Nos han dejado sin muleta y sin totí
Era un decir en Cuba echarle la culpa al totí –un pájaro a quien se le echaba la culpa cuando nadie cargaba con ella. Por más de cinco décadas, la culpa de los múltiples fracasos económicos de Cuba siempre ha caído sobre EEUU. Hasta la represión se ha justificado, tibiamente, como medida defensiva ante la agresión del enemigo.
Durante estas décadas, la política exterior, lenguaje, consignas, y decisiones económicas han sido entretejidas alrededor de la confrontación con el enemigo. Las posibilidades de cambio estaban enfrascadas en una disputa entre estados. El cubano de a pie no tenía posibilidades de agenciar cambios. Ya resuelto el problema geopolítico, los cambios están más a su alcance. Cuba se empieza a convertir en un país normal, donde las anormalidades de su gobierno quedan más al desnudo.
¡Ahora, se fue el totí!
Igualmente, para algunos en el exilio, la liberación de Cuba consistía en liquidar al régimen a través de la política norteamericana de confrontación, aislamiento y asfixia económica. Nos acostumbramos a una enorme dependencia de otra nación para resolver nuestros problemas. Con EEUU de aliado, podíamos darnos el lujo de pelearnos con el resto del mundo. El dinero de los contribuyentes norteamericanos (como si el exilio careciera de medios), más de $50 millones al año iba a romper el bloqueo informativo de Cuba e iba a darle sustento a una sociedad civil y a la oposición. ¡Los americanos eran nuestra muleta!
Nunca me ha quedado muy claro cómo se esperaba que esto sucediera. Si era la expectativa de darle candela al jarro hasta producir un estallido social, o, sencillamente, esperar a que los cubanos desesperados negociaran con Washington y que este posteriormente le entregara las llaves de Cuba a alguien, pero nunca se ha visto claro a quién.
De igual manera que en Cuba se fue el totí, al exilio le quitaron la muleta. Aunque esa armazón confrontacional no ha sido aún desmantelada, como dicen en inglés, “the writing is on the wall”.
Ante la fuga del totí y la pérdida de la muleta los cubanos de ambas orillas nos quedamos perplejos. De pronto, el mundo tal como lo conocíamos ha desaparecido, y el inmovilismo de ambos lados le ha cedido el paso a las fuerzas del cambio. ¿Qué haremos ante todo esto?
El entorno de tantos años cambió radicalmente. Estos cambios pueden verse como oportunidades o como catástrofes. Los emprendedores tenemos una sensibilidad especial con relación a los cambios en el entorno. Las empresas que se adaptan sobreviven; las que no, desaparecen.
Para el exilio, insistir en el continuismo sería como el avestruz enterrar la cabeza. Carece de sentido ante el nuevo entorno, y solo serviría para acentuar la desconexión con nuestro pueblo y perjudicar el desarrollo de una sociedad civil, que no puede existir sin recursos económicos privados.
Para la oposición interna el reto es claro. Las denuncias son importantes, pero más son los proyectos de futuro y las rutas de cambio. Ante un gobierno que hasta ahora ha sido incapaz de darle a su pueblo una visión de futuro y explicar cómo se transita, la oportunidad está en manos de la oposición de ofrecerlas y de presentar hojas de ruta realistas que nos lleven a la tierra prometida sin traumas, con estabilidad y paz.
Para el gobierno cubano el nuevo entorno también le presenta grandes oportunidades. Ya solucionándose el diferendo con el adversario, ahora es más fácil desmantelar el esqueleto ideológico que sostenía la confrontación y que obstaculizaba los cambios requeridos. Aun reconociendo que quedan enormes obstáculos económicos mientras exista un embargo, esto permite un aceleramiento y profundización de los cambios y una apertura de la sociedad cubana a un pluralismo incluyente.
Estoy convencido de que a la larga todos veremos lo acontecido el 17 de diciembre como algo beneficioso para Cuba. Ahora, sin totí y sin muleta, nos tenemos que enfrentar a nuestra propia realidad, y depender de nuestros esfuerzos y de las herramientas a nuestro alcance para cambiar lo que se necesita.
Las herramientas que nos quedan son las exigencias del pueblo cubano a su gobierno, facilitar los cambios a través de soluciones prácticas y elegantes, la cooperación al desarrollo económico de Cuba y la apertura al diálogo y a la reconciliación respetando la dignidad humana que poseen todas las personas.
Sabemos que el cambio es una fuerza regeneradora y creativa. Veamos el nuevo entorno con optimismo y esperanza. Si hemos esperado más de 50 años por los resultados de la confrontación, démosle un tiempo prudente al nuevo entorno para producir resultados alentadores.
CARLOS SALADRIGAS: Empresario cubanoamericano, presidente del Cuba Study Group.