No es un caballo de Troya, son cinco contenedores de solidaridad
Cuba se hallaba en medio de una profunda crisis económica mucho antes de la llegada del covid-19. La pandemia solo ha agravado la situación. Por esa razón, cuando supe que se recogía en Florida, Estados Unidos, ayuda humanitaria para enviar a la Isla, llené los formularios y plasmé mis necesidades más urgentes, también las de mi familia, para beneficiarnos con esa donación.
Postulé para recibir la ayuda no solo por las urgencias materiales del día a día sino también porque me siento con derecho a hacerlo, pues varios de mis parientes residentes en Miami participaron y donaron a la iniciativa de Solidaridad entre Hermanos de la Fundación para la Democracia Panamericana. Según anunciaron los organizadores, la ayuda ya llegó a la Isla y ha chocado con un gran muro, el de la arbitrariedad del Gobierno cubano.
Desde que comenzó la crisis del coronavirus los ciudadanos cubanos no hemos recibido ayuda gratuita, ni siquiera mascarillas, gel antibacterial, alimentos o productos de higiene. Nada. Lo poco que ha llegado a las bodegas del mercado racionado lo hemos pagado de nuestro bolsillo y muchas veces a precios bastante elevados en relación con los salarios. En medio del desabastecimiento, el alza del costo de la vida y el transporte público aún cancelado en La Habana, resulta un vía crucis poner cada día un plato en la mesa.
La donación proveniente de Florida está compuesta básicamente de alimentos, medios de protección contra el virus y productos de aseo personal
La donación proveniente de Florida está compuesta básicamente de alimentos, medios de protección contra el virus y productos de aseo personal. A nadie en su sano juicio se le ocurriría decir que en nuestro país no se necesitan estos productos básicos, máxime cuando muchos de estos mismos artículos el Estado los vende en tiendas en divisas y para adquirirlos las personas deben hacer largas colas, exponiéndose al peligro de contagiarse.
A pesar del embargo, el Departamento del Tesoro de los EE UU mantiene un grupo de licencias generales para facilitar la llegada de ayuda humanitaria al pueblo cubano. En esta ocasión las autoridades estadounidenses han permitido el envío de este cargamento solidario, pero ha sido el régimen comunista el que ha retenido la carga en el puerto de Mariel, según denuncian las organizaciones y figuras del exilio que la organizaron.
A las Iglesias cristianas, que serían las encargadas de distribuir las donaciones entre los necesitados, las autoridades aduaneras no les han dado información ni detalles sobre el envío. Esto hace sospechar que la donación será decomisada, o peor aún, vendida más tarde al mismo pueblo que debería ser beneficiario de manera gratuita de este esfuerzo de muchos.
Impedir el ingreso de la carga humanitaria a Cuba podría ser considerado un crimen de lesa humanidad, imprescriptible y de jurisdicción universal, pero esto poco debe importarle a los decisores cubanos. Acostumbrados a ideologizarlo todo y violar todo lo violable, son capaces de privar a sus ciudadanos de recibir ayuda internacional independiente en un momento en que apenas encuentran lo necesario e indispensable para sobrellevar la pandemia.
No han tardado en aparecer declaraciones de organizaciones pro oficialistas, como el Consejo Nacional de Iglesias de Cuba, tildando de «manipulación organizada por intereses mezquinos» la operación humanitaria. Tampoco han faltado criterios en contra de la iniciativa lanzados por el ejército informático del régimen y sus agentes de opinión en las redes sociales. Todos ellos han tratado de crear una matriz de opinión negativa alrededor de la donación del exilio aunque en los medios nacionales no se ha dicho una sola palabra.
No albergo ilusiones de que la ayuda llegue a sus verdaderos destinatarios; es bastante probable que el intento se frustre, tampoco sería la primera vez
Me imagino cómo se sentirán los compatriotas, entre ellos mis familiares, que de manera sincera y desinteresada participaron en esta recogida y el posterior envío de la ayuda humanitaria. Gente que donó su tiempo y recursos por una buena causa: un abrazo de esperanza en momentos de tanta necesidad. No albergo ilusiones de que la ayuda llegue a sus verdaderos destinatarios; es bastante probable que el intento se frustre, tampoco sería la primera vez.
En otros momentos de adversidad la diáspora cubana ha tratado de ayudar infructuosamente y, aunque en esta oportunidad llegaron bastante lejos, es poco probable que el régimen permita que se concrete la entrega y que esos productos básicos lleguen a los miles de familias que los necesitan a lo largo de la Isla.
Ante tanta testarudez oficial vale preguntarse: ¿qué peligro puede suponer que el pueblo reciba estos donativos? Ninguno, pero impedir su distribución es otra de las tantas maneras de demostrar el control que el oficialismo cubano mantiene sobre cada aspecto de la vida nacional. Los voceros de la Plaza de la Revolución han manejado el tema como si se tratara de un cargamento de armas o de material propagandístico. Pero no es un caballo de Troya, son solo cinco contenedores de solidaridad.
De cualquier manera y aunque es poco probable que esos alimentos, medicamentos y útiles de aseo terminen en las manos de quienes los solicitamos y necesitamos, traslado el agradecimiento y la condena por adelantado a un Estado ladrón que se ha apropiado de lo que no le pertenece.