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«Nuestro enemigo está en casa», lema de la nueva protesta estudiantil en Irán

La república islámica vive en estado de shock desde que el 3 de enero Estados Unidos asesinara al general Qassem Suleimani, líder de la Fuerza Quds

Irán vivió una segunda jornada de protestas. Los manifestantes desafiaron el fuerte despliegue policial y volvieron a concentrarse en distintos puntos de Teherán para mostrar su indignación con las mentiras de las autoridades sobre lo sucedido con el avión de Ukranian International Airlines (UIA), derribado por un misil iraní lanzado por «un error humano». En los vídeos difundidos a través de las redes sociales se podían ver concentraciones como la que se produjo frente a la Universidad de Teherán en la que los estudiantes gritaron «¡Mienten cuando dicen que nuestro enemigo es América, nuestro enemigo está aquí!» o «¡Los clérigos se tienen que ir!». Teherán revive las imágenes de noviembre, cuando la subida de la gasolina fue la chispa que provocó la oleada de protestas que los analistas consideran como la más importante desde el establecimiento de la república islámica. Entonces más de 300 manifestantes perdieron la vida y miles de personas fueron detenidas, según Amnistía Internacional (AI), unos datos que nunca admitieron las autoridades, que además de la represión en las calles desconectaron al país de Internet durante varios días.

La república islámica vive en estado de shock desde que el 3 de enero Estados Unidos asesinara al general Qassem Suleimani, líder de la Fuerza Quds, brazo de operaciones en el exterior de la Guardia Revolucionaria, en Bagdad. Los tres días de funerales fueron multitudinarios y nada más concluir el duelo, Irán lanzó la «Operación Mártir Suleimani», un ataque medido con el lanzamiento de 21 misiles contra dos bases de Irak en las que había presencia de tropas estadounidenses. Esa misma noche, en plena escalada de tensión y a la espera de una posible represalia de Donald Trump, un operador de la defensa iraní disparó por error contra el Boeing 737 al confundirlo con un misil de crucero enemigo. La Guardia Revolucionaria informó del error cometido a las autoridades, pero estas ocultaron la verdad y optaron por decir que la causa del siniestro fue «un fallo técnico».

Ali Shamkhani, responsable del Consejo de Seguridad Nacional, justificó la política de comunicación de las autoridades y declaró que no intentaron ocultar la verdad, pero que «primero debíamos comprobar todas las posibilidades que causaron el error humano, incluido el bloqueo de nuestras comunicaciones, el hackeo de nuestros sistemas, posibles infiltraciones…». Explicaciones que no sirvieron para calmar los ánimos de la calle y de políticos como la socióloga Bahareh Arvin, concejal reformista del ayuntamiento de Teherán, quien dimitió debido a «las mentiras y la corrupción. Con los actuales mecanismos no hay esperanza para la reforma».

Detención del embajador británico

El final de esta mentira provocó el sábado vigilias espontáneas en Teherán, que terminaron convertidas en protestas contra la cúpula del régimen y que fueron dispersadas por las fuerzas de seguridad. En una de estas vigilias fue detenido brevemente el embajador británico, Rob Macaire, acusado de promover protestas. El diplomático aseguró vía Twitter que «fui a un evento anunciado como una vigilia por las víctimas de la tragedia #PS752 (…) Me fui después de 5 minutos, cuando algunos comenzaron a corear eslóganes». Entre los 176 fallecidos había tres pasajeros de origen británico.

El viceministro de Exteriores iraní, Abas Araqchi, recurrió también a Twitter para explicar lo sucedido y reveló que el embajador británico fue “arrestado como un extranjero desconocido en una reunión ilegal”. El incidente con Macaire llevó a varios diputados iraníes a plantear en una sesión del Parlamento expulsarle del país y a lo largo de la jornada los basiyíes, organización vinculada a la Guardia Revolucionaria, organizaron una concentración frente a la legación británica en el centro de la capital.

Entre la distensión y la guerra asimétrica

La verdad sobre el derribo del avión eclipsó una jornada más a las consecuencias del asesinato de Suleimani, una línea roja cruzada por Trump, que no se habían atrevido a cruzar sus antecesores y que puso a la región al borde de una guerra directa entre Irán y Estados Unidos. El emir de Catar, jeque Tamim ben Hamad Al Thani, viajó a Teherán y tras reunirse con el presidente, Hasán Rohani, declaró que «estamos convencidos que la única solución a la crisis pasa por la distensión y el diálogo». Al Thani se reunió también con el Líder Supremo en un viaje marcado por el malestar iraní por las informaciones que apuntan a que el avión no tripulado que asesinó a Suleimani despegó de una base estadounidense en Catar.

Las llamadas al diálogo en Irán contrastaron con el discurso de Hasán Nasrala, líder de la milicia chií libanesa de Hizbolá, quien advirtió que «en los próximos días y semanas, Estados Unidos debe abandonar la región. La alternativa a que los soldados se marchen vivos, es que lo hagan muertos, en ataúdes». Fue el segundo discurso de Nasrala desde el asesinato de Suleimani y urgió a los aliados de la república islámica a «comenzar a vengar» al general de la Fuerza Quds.

El largo discurso del líder religioso y militar libanés coincidió con el ataque con ocho cohetes en Irak a la base aérea de Balad, lugar utilizado por las tropas internacionales, pero en el que ya no queda presencia estadounidense. Seis militares iraquíes resultaron heridos, según el comunicado del Ejército. El disparo de cohetes contra bases militares, e incluso contra la Embajada de Estados Unidos en Bagdad, es casi diario desde el 3 de enero y todas las miradas apuntan a las milicias chiíes de las Unidades de Movilización Popular.

 

 

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