“Ninguna otra manifestación de la cultura cubana ha sido tan sometida como el periodismo”
Maestro de periodistas, Wilfredo Cancio Isla está consciente de los peligros que se ciernen sobre el gremio. Reconoce las luces y las sombras que han traído las nuevas tecnologías, aunque apuesta por «la verificación de las fuentes pertinentes y la producción de contenidos originales».
Este cubano nacido en Sancti Spiritus en 1960 trabaja en la actualidad como productor editorial de NBC- Telemundo 51 en Miami, aunque tiene un empeño que lo mantiene despierto en las madrugadas, ojeroso e inquieto. CaféFuerte, el sitio digital que gestiona junto a su esposa y varios colegas, cumple cinco años y el contexto es oportuno para hablar con él sobre temas como la prensa, las redes sociales y Cuba.
Pregunta. Transcurridos los primeros cinco años del nacimiento de CaféFuerte, ¿cuán apegado está hoy el sitio a su motivación inicial?
Respuesta. La motivación con que nació CaféFuerte sigue guiando, esencialmente, su rumbo actual, aunque su sorprendente crecimiento en lectores y colaboradores y las propias circunstancias que enfrenta su confección nos han obligado a hacer ciertos ajustes y modificaciones. La idea de crear el sitio corresponde a la periodista y editora Ivette Leyva Martínez, mi esposa.
Yo estaba dejando El Nuevo Herald después de 12 años de trabajo –inconforme con la debacle del diario, agravada por la incompetente dirección que se instaló allí en 2009– y me iba a la producción de televisión. Sentí entonces que podía seguir aportando en la cobertura de temas cubanos con la visión de un reportero investigador, algo que en televisión resultaba más difícil desarrollar de la forma en la que pretendía. Y así nacióCaféFuerte, como una necesidad expresiva, un divertimento con invitación a colegas amigos, pero también con la intención de hacer un sitio independiente de noticias e información que cubriera facetas de la actualidad de Cuba y Miami con una mirada no simplificadora de lo cubano.
«Internet ha favorecido una democratización informativa, pero ha generado un caos, como una autopista donde se transita a doble velocidad y en ambas direcciones»
La intención para marcar la diferencia –no quiere decir que lo hayamos logrado– era penetrar con una perspectiva propia en zonas del acontecer noticioso y producir contenidos únicos que no estuvieran en otras publicaciones. Por supuesto, hemos tenido que ir ajustando el tiro de acuerdo a las posibilidades de mantener este reto, porque en la medida que fuimos creciendo en tráfico y colaboradores, nuestras condiciones de funcionamiento editorial se mantienen intactas: dos personas (a veces una) que editan un sitio apegado a exigencias de actualidad, ambas con empleos a tiempo completo en otro medio periodístico, y que han colado este café arrancándole horas al sueño y al descanso familiar. Sin un centavo para producirlo, solo pura pasión profesional. Todavía me resulta increíble que hayamos podido sobrevivir por cinco años.
P. En una era donde tantos portales informativos y blogs se copian unos a otros las noticias que ni siquiera han comprobado, ¿cómo evitar caer en ese vértigo y mantenerse apegado a la verdad?
R. Digamos que a la verdad menos imperfecta. Internet y la avalancha de portales informativos y blogs ciertamente han favorecido una democratización informativa, pero a la vez han generado un caos, como si se tratara de una autopista donde se transita a doble velocidad y en ambas direcciones. Las redes sociales, que son sin dudas una fuente útil para el trabajo periodístico, también comportan un factor nocivo en la devaluación informativa.
Se ha potenciado una ilusoria convicción de que cualquiera puede construir y generar información noticiosa, sin necesidad de atenerse a los requerimientos mínimos de verificación de fuentes, contextualización de los hechos y normas elementales de narrativa periodística.
La crisis de las entidades periodísticas convencionales –no la provocó Internet, como suele repetirse– corre el peligro de repetirse en los sitios digitales. Pero para ser justos, esta devaluación profesional tiene sus raíces tanto en el deterioro de la figura del periodista como en la competencia que imponen los ratings y los vicios de la improvisación. En lugar de crear más información significativa y contenidos propios, lo que está produciendo es un reciclaje que a la larga termina incrementando el parecido entre unos y otros, albergando todos similares derivaciones de lo mismo. No estoy pensando solo en las publicaciones volcadas a cubrir el tema cubano, porque es una tendencia generalizada.
Creo que solo podremos escapar de ese vértigo de novedad refugiándonos en principios de la profesión que se olvidan con demasiada frecuencia: la verificación de las fuentes pertinentes y la producción de contenidos originales como fruto de la indagación periodística a profundidad. Son antídotos que no fallan.
P. Maestro de periodistas, se encuentra usted a medio camino entre un tiempo analógico y la actual avalancha de redes sociales y kilobytes. ¿Cómo logra un periodista formado en la escuela tradicional adaptarse a tiempos tan tecnológicos?
«La depreciación actual del periodismo no se resuelve solo con tecnología. Hay un sentido de conocimiento y dimensión humana que necesitan ponerse junto a los ‘kilobytes'»
R. De mis años como profesor en la Facultad de Comunicación (otrora Facultad de Periodismo) me gustaría alguna vez pasar revista, porque fueron años de ebullición en los que logramos sacudir los programas de estudio de su vergonzosa sovietización, se recuperaron figuras del periodismo de la República y se animó un espíritu crítico hacia la cacofónica prensa oficial.
Hubo de todo, hasta una histórica reunión con Fidel Castro, en octubre de 1987, que terminó como la fiesta del Guatao. Pero yendo al punto de la pregunta, no hay otra alternativa: adaptarse a la avalancha tecnológica o quedarte rezagado y perecer. Creo que el periodismo atraviesa por una prolongada etapa de transición, que incluye el reacomodo de los medios a los nuevos soportes tecnológicos. Esto, obviamente, está trayendo un cambio de lenguaje, de criterios de edición, de diseño, etcétera.
Entre los formados en una escuela tradicional, hubo manifestaciones iniciales de cuestionamiento hacia los medios digitales, pero eso es una fase superada. El futuro va por ese camino, como sucesivamente irrumpieron el cine, la televisión, el vídeo en el siglo XX. Mi transición comenzó a darse desde la página digital de El Nuevo Herald hasta el salto a CaféFuerte, y de ahí a las redes sociales. Me entusiasma esta irrupción tecnológica, siempre y cuando tengamos una conciencia crítica para distanciarnos y decantar lo auténtico y provechoso de lo banal y repetitivo.
Creo incluso que aún los periodistas no están aprovechando al máximo la información que circula en Twitter y Facebook, por ejemplo, y se limitan muchas veces a replicar, sin ir más allá de la presunta revelación. Pero insisto en que la depreciación actual del periodismo no la vamos a resolver solo con tecnología. Hay un sentido de conocimiento y dimensión humana que necesitan ponerse junto a los kilobytes.
P. De seguro resulta duro sobrevivir como portal periodístico independiente sin subsidios, fondos de ayuda a la democracia ni financiamientos. ¿Cómo lo logran?
R. Un verdadero milagro que solo se explica por la obstinación de persistir y el compromiso con un grupo de colaboradores fieles. Sobrevivimos durante casi dos años sin recibir un centavo. A finales de 2012 hicimos un cambio de formato para poder incorporar anuncios de Google, que nos reportan algo para los pagos mínimos de mantenimiento, pero insuficiente para pagar colaboradores o hacerle mejoras sustanciales al sitio. Nunca hemos recibido fondos de ninguna institución pública, privada o gubernamental. En cinco años de existencia, hemos recibido solo un donativo privado de… ¡75 dólares! Nuestro CaféFuerte ha podido colarse gracias a los propios ingresos personales de sus editores.
«Aunque está emergiendo una hornada de periodistas capaces, la inercia creada por el manto de control sigue pesando demasiado en la mentalidad de los reporteros y editores»
No obstante, los agentes de propaganda y mensajeros oficiales del Gobierno cubano nos siguen metiendo en un saco en el que no estamos. No tenemos grants, ni mecenas, ni patrocinadores. Si algo positivo ha tenido la insolvencia financiera de nuestro sitio es la demostración de que se puede sacar adelante un producto decoroso por estricta pasión y fidelidad hacia la profesión periodística. En este esfuerzo titánico han participado un grupo de amigos y colaboradores, a quienes también debe CaféFuerte su permanencia: Alberto Águila, con quien me inicié en el periodismo deportivo allá por 1974; Raúl Arce, Emilio Morales, Carlos Cabrera, Daniel Benítez, Miguel Fernández, José Alberto Gutiérrez (nuestro sagaz corresponsal en Brasil) y Daniel Palacios, quien fue nuestro hombre en La Habana hasta mediados del 2014, primero encubierto y luego abiertamente identificado.
P. ¿Cuáles son los retos del periodismo cubano hoy, sin distinguir filiación ni posicionamiento, dentro de la Isla?
R. Se me facilita la respuesta al circunscribirla a los retos del periodismo que se hace dentro de la Isla, porque el periodismo sobre asuntos cubanos que se hace desde fuera de la Isla también los tiene y no pocos. Hablando del periodismo en Cuba, necesariamente hay que hacer una distinción entre prensa estatal/oficial y las distintas manifestaciones de prensa independiente que crecen en el país.
Ya sabemos lo que ha dejado la política de uso de los medios de comunicación como instrumentos de conducción política, dirigidos verticalmente en el más rancio estilo leninista del «socialismo real». Ese esquema ha tenido ajustes y promesas, pero básicamente se ha mantenido inalterable desde la nacionalización y estatización de los medios de prensa en Cuba a partir de 1960. Cinco décadas después, el sistema de prensa cubano sigue siendo una plataforma del totalitarismo. Ninguna otra manifestación de la cultura cubana ha sido tan sometida, ninguneada y manejada inescrupulosamente desde el poder como el periodismo. Y aunque es cierto que está emergiendo una hornada de periodistas capaces, verdaderas excepcionalidades en muchos casos, la inercia creada por el manto de control sigue pesando demasiado en la mentalidad de los reporteros y editores.
Va a tomar tiempo despojarse de esas amarras. Congreso tras congreso de la Unión de Periodistas de Cuba se han repetido las calistenias de un cambio en la prensa que remite a la espera de Godot. Hay individualidades que resaltan, pero eso no hace un sistema periodístico. Por ejemplo, ¿qué impide a la prensa cubana cubrir un juicio en un caso como el de corrupción petrolera recientemente revelada por un reportaje a todas luces «orientado» del Noticiero Nacional de Televisión? Y en todo caso, ¿qué le impide a un reportero darle seguimiento al caso, llenando todas las lagunas que dejó el reportaje televisivo?
«Pensando en una Cuba abierta a la democratización de su prensa y su inserción en el libre mercado, me preocupa que el cambio venga aparejado con cierta devaluación y banalización de los contenidos»
Paralelamente, están surgiendo figuras y medios independientes en la esfera digital, lo que ya apunta como un desafío al artículo 53 de la Constitución socialista vigente, respecto a la propiedad estatal y funciones de los medios informativos en el país.
El cautiverio propagandístico de los medios estatales ha derivado en una reacción en cierta prensa de perfil disidente, que ya sea por limitaciones profesionales del periodista o interés particular del medio que acoge sus reportes, ha trocado la búsqueda de información en estrategia de denuncia, con lo cual se desdibujan tanto el periodismo como la estrategia de denunciar.
Pensando en una Cuba abierta a la democratización de su prensa y su inserción en el libre mercado, me preocupa que el cambio venga aparejado con cierta devaluación y banalización de los contenidos de las publicaciones, canales de televisión y sitios digitales a remolque de la publicidad comercial.
Quisiera ser optimista y pensar que hay una posibilidad real para restaurar el espacio público a través de los medios de comunicación y recuperar expresiones modélicas sintonizadas con nuestra mejor tradición periodística, pero sé que va a ser una tarea para soñadores.