Últimamente se escucha con mucha insistencia eso de que «en España faltan médicos”, pero cuando uno acude a fuentes autorizadas (como puede ser la OCDE), nos damos cuenta de que España es el séptimo país en médicos por mil habitantes (y el vigesimotercero en enfermeros/as); luego, no parece que se esté tan mal.
Superamos en médicos por mil habitantes a países como Francia, Italia, Holanda, Australia, Japón o Canadá, por poner solo algunos ejemplos. Entonces, ¿cuál es el verdadero problema? Pues es sencillo, el problema radica en formular correctamente la frase, que debiera ser algo así como: “En España -debido a la mala gestión política de la pandemia- se necesitan puntualmente más médicos para afrontar esta emergencia”.
Efectivamente, aunque nuestro Gobierno se llena la boca con eso de que la covid-19 no entiende de fronteras, parece que este virus se encuentra especialmente a gusto dentro de las nuestras. Es como si la gestión (o la no gestión) de nuestros gobernantes -a los que el asunto se les ha ido de las manos- hubiera ayudado singularmente a su virulencia entre nosotros y nuestra economía.
Si el caso hubiese sido que el virus atacara a los riñones, tampoco nadie tendría las suficientes máquinas de diálisis. Ningún país tiene ‘suficiente de todo’ para afrontar emergencias sobrevenidas
Todos comprendemos que es utópico esperar que un país esté preparado para una situación como esta. Concretamente, esta pandemia ataca a los pulmones y es lógico que en un primer momento ningún país disponga de los suficientes respiradores para hacerle frente. Si el caso hubiese sido que el virus atacara a los riñones, tampoco nadie tendría las suficientes máquinas de diálisis. Ningún país tiene ‘suficiente de todo‘ para afrontar emergencias sobrevenidas. En este sentido, tampoco tendríamos máquinas quita-nieves suficientes ante un invierno inesperada y atípicamente gélido; ni aviones cisterna suficientes para extinguir incendios en España como los que asolaron recientemente California.
No hay nación ni gobierno que puedan estar preparados para todo, dotados con equipos y personal suficiente para cualquier tipo de eventualidad, pues el coste que supondría mantener inmovilizados todos esos recursos a la espera de una catástrofe sería disparatado.
Eliminar rigideces
Pero lo que sí cabe esperar de cualquier gobierno serio, lo que sí se le debe exigir es que, una vez conocedor de una posible amenaza, actúe con diligencia y anticipación para evitar que sus efectos se agraven, así como que despliegue la suficiente flexibilidad para eliminar rigideces que impidan aumentar puntualmente la disponibilidad de recursos en el menor tiempo posible (adquiriéndolos, improvisándolos o supliéndolos).
En condiciones de normalidad, España tiene una cantidad (y calidad) de médicos suficiente y envidiable por cualquier otra nación. En una situación de emergencia como la que estamos viviendo, de necesitarse más, la solución es importarlos o dejar ejercer a aquellos licenciados que no hayan accedido al MIR o incluso -llegado el caso- a estudiantes de los últimos cursos. Porque hay que ser flexibles, porque situaciones excepcionales requieren respuestas excepcionales. Tampoco ante un incendio dramático se exige el carnet de bombero a los voluntarios que contribuyen a extinguirlo.
Han demostrado un escaso sentido de urgencia para aprovisionarse de equipos y profesionales cuando se han hecho necesarios
En el caso de España la pandemia ha mostrado mayor voracidad por la pasividad e incompetencia de nuestros gobernantes. No solo se vieron desbordados en un primer momento por unas circunstancias que no supieron manejar, sino que también han demostrado un escaso sentido de urgencia para aprovisionarse de equipos y profesionales cuando se han hecho necesarios. Todo ello es fácil de comprobar, habida cuenta de la forma en que otros países de nuestro entorno han gestionado similar situación, así como por simple comparación de resultados.
De haber actuado mas diligentemente y con mayor rigor, probablemente nuestro sistema de salud no se habría desbordado en la medida en que lo ha hecho, y nuestras necesidades de recursos nunca habrían llegado a las mismas cotas. Por ello creo que, una vez retornados a la normalidad, España no precisa de más médicos, aunque sí de mejores políticos.
Planes de contingencia
Igual que se apela a «no legislar en caliente” tras un crimen especialmente repulsivo, yo sugeriría “no dotar de recursos en caliente” sin haber realizado una ‘auditoria forensic’, neutral y seria, sobre todo lo acaecido con la pandemia. Entiendo que es un momento goloso para algunos colectivos que ven la oportunidad de poner sobre la mesa reivindicaciones históricas y lograr mayores recursos del Estado. Pero no dimensionemos nuestros servicios públicos para la excepcionalidad, sino para la normalidad. Eso sí, como antes decía, preparemos planes de contingencia que aporten la suficiente flexibilidad en situaciones de emergencia, como sucedió -de forma ejemplar- con el hospital de IFEMA.
Pero no quiero pecar de optimismo. Confío poco en estos gobernantes que son muy capaces de hacernos pasar de ser el séptimo país de la OCDE en número de médicos por cada mil habitantes a ser el primero. Eso sí, de hacerlo cuando la pandemia haya pasado y ya no sean necesarios. Y con el coste que ello supondría a nuestras mermadas arcas públicas.
Espero que algún día nuestra clase política entienda que, a veces, no se trata tanto de “dotar mas recursos” sino de “saber gestionarlos”… o simplemente “gestionarlos”.