Nuestra noche de los cuchillos largos
Carlos Fernando Chamorro y su esposa, Desiré Elizondo, fueron agredidos por las fuerzas antimotines de Nicaragua cuando llegaron al cuartel general a pedir explicaciones sobre la confiscación de sus bienes. (D.R.)
Después de la derrota electoral de 1990, empezaron a aparecer fisuras cada vez más evidentes en el hasta entonces aparentemente monolítico Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
La elite intelectual del partido propugnaba por un acercamiento hacia posiciones cada vez más socialdemócratas, tratando de alejarse de las posturas radicales y de confrontación con las potencias occidentales, que hasta entonces había mantenido el partido.
El líder de esta tendencia era el escritor Sergio Ramírez, que había sido el vicepresidente del país en el periodo 1984-1990.
Del otro lado, no había tanta inteligencia pero sí mucha astucia y sobre todo fuerza, como no tardaríamos en descubrir todos los nicaragüenses.
Quien comandaba el ala dura del partido, no era otro que el presidente saliente, Daniel Ortega Saavedra y –sobre todo–, su excéntrica mujer Rosario Murillo, quien prácticamente desde el mismo momento de la derrota empezó a maquinar y a hilar fino en los intrincados telares de la naciente democracia, para dinamitarla desde adentro, utilizando los medios que la misma proporcionaba.
Fue en Managua donde empezó a trabajar Fidel Castro bajo el manto del recién nacido Foro de Sao Paulo
A mi entender, fue en Managua donde empezó a trabajar Fidel Castro bajo el manto del recién nacido Foro de Sao Paulo; no en Caracas como muchas veces se cree. Esto a pesar de la suprema regañiza que les había dado en privado, por haberse –según el–, bajado los pantalones ante la ridícula costumbre burguesa de entregar el poder perdido en un proceso de elección popular.
Aunque el pueblo en general no lo sabía, sus compañeros de partido ya recelaban del creciente poder e influencia de la señora Murillo sobre su marido y, por tanto, en el rumbo del partido.
El siguiente es un extracto de un artículo de Rosario Murillo publicado en El Nuevo Diario el 2 de septiembre de 1990, titulado: «¡Yo acuso a las sectas! Carta abierta a la militancia del FSLN», donde atacaba –entre otras personas–, al ahora confiscado y censurado Carlos Fernando Chamorro, entonces director de Barricada y al ya fallecido caricaturista Roger Sánchez, director de la Semana Cómica, medios ambos desde los cuales se hacía un llamado al cambio y a la reforma, a la democratización del sandinismo:
«Los medios sandinistas han sido utilizados, a través de los años, muchísimas veces, en contra del Frente Sandinista. En contra de la Dirección Nacional (…) en mi opinión esta secta ha venido confundiendo los medios de comunicación del partido con la propiedad particular sobre los mismos, y no creo que sea correcto. Aparecer como víctimas del sandinismo, dentro del sandinismo, también es fácil, (…) yo soy crítica. Soy hipercrítica. Soy conflictiva, malcriada, jodida en muchísimos aspectos. Pero soy leal. Leal a lo que aprendí en el Frente Sandinista».
«Si vamos a debatir ideas, debatamos, pero definiendo con claridad el terreno donde está cada uno. Si tanto rechazo tienen por este Frente Sandinista, imperfecto, pero mejorable, inacabado, pero evolutivo, ¡que se vayan! De todas formas quienes pretenden descalificar a los dirigentes o al FSLN ante el pueblo no tienen derecho a llamarse sandinistas».
Rosario Murillo: «Quienes pretenden descalificar a los dirigentes o al FSLN ante el pueblo no tienen derecho a llamarse sandinistas»
Como se puede ver, ya estaba en su cabeza las purgas que tuvieron lugar algunos años después.
Este artículo tuvo su riposta en el mismo medio, el 9 de septiembre, por parte de Sofía Montenegro, una de las aludidas, muy cercana a Carlos Fernando Chamorro, y que hasta ayer era la directora del proscrito Centro de la Investigación de la Comunicación (CINCO):
«La pregunta es inevitable: ¿Qué corona tiene Rosario Murillo para autoerigirse en juez de los medios sandinistas? ¿Qué representatividad, qué autoridad moral, qué pruebas tiene Murillo para lanzar graves e injuriosas acusaciones contra Carlos Fernando Chamorro, Róger Sánchez y yo? (…) Tampoco puede hablar de ‘sectas’, quien dentro del sandinismo representa el peor ejemplo del comportamiento y actitud de un revolucionario. La soberbia, la intolerancia, el verticalismo y la arbitrariedad de Rosario Murillo son legendarias en este país. Su trayectoria en (el Instituto de) Cultura es la historia del vergonzoso atropello sufrido por la intelectualidad sandinista de parte de quien ha utilizado el poder para sus desmanes».
«Rosario Murillo no puede hablar de usos legítimos del poder, cuando valiéndose de su status como compañera del comandante Daniel Ortega, lo ha utilizado en forma espuria para apuntalar sus posiciones e ideas y aplastar ‘disidencias’, llegando el ridículo pero no menos peligroso extremo de confundirse a sí misma con la Dirección Nacional. Estos métodos Rosario los utilizó antes y pretende seguir utilizándolos ahora, para cerrar el debate y la libertad de expresión revolucionaria en nombre de ese mismo debate».
La cuerda se fue tensando hasta que finalmente se rompió en mayo de 1995 cuando Sergio Ramírez y prácticamente toda la alta intelectualidad del sandinismo decidieron hacer tienda aparte y fundar un nuevo partido, el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS).
La cuerda se fue tensando hasta que se rompió en mayo de 1995 cuando Sergio Ramírez y toda la alta intelectualidad del sandinismo decidieron fundar un nuevo partido
A partir de ese momento y hasta el retorno al poder de Ortega en el 2007, participaron en todas las elecciones nacionales, regionales y municipales, con resultados más bien modestos.
La mayoría de la gente recelaba de la dirigencia del nuevo partido porque, aunque en apariencia había aceptado las reglas del juego democrático, nunca mostraron el más mínimo arrepentimiento por haber sido corresponsables de la tragedia que se abatió sobre nosotros en el primer Gobierno sandinista (1979-1990).
¿Dónde estaban esos artistas e intelectuales cuando traían a los jóvenes muertos de las montañas, hechos pedazos en pequeñas cajas, y cuyas familias tenían prohibido abrir para no ver el horror de un ser querido desmembrado y mutilado?
¿Por qué no dijeron nada cuando el flamante Gobierno empezó a hacer juicios sumarios y a ejecutar a mansalva a todo aquel sospechoso de haber sido parte del régimen somocista?
Muchos de los que ahora son víctimas de los ataques despiadados de la compañera y el comandante fueron socios y cómplices de esos que ahora se han erigido en sus verdugos
¿Qué les impidió alzar la voz cuando el Gobierno revolucionario estatizó la economía, confiscó miles de propiedades y con ello nos hizo retroceder 50 años, arruinando todo el aparato productivo y enviando a miles de compatriotas al exilio en busca de una vida mejor?
Tal vez por eso, desde que empezó la crisis en abril de este año, muchos hemos repetido en voz baja aquello que dice: mal le paga el diablo a quien bien le sirve.
Por supuesto que no nos alegra, que cierren oenegés y que vuelvan las confiscaciones, porque todo ello nos hunde cada vez más en el precipicio del autoritarismo sin retorno en el que nos estamos deslizando (otra vez) desde hace más de una década.
Pero los hechos están allí, el pasado no se puede cambiar y lo cierto es que muchos –sino todos– de los que ahora son víctimas de los ataques despiadados de la compañera y el comandante fueron socios, apañadores, cómplices y compañeros de viaje de esos que ahora se han erigido en sus verdugos, al menos durante los años 80.
Irónicamente unos y otros se ufanan de ser socialistas y, en el caso de los perseguidos, se desviven en dar explicaciones cada vez más inverosímiles para tratar de entender qué fue lo que pasó con su añorada revolución.
La orden que llega de La Habana es no ceder ni un milímetro y se está cumpliendo al pie de la letra
Creen firmemente que los Ortega-Murillo pervirtieron la esencia cuasi mística de ese socialismo que aprendieron en los libros cuando eran jóvenes, creen que la utopía es aún realizable, a pesar de sus muchos y obvios fracasos, a pesar de las hambrunas, el éxodo y las carnicerías que ha desatado aquí mismo y allende los mares.
Por todo eso, a muchos nos está costando trabajo ser solidarios y sentirnos identificados con su pérdida y su dolor; a lo sumo, encojemos los hombros en espera de que llegue nuestro turno, porque a estas alturas es obvio que de una u otra manera, todos los disidentes pasaremos por el aro.
La orden que llega de La Habana es no ceder ni un milímetro y se está cumpliendo al pie de la letra.
Mucho se ha insistido en calificar a este régimen como un neo-somocismo, y algo de cierto hay, aunque esta familia dinástica ha resultado ser mucho más nefasta y corrupta que la anterior.
Pero en cuanto a las similitudes hay una que no se puede obviar. Del primer Somoza se decía que gobernaba bajo el principio de las tres “P”: plata para los amigos, plomo para los enemigos y palo para los indiferentes… Ortega aprendió a cabalidad la lección y tarde o temprano todos recibiremos una buena dosis de su generosidad.