Notas sobre el referendo constitucional en Italia
El pueblo italiano fue llamado a las urnas el pasado domingo para ratificar o enterrar la reforma constitucional planteada por el gobierno de Matteo Renzi. Ésta incluía la supresión del bicameralismo paritario, un reordenamiento de las competencias entre Estado y regiones y la reducción generalizada de los costes de la política. Este artículo no pretende analizar de forma exhaustiva el contenido de la reforma, un campo que deberán explotar los constitucionalistas. Lo que se pretende aquí es dar algunas pinceladas, con la evidencia publicada, sobre la victoria del No.
En la encuesta elaborada por el Centro Italiano di Studi Elettorali (CISE) a mediados de noviembre, la mayoría de los ciudadanos eran favorables a los contenidos particulares de la reforma. Así, un 53% de los italianos consideraba positiva la superación del bicameralismo simétrico, una especificidad del sistema político que obliga a la doble confianza parlamentaria para la implantación del programa de Gobierno. La reestructuración del Senado también contaba con el apoyo del electorado (51%), así como la cláusula que permitiría al Gobierno invadir competencias propias de las regiones si existe un interés nacional (52%). Sólo la transferencia de competencias desde el nivel regional al estatal recibe un juicio negativo (52%).
En cambio, cuando se pregunta por la valoración general de la reforma, un 52% la consideraba negativa. ¿Cómo es posible? La respuesta la encontramos en el descontento general con las políticas del Partito Democratico. Más del 60% de los encuestados tiene una opinión bastante o muy negativa de la acción del gobierno. Así, el plebiscito ha sido resignificado desde abajo, desde las entrañas de una ciudadanía que ha aprovechado la oportunidad para sacar la tarjeta roja al Gobierno.
En este post (http://cise.luiss.it/cise/2016/12/06/renzi-e-il-suo-governo-la-popolarita/) , Aldo Paparo nos recuerda como los niveles de popularidad de los gobiernos italianos tienen comportamientos parecidos. De esta manera, los ejecutivos gozan de un mayor apoyo ciudadano los primeros meses. Una vez concluido el periodo de gracia, el apoyo cae considerablemente. Renzi no ha escapado de esta tendencia. Si observamos el gráfico, vemos nítidamente como las líneas azul (juicio sobre el gobierno) y amarilla (juicio general sobre la economía) tienen patrones prácticamente idénticos.
El estudio post-electoral realizado por el propio CISE confirma la hipótesis. Así, en las 100 ciudades con mayor desocupación el No ha sido abrumador (66%). En cambio, en las 100 ciudades con menor tasa de desempleo el Sí se ha impuesto con un nada desdeñable 60%. Las diferencias regionales entre el Norte (la zona más próspera y desarrollada del país) y el Mezzogiorno vuelven a tener una importancia vital a la hora de explicar los fenómenos políticos en Italia. Es el Sur (la zona más atrasada en términos materiales y de bienestar) el que más da la espalda a la reforma (67,7%), en contraste con el Norte (57,3%) y la llamada zona rossa (48,8%).
Ésta última (incluye Toscana, Emilia-Romagna, Le Marche y Umbria) resiste como feudo del Partito Democratico En las últimas elecciones generales (2013), el PD se impuso claramente entre sus principales rivales (PdL y M5S) con un consenso electoral superior al 35%. En el referéndum del domingo, 11 de las 12 provincias en las que Sí se impuso pertenecían a Emilia-Romagna y Toscana.
El cleavage centro-periferia reaparece en los análisis politológicos. Como ha resaltado María Ramos (http://www.20minutos.es/opiniones/maria-ramos-tribuna-el-descontento-de-los-otros-americanos-2884183/?utm_source=Twitter&utm_medium=Social&utm_campaign=Mobile-web), la abultada victoria de Donald Trump se produjo en los Estados de interior, como Wisconsin o Pennsylvania. En cambio, el magnate tuvo dificultades para encontrar apoyos en las grandes ciudades, como Washington y Nueva York. Algo parecido ha ocurrido en Italia. De acuerdo con los datos manejados por el CISE, las ciudades grandes (sobre todo en el Norte) como Milán (51,13%) han apostado por el Sí. En cambio, las zonas periféricas (Sicilia y Cerdeña) han demostrado una posición de frontal rechazo a la reforma constitucional (71,6% y 72,2%).
La participación en el plebiscito rozó el 70%, un dato sorprendente tratándose de un referéndum y no de una elección de primer orden. Es un escenario sumamente interesante, ya que demuestra la coexistencia de desencanto con el gobierno y politización de la ciudadanía. En 2013, Italia registró el peor dato de participación desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez, el índice no superó el umbral simbólico del 80%. Los motivos son de sobra conocidos. La economía italiana ha sido una de las más golpeadas por la crisis. A esto hay que añadir los efectos en términos de legitimidad democrática del gobierno técnico presidido por Mario Monti.
En este caso, la participación no se ha distribuido de manera homogénea por el territorio. Al igual que sucedió en 2013, el Sur ha sido la zona donde ha alcanzado un menor porcentaje (61,1%), nueve puntos por debajo del dato nacional.
Las conclusiones, pues, son las siguientes:
- Los italianos, más que decir no a la reforma constitucional, han aprovechado la votación del domingo para impugnar la obra y los resultados del gobierno Renzi.
- Las ciudades azotadas por el desempleo han votado masivamente por el No en la consulta del pasado domingo.
- El centro-periferia se convierte en un eje que nos ayuda a descifrar los procesos electorales.
- La participación muestra un comportamiento heterogéneo, siendo más baja en el Sur, en comparación con la zona rossa y el Norte.