No le creas
Esta es una transcripción editada de un ensayo de audio en The Ezra Klein Show. Puedes escuchar la conversación en inglés siguiendo o suscribiéndote al programa en la NYT Audio App, Apple, Spotify, Amazon Music, YouTube, iHeartRadio o dondequiera que escuches tus pódcast.
Si quieres entender las primeras semanas del segundo gobierno de Donald Trump, deberías escuchar lo que Steve Bannon le dijo a Frontline de PBS en 2019:
Steve Bannon: El partido de la oposición son los medios de comunicación. Y los medios solo pueden, porque son tontos y perezosos, centrarse en una cosa a la vez…
Lo único que tenemos que hacer es inundar la zona. Cada día los atacamos con tres cosas. Morderán una, haremos todo lo que podamos. Bang, bang, bang. Estos tipos nunca… nunca podrán recuperarse. Pero tenemos que empezar con velocidad de salida. Así que tiene que empezar, y tiene que martillar, y tiene que…
Michael Kirk: ¿Cuál era la palabra?
Bannon: Velocidad de salida.
Velocidad de salida. La visión de Bannon sobre este punto es real. El enfoque es la sustancia fundamental de la democracia. En particular, es la sustancia de la oposición. La gente se entera en gran medida de lo que hace el gobierno a través de los medios de comunicación, bien sean los medios tradicionales o las redes sociales. Si se abruma a los medios de comunicación, si se les da demasiados temas para examinar, todos a la vez, si se les mantiene moviéndose de una cosa a otra, no puede surgir una oposición coherente. Incluso pensar de manera coherente es difícil.
Las primeras dos semanas de Donald Trump en la Casa Blanca han seguido la estrategia de Bannon como un guion. El punto es la inundación. El objetivo es el agobio. El mensaje no estaba en una sola orden ejecutiva o anuncio. Estaba en el efecto acumulativo de todo. La sensación de que ahora este es el país de Trump. Este es su gobierno. Sigue su voluntad. Hace lo que él quiere. Si Trump le dice al Estado que deje de gastar dinero, el dinero se detiene. Si dice que la ciudadanía por nacimiento se acabó, se acabó.
O eso quiere que creas. En el primer mandato de Trump, se nos dijo: no lo normalices. En el segundo, la tarea es distinta: no le creas.
Trump conoce el poder de la mercadotecnia. Si haces que la gente crea que algo es verdad, aumentas la probabilidad de que se convierta en verdad. Trump recuperó su gran riqueza interpretando a un temible multimillonario en televisión; se reinventó como un ganador al negarse a admitir que alguna vez había perdido. La presidencia estadounidense es un cargo limitado, pero Trump nunca ha querido ser presidente, al menos no como se define en el Artículo II de la Constitución de Estados Unidos. Siempre ha querido ser rey. Su plan esta vez es interpretar primero a un rey en la televisión. Si creemos que ya es rey, es más probable que lo dejemos gobernar como rey.
No le crean. Trump tiene poderes reales, pero son los poderes de la presidencia. El poder de indulto es amplio y sin restricciones, por lo que podría indultar a los alborotadores del 6 de enero. La protección con agentes de seguridad federal está bajo la discreción del poder ejecutivo, por lo que podría quitársela a Anthony Fauci, Mike Pompeo, John Bolton, Mark Milley e incluso a Brian Hook, un exfuncionario del Departamento de Estado en gran medida desconocido y amenazado por Irán, que donó tiempo al equipo de transición de Trump. Fue un acto de asombrosa crueldad e insensibilidad de un hombre que casi muere por la bala de un asesino —como nunca, para mí, esto fue una radiografía de la pequeñez del alma de Trump—, pero fue un acto que estaba dentro de su poder.
Pero el presidente no puede reescribir la Constitución. En cuestión de días, la orden de ciudadanía por nacimiento fue congelada por un juez —nombrado por Reagan— quien dijo a los abogados de Trump: “Me cuesta entender cómo un miembro de la abogacía puede afirmar inequívocamente que se trata de una orden constitucional. Me deja perplejo”. Un juez congeló la congelación de gastos antes incluso de que entrara en vigor y, poco después, el gobierno de Trump anuló la orden, en parte para evitar el proceso judicial.
Lo que Bannon quería —lo que quiere el gobierno de Trump— es que todo se siga moviendo rápido. Velocidad de salida, recuerda. Si siempre te enfocas en la próxima barbaridad, no puedes analizar de cerca la última. La impresión del poder de Trump permanece; el hecho de que siga pisando rastrillos se pasa por alto. La proyección de fuerza oscurece la realidad de su debilidad. No le creas.
Puedes ver esto de varias maneras: ¿Trump está interpretando un papel, haciendo una apuesta o desencadenando una crisis? Esas son las opciones. No estoy seguro de que él sepa la respuesta. Siempre ha sido un improvisador. Pero si lo tomas como algo calculado, este es el cálculo: quizá esta Corte Suprema, repleta de los magistrados que ha nombrado, le otorgue poderes que ningún presidente en tiempos de paz ha tenido jamás. Tal vez todo esto se vuelva legal ahora que él ha afirmado su legalidad. No es imposible imaginar que esa apuesta salga bien.
Pero las probabilidades de Trump son malas. ¿Y si la apuesta fracasa y sus arrogancias de poder son rechazadas de manera rotunda por los tribunales? Entonces surge la cuestión de la crisis constitucional: ¿ignora el fallo de la corte? Hacerlo sería intentar un golpe de Estado. Me pregunto si tendrán estómago para eso. El retiro de la orden de la Oficina de Gestión y Presupuesto de la Casa Blanca de congelar el gasto sugiere que no lo tienen. Bravuconadas aparte, el capital político de Trump es escaso. Tanto en su primer mandato como en el segundo, ha asumido el cargo con índices de aprobación inferiores a los de cualquier presidente de la era moderna. Gallup sitúa el índice de aprobación de Trump en el 47 por ciento, unos 10 puntos por debajo del de Joe Biden en enero de 2021.
Hay una razón por la que Trump está haciendo todo esto mediante órdenes ejecutivas en vez de presentar estas mismas directivas como legislación para que sean aprobadas por el Congreso. Un ejecutivo más poderoso podría persuadir al Congreso para que eliminara el gasto al que se opone o reformara la función pública para otorgarse a sí mismo los poderes de contratación y despido que busca. Escribir estos cambios en la legislación los haría más duraderos y le permitiría argumentar sus méritos de manera más estratégica. Incluso si el objetivo de Trump es doblegar a la administración pública —deshacerse de sus oponentes y ponerla a su servicio—, le convendría argumentar que solo intenta llevar al gobierno federal la cultura de gestión de alto rendimiento de Silicon Valley. Nunca quieres que una toma de poder parezca una toma de poder.
Pero los republicanos tienen una ventaja de tres escaños en la Cámara de Representantes y una mayoría de 53 en el Senado. Trump no ha hecho nada para acercarse a los demócratas. Si intentara aprobar esta agenda como legislación, lo más probable es que fracasaría en la Cámara, y sin duda moriría antes del obstruccionismo en el Senado. Y eso haría que Trump pareciera débil. Trump no quiere parecer débil. Él recuerda que John McCain lo humilló en su primer mandato al emitir el voto decisivo contra la derogación del Obamacare.
Esa es la tensión que se encuentra en el centro de toda la estrategia de Trump: está actuando como un rey porque es demasiado débil para gobernar como un presidente. Intenta sustituir la realidad por la percepción. Espera que la percepción se convierta en realidad. Eso solo puede ocurrir si le creemos.
La oleada de actividad pretende sugerir la existencia de un plan. El equipo de Trump quiere que se sepa que esta vez están listos. Controlarán los acontecimientos en vez de ser controlados por ellos. Cuanto más de cerca lo miras, menos cierto parece. Ya están luchando y tambaleándose. Ya se están filtrando unos contra otros. Ya nos enteramos de que la directiva de la Oficina de Administración y Presupuesto (OMB, por su sigla en inglés) se redactó, según se informa, sin la aportación ni la supervisión de funcionarios clave de Trump. “No pasó por el proceso de aprobación adecuado”, dijo un funcionario del gobierno a The Washington Post. Que ese sea el proceso y el producto de una iniciativa emblemática en la segunda semana del segundo mandato de un presidente es vergonzoso.
Pero no solo se trata de la directiva de la OMB. El gobierno de Trump está librando una guerra inmediata contra la burocracia, tratando de sustituir al “Estado profundo” que cree que lo obstaculizó en el primer mandato. Una gran parte de este proyecto parece haber sido subcontratado a Elon Musk, quien está aplicando en el gobierno federal las tácticas que utilizó en Twitter. Tiene antiguos colaboradores suyos en la Oficina de Administración de Personal, y el correo electrónico enviado a casi todos los empleados federales incluso reutilizaba la línea de asunto del correo electrónico que envió a los empleados de Twitter: “Fork in the Road” (“Bifurcación en el camino”). Musk quiere que sepas que fue él.
El correo electrónico ofrece a millones de funcionarios públicos una ventana de retiro: si aceptan renunciar, al menos en teoría podrán cobrar su salario y sus beneficios hasta finales de septiembre sin trabajar. La cuenta del Departamento de Eficiencia Gubernamental en X lo describía así: “Tómate las vacaciones que siempre quisiste, o simplemente ve películas y relájate, mientras recibes tu salario y beneficios gubernamentales completos”. The Washington Post informó que el correo electrónico “tomó por sorpresa” a muchos en el gobierno de Trump, quienes normalmente habrían consultado un aviso de ese tipo.
Sospecho que Musk piensa que los trabajadores federales son una enorme masa de ideólogos woke. Pero la mayoría de los trabajadores federales tienen muy poco que ver con la política. Alrededor del 16 por ciento de la fuerza laboral federal está en el sector de la salud. Se trata, por ejemplo, de enfermeras y médicos que trabajan para el Departamento de Asuntos de los Veteranos (VA, por su sigla en inglés). ¿A cuántos de ellos quiere perder Musk? ¿Qué planes tiene el VA para atraer y capacitar a sus sustitutos? ¿Con qué rapidez puede hacerlo?
La Administración del Seguro Social tiene más de 59.000 empleados. ¿Musk sabe cuáles son esenciales para las operaciones e inusualmente difíciles de sustituir? Un resultado probable de este plan es que mucha gente talentosa que trabaja en empleos no políticos y podría ganar más en otros lugares, tome las largas vacaciones y deje los servicios gubernamentales en ruinas. Twitter funcionó mal tras la adquisición de Musk, con interrupciones y errores más frecuentes, pero las interrupciones de la plataforma no son un escándalo nacional. Cuando la atención médica del VA se degrada, sí lo es. Haber lanzado este ataque a la función pública de una manera tan ruidosa, notoria y descarada es asegurarse la culpa si algo sale mal.
Lo que Trump quiere que veas en toda esta actividad es autoridad. Lo que realmente hay en toda esta actividad es caos. No tienen una reserva secreta de concentración y atención que el resto de nosotros no tenemos. Se han convencido de que la velocidad y la fuerza son una estrategia en sí mismas, que son, en cierto sentido, un remplazo de una estrategia real. No les crean.
Hace un par de meses tuve una conversación con alguien que sabe cómo funciona el gobierno federal mejor que nadie. Le pregunté qué es lo que le preocuparía más de las decisiones de Trump. Lo que me dijo es que le preocuparía más si Trump fuera lento. Si comenzara su mandato haciendo cosas que lo hicieran más popular y debilitaran y confundieran a su oposición. Si tratara de fortalecerse para las elecciones de mitad de mandato mientras expandía lentamente sus poderes y socavaba el Estado profundo donde era más débil.
Pero no lo hizo. Así que la oposición a Trump, que parecía tan apática tras las elecciones, está empezando a despertarse.
Hay un subreddit para empleados federales en el que una de las publicaciones principales dice: “Esta no ‘compra’ realmente parece haber sido contraproducente. Seré honesto, antes de que se enviara ese correo electrónico, estaba buscando cualquier manera de salir de este nuevo infierno. Pero ahora estoy entusiasmado por hacer que estos matones se sientan lo más frustrados que se pueda”. Mientras escribo esto, la publicación ha sido votada a favor más de 39.000 veces y un funcionario tras otro se hace eco de ese sentimiento.
Esta semana, en Iowa, los demócratas lograron un escaño en el Senado estatal en un distrito que Trump ganó fácilmente en 2024. El intento de congelación del gasto devolvió la voz a los demócratas, que se centraron en los programas populares que Trump había puesto en peligro. Trump no está ganando apoyo; lo está perdiendo. Trump no está fracturando a su oposición; la está uniendo.
Esta es la debilidad de la estrategia que propuso Bannon y que Trump está siguiendo. Es una estrategia que te obliga a excederte. Para mantener la zona inundada, tienes que seguir actuando, seguir moviéndote, seguir creando nuevos ciclos de indignación o miedo. Te abrumas a ti mismo. Y no se puede hacer mucho más con órdenes ejecutivas. Muy pronto, tienes que ir más allá de lo que realmente puedes hacer. Y cuando haces eso, o desencadenas una crisis constitucional o revelas tu propia debilidad.
Es posible que Trump no vea venir su propia bifurcación. Es posible que crea que tiene el poder que reclama. Eso sería un error por su parte, un autoengaño que podría condenar su presidencia. Pero la verdadera amenaza es que nos convenza al resto de nosotros de que tiene un poder que no tiene.
Las dos primeras semanas de la presidencia de Trump no han demostrado su fuerza. Está tratando de abrumarte. Intenta mantenerte desequilibrado. Intenta persuadirte de algo que no es cierto. No le creas.