntaba a que “Venezuela se arregló”, hoy aparentemente se desinfla. Los mismos empresarios y dirigentes gremiales que a finales del pasado año veían con bastante optimismo la situación del país y de la economía en 2022, ahora, ven con gran preocupación lo que está sucediendo.
El proceso de dolarización que experimentó Venezuela en 2020 y 2021 de alguna manera propició una cierta recuperación de la producción y del consumo. Sin embargo, este año que apuntaba a seguir con el impulso, la curva del crecimiento no se ha presentado tan pronunciada. Se ha observado una ralentización en el sector industrial y algo en el comercio, lo que probablemente responda a las medidas tomadas por el gobierno en cuanto a la dolarización mediante la imposición del Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF), aplicación de excesivos tributos fiscales y parafiscales a las empresas y el aumento de las tarifas de los servicios en divisa, lo que se traduce en mayor inflación y menor capacidad de consumo.
Por otra parte, preocupa el hecho de que hay quienes, con motivaciones diversas, tratan de pasar la página de aquel discurso que pronunciaban al unísono la oposición, los gremios empresariales y otras organizaciones de la sociedad civil: “sin cambio político no habrá cambio económico”, en un intento pragmático por adaptarse y sacar el mejor provecho posible de la realidad actual, afirmando que “sí puede haber cambio económico sin cambio de gobierno”, relegando la democracia a un segundo plano. En esa línea de pensamiento, algunos insisten en las ventajas de modelos como el chino, o en el milagro económico de Vietnam. El argumento para los pragmáticos “optimistas” es que ya que no se puede lograr una transición política, por lo que hay que resignarse con que el gobierno controle el poder mientras les dé libertad para ejercer la actividad económica.
Lo preocupante es que en esa estrategia de “Venezuela se arregló” y el discurso del cambio posible con Maduro en el poder, se empieza a observar una especie de expropiación del discurso opositor sobre el cambio, que ya se ha visto en otras ocasiones, con la gorra tricolor y Somos Venezuela. Y aunque se insista en plantear que con Maduro no hay cambio posible, lo cierto es que este sigue avanzando para contrarrestar esa visión. Lo cual no es difícil tomando en cuenta la crisis de la oposición que sigue paralizada, sin avances relevantes para la población, y luciendo incapaz de impulsar una verdadera transformación en el país.
La convocatoria de Noruega
Las pocas posibilidades de retomar la negociación de México se concentran en el paso dado por Noruega, al llevar a los dos jefes de delegación del país: Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, por el gobierno; y Gerardo Blyde, por la Plataforma Unitaria, al Foro de Oslo que se celebró los días 21 y 22 del presente mes, con la presencia –además- de unos 100 mediadores de conflictos, tomadores de decisiones de alto nivel, expertos y actores de procesos de paz de todo el mundo. Es el foro número 18 organizado por el gobierno de Noruega y el Centro para el Diálogo Humanizado, y cuyo tema central en esta ocasión fue: “Espacios para el diálogo en un mundo polarizado”.
La asistencia a estos foros internacionales se suele utilizar como excusa para traer a las partes a un ambiente seguro para conversar de manera conjunta o por separado, a los fines de evaluar si existen condiciones para retomar la negociación con alguna probabilidad de alcanzar acuerdos, salvando la cara de las partes y los mediadores al no tratarse de una negociación formal en la que puedan generarse expectativas sobre posibles resultados. De estas conversaciones exploratorias, en el marco del Foro de Oslo, y la evaluación que de ellas hagan los facilitadores noruegos, dependerá el regreso a la mesa de negociación en México en el corto o mediano plazo.
La probabilidad de regresar a México luce baja tanto por la asimetría en la relación entre gobierno y oposición, en la que esta última es la parte dependiente de un acuerdo político que para el gobierno tendría costos más elevados que los que tienen las sanciones en la actualidad. En otras palabras, las condiciones necesarias para que se produzca una moderación o retiro de las sanciones implican acuerdos políticos que ponen en riesgo para el gobierno el control del poder, en un momento en que tal control no se ve amenazado por ninguna otra circunstancia predecible.
Es por ello que el gobierno coloca como condición para regresar a la mesa en México, el “reseteo” del proceso, lo que implica cambio de agenda y ampliación de los interlocutores a otras oposiciones y actores sociales, muchos de ellos cooptados por el régimen, con el objetivo de ampliar el número de jugadores y diversificar la agenda, restando peso a las demandas de quienes hoy representan a la oposición y haciendo mucho más difícil concretar acuerdos en lo político. Mientras la representación opositora, de cuya interlocución depende, en buena medida, las decisiones de los Estados Unidos en materia de sanciones, ha sido enfática en señalar que si no se respeta la agenda y metodología acordadas en México, se retirará de la negociación y, por su parte, el gobierno de Estados Unidos advierte que si esto ocurre ellos tampoco tienen nada que negociar. Sin acuerdos políticos, ni Noruega, ni los Estados Unidos, ni Blyde, ni la Plataforma Unitaria seguirán en el proceso.
Primarias o consenso
Mientras el gobierno sigue avanzando en su estrategia de apoderarse de la promesa de cambio mediante la campaña “Venezuela se arregló”, de cara al escenario electoral, reorganizando la estructura del PSUV, y armando el 1×10, que siempre le ha dado resultados positivos, la oposición sigue sin dar señales significativas de avance y sin un discurso coherente y capaz de aglutinar el apoyo de la población. Por ejemplo, con relación a las proclamadas primarias, que fueron parte de los acuerdos del cónclave en Panamá, sigue sin haber avances ni tan siquiera en sus reglas, y, paradójicamente, comienzan a surgir cuestionamientos, incluso entre quienes hasta hace poco las demandaban, mientras las “otras oposiciones” tratan de impulsar “otras primarias” organizadas por el Consejo Nacional Electoral, con el beneplácito del gobierno.
Hasta ahora Omar Barboza, el nuevo secretario ejecutivo de la Plataforma Unitaria, ha estado tratando de reunir a un grupo más amplio de actores y partidos, lo que resulta evidente tras los acercamientos que ha tenido con el exgobernador de Lara, Henry Falcón, dirigentes de Fuerza Vecinal, entre otros dirigentes de partidos emergentes. Pero la realidad es que el resultado de estos intentos por coordinar una estrategia opositora y tener una candidatura unitaria va a depender de cuántos de esos actores están cooptados por el gobierno, pues está claro que quienes dependen del gobierno no van a formar parte ni pactar una estrategia con la Plataforma Unitaria.
En este contexto, es muy probable que se constituyan tres oposiciones: una conformada por la Plataforma Unitaria, sin relación con el gobierno; otra, cooptada por el gobierno, que aunque juega a ser oposición, no lo adversa y depende de él, en ella entrarían, entre otros, la Alianza Democrática y los partidos intervenidos. Y después, podría conformarse una tercera alternativa, menos estructurada, con múltiples actores que prefieren verse como “outsiders”, en donde podrían entrar actores emergentes y hoy desconocidos, además de algunos que ya llevan más tiempo en la escena política como María Corina Machado y Henrique Capriles.
Por el otro lado, es importante entender que el gobierno mueve sus piezas para que el Consejo Nacional Electoral (CNE) sea el encargado de organizar las primarias de la oposición, porque esto le daría mayor control sobre la escogencia de su adversario, ya que no se aceptaría la participación de los inhabilitados, que tienen mayor apoyo por ser los más conocidos, y sobre los electores, ya que se excluiría del derecho al voto a los venezolanos en el exterior, mientras que lo que continúan en Venezuela tienden a abstenerse por desconfianza hacia el ente comicial y las consecuencias de que su nombre aparezca entre quienes participan en una primaria de oposición.
Este es un elemento importante que debe tomar en cuenta la dirigencia opositora venezolana. Y lo otro es que si se quiere tener un liderazgo verdaderamente representativo de la mayoría y con alguna oportunidad de éxito, hay que realizar una primaria abierta, libre, y con integridad electoral para elegir al candidato de este sector en las próximas elecciones presidenciales, porque –tal y como están las cosas- luce imposible que se pueda construir un consenso. En este caso, la elección como mecanismo de arbitraje resulta imprescindible.-