«Ni tan calvo»
Cuando en el seno de un gran movimiento político de hondo contenido popular y liberador surgen infelices divisiones entre dirigentes en discordia, poniendo en peligro la existencia misma del movimiento, hay que exigir con energía que cesen las diatribas, que se subordine la ambición individual o grupal al interés común, que resurja la capacidad autocrítica y que el espíritu de unidad prevalezca por sobre las discrepancias.
Sería una tragedia histórica casi inimaginable –y jamás perdonable—que, en los precisos momentos en que se han ganado importantes victorias parciales y en que el enemigo se encuentra golpeado, confundido y en retirada, se fuesen a dividir los responsables de consolidar y conducir una nueva etapa de aquel frente orgánico de clases oprimidas (fundamentalmente, trabajadores y capas medias) que ha resistido a los despotismos venezolanos desde el gomecista hasta el chavista.
Apartando las rivalidades personales –que nos abstendremos de comentar–, la principal divergencia entre las dos posiciones encontradas se refiere a las prioridades tácticas dentro de una estrategia de lucha de masas sobre la cual ambas están de acuerdo.
Afortunadamente, tanto los voceros de la prioridad electoral como los de la presión callejera no violenta coinciden en que la lucha debe ser profundamente democrática en el sentido de movilizar al pueblo soberano y dejar que éste decida, descartando las ideas conspirativas y golpistas de una minoría de radicales de derecha.
Dentro de esa común aceptación del principio de una lucha democrática de masas, la MUD privilegia la actividad electoral de un modo que algunos consideran demasiado excluyente de otras opciones, mientras los activistas promotores de una movilización popular diversificada, sin dejar de apoyar la participación electoral, consideran que ésta no basta frente a un régimen tramposo y ventajista.
Las cabezas dirigentes de la MUD piensan que en esta coyuntura –en la cual el régimen está consciente de su debilidad, se ve asediado desde todos los lados, y teme ante todo la derrota electoral que lo espera en los comicios parlamentarios— debería concentrarse la casi totalidad del esfuerzo opositor en la campaña (pre) electoral.
Considera riesgoso ofrecer al gobierno oportunidades de valerse de posibles incidentes callejeros violentos –que incluso él mismo podría provocar-, para adoptar eventuales medidas de excepción o de “emergencia” y aplazar “sine die” las elecciones cuya fecha no ha querido fijar hasta ahora. Los dirigentes políticos defensores de estas ideas señalan que, con ello, no quieren negar la necesidad de que la MUD se identifique en mayor grado con todas las preocupaciones y protestas populares y de la sociedad toda.
Asimismo reiteran que apoyan totalmente la exigencia de la liberación de los presos políticos y el cese de la represión. Estos planteamientos bien razonados y razonables son calificados de “entreguistas” por algunos iracundos del otro bando.
Ante todo esto, cabe exhortar a unos y otros a acordarse del consejo que nos da la sabiduría popular: “Ni tan calvo ni con dos pelucas”. Para lograr un sagaz término medio entre la prudencia y la audacia, la dirigencia de toda la oposición democrática debe juntarse para aclarar, delimitar, autocriticar y reconciliar posiciones y ambiciones legítimas. ¡Unidad, unidad, para superar la pesadilla nacional!