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Nicaragua cumple 40 años de revolución con un sandinismo que pocos reconocen

La mayoría de los antiguos dirigentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) toman hoy distancia del presidente Ortega

La revolución de Nicaragua cumplió 40 años este 19 de julio, en medio de protestas contra el Gobierno de Daniel Ortega, al que sus críticos acusan de alejarse intencionalmente de los principios del sandinismo para convertirse en una versión «perfeccionada» de la dictadura somocista.

La mayoría de los antiguos dirigentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) toman hoy distancia del presidente Ortega, a quien comparan con el dictador derrocado Anastasio Somoza Debayle.

Nicaragua ya no es el país analfabeto de la segunda mitad del siglo pasado, pero el dominio de los poderes del Estado, la acumulación de capital y, más recientemente, las restricciones de las libertades públicas, hacen que Ortega sufra igual o más rechazo que Somoza.

El dominio de los poderes del Estado, la acumulación de capital y, más recientemente, las restricciones de las libertades públicas, hacen que Ortega sufra igual o más rechazo que Somoza

«Ortega ha perfeccionado el control del Estado, llevándolo a unos niveles que yo creo que la dictadura de Somoza nunca alcanzó», dice en entrevista con EFE el exdirigente sandinista Luis Carrión, uno de los «nueve comandantes» de la revolución de Nicaragua, ahora disidente.

Carrión considera que la lucha de una aparente mayoría de nicaragüenses contra Ortega es similar a la de los sandinistas contra Somoza, pero con una diferencia: «al otro lado había un movimiento armado y en este caso lo que hay es un movimiento cívico, pacífico, desarmado, que ha sido masacrado por Ortega».

El presidente de Nicaragua se alejó de los principios sandinistas tras perder las elecciones de 1990, que interrumpieron sus primeros 10 años como gobernante, según la también exguerrillera y disidente sandinista Mónica Baltodano.

«El ideario de los jóvenes que participamos en esa lucha es absolutamente abandonado por Ortega desde mediados de los años 90, él se construyó un liderazgo caudillezco, era la antítesis de lo que planteaba Carlos Fonseca (fundador del FSLN)», sostiene la exguerrillera.

Según Baltodano, Ortega «confiscó» el ideario de Fonseca y junto con su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, «se empecinan en hacer creer a los jóvenes que fue él el gran luchador».

Recientemente Murillo afirmó que «la lucha del Frente Sandinista, la lucha de Daniel ha sido, a lo largo de nuestra historia, una lucha por la vida buena, la vida digna, la vida que merecemos los nicaragüenses».

La exguerrillera afirma que los principios de Fonseca permitieron que el nicaragüense se diera cuenta de que es sujeto de derechos y que debe luchar por defenderlos.

Para la escritora y exactivista sandinista Gioconda Belli, la política de Ortega provocó una «involución» de la revolución.

«Una de las cosas más tristes que nos ha pasado en Nicaragua es precisamente la involución de una revolución que hizo y dio tanta esperanza y tanta alegría, pero que tomó un rumbo equivocado a partir de 1990», indica Belli.

«Una de las cosas más tristes que nos ha pasado en Nicaragua es precisamente la involución de una revolución que hizo y dio tanta esperanza y tanta alegría, pero que tomó un rumbo equivocado a partir de 1990»

Carrión explica así el rumbo de Ortega: «Las leyes para él son papel mojado, no importa, es su propia voluntad la que se tiene que hacer».

Baltodano y Carrión coinciden en que Nicaragua necesita con urgencia un cambio en su cultura política que «transforme de raíz una serie de concesiones culturales».

Esos cambios deben «desorteguizar todas las instituciones», de acuerdo con Baltodano, comandante en situación de retiro.

Este 19 de julio los nicaragüenses no planean desbordarse hacia el antiguo centro de Managua para celebrar con los sandinistas, como en 1979, por el contrario, se han «autoconvocado» a cerrar las puertas de sus casas y mostrar rechazo al FSLN 40 años después.

Nicaragua atraviesa una crisis sociopolítica que estalló en abril de 2018, que ha dejado centenares de muertos, «presos políticos» y denuncias locales e internacionales de abusos por parte del Gobierno de Ortega, cuyos detractores piden su salida del poder, mientras que el líder sandinista denuncia un intento fallido de «golpe de Estado».

 

 

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