Obama da un paso histórico con Cuba

Tras meses de negociaciones secretas con el Gobierno cubano, el Presidente Obama anunció el miércoles una extensa serie de cambios para normalizar la relación con La Habana, un paso significativo que marca el fin de uno de los capítulos más desacertados de la política exterior estadounidense.

La decisión de la administración de reanudar relaciones diplomáticas, tomar pasos para retirar a Cuba de la lista de países que apoyan grupos terroristas, y de flexibilizar las restricciones de viaje y comercio, representan un cambio de dirección que este periódico ha apoyado enfáticamente. La Casa Blanca está abriendo una era transformacional para millones de cubanos que han sufrido como resultado de más de medio siglo de hostilidad entre las dos naciones.

Obama pudo haber tomado pasos modestos y graduales para explorar un acercamiento. Sin embargo, actuó con valentía, haciendo todo lo que está a su alcance, mientras sigue en vigor una retrógrada ley aprobada en 1996, que impone estrictas sanciones a la isla en busca de un cambio de régimen.

“Estos 50 años han demostrado que el aislamiento no funciona”, dijo Obama. “Es hora de tener una nueva estrategia”.

El Presidente de Cuba, Raúl Castro, merece reconocimiento por su pragmatismo. Aunque Cuba sigue siendo un estado policial con una economía fallida, desde que asumió el mando del país en 2008, el gobierno ha impulsado una serie de reformas económicas que han empoderado al cubano común y corriente, y suspendió restricciones que cruelmente impedían que muchos cubanos viajaran al exterior.

“Debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias”, dijo Castro el miércoles.

Los cambios que anunció la administración Obama tienen el potencial de empoderar a el creciente sector empresarial cubano al facilitar transacciones financieras y comerciales con Estados Unidos. La Casa Blanca también tiene previsto tomar medidas para que las empresas de tecnología estadounidenses puedan mejorar la retrógrada infraestructura de Internet en la isla, un paso que podría ayudar a fortalecer la sociedad civil. Si se toma en cuenta la compleja historia de la relación entre Cuba y Estados Unidos, es muy factible que este nuevo capítulo traiga sospechas y reveses. Los líderes de ambos países deben hacer todo lo posible por manejarlos de manera racional y constructiva.

Estados Unidos ha abogado, con razón, por mayores libertades personales y reformas democráticas en la isla. Pero su estrategia punitiva ha sido bastante contraproducente. De ahora en adelante, el apoyo de Washington a la sociedad civil cubana y a los disidentes en la isla seguramente será más efectivo, en buena medida porque otros gobiernos en el hemisferio no podrán seguir tratando a Cuba como la víctima de una política de Washington excesivamente severa.

Como parte de las negociaciones, el Gobierno cubano liberó a un cubano quien colaboró con las agencias de inteligencia de Estados Unidos, y lleva preso casi 20 años. También puso en libertad a Alan Gross, el subcontratista estadounidense que llevaba más de 5 años preso en La Habana. Por su parte, Estados Unidos repatrió a tres espías cubanos que estuvieron en prisión más de 13 años. El canje ha despejado el camino para un giro de política que podría terminar representando el más importante legado de política exterior para Obama.

Funcionarios de la Casa Blanca reconocen que es poco factible que el Congreso tome pasos complementarios para construir una relación más saludable con Cuba en el futuro cercano. Pero estas medidas inevitablemente informarán el debate sobre lo que se puede lograr forjando lazos. Lo más seguro es que la historia reconozca que Obama acertó.

 

VERSIÓN EN INGLÉS:

Mr. Obama’s Historic Move on Cuba

Following months of secret negotiations with the Cuban government, President Obama on Wednesday announced sweeping changes to normalize relations with Cuba, a bold move that ends one of the most misguided chapters in American foreign policy.

The administration’s decision to restore full diplomatic relations, take steps to remove Cuba from the State Department list of countries that sponsor terrorism and roll back restrictions on travel and trade is a change in direction that has been strongly supported by this page. The Obama administration is ushering in a transformational era for millions of Cubans who have suffered as a result of more than 50 years of hostility between the two nations.

Mr. Obama could have taken modest, gradual steps toward a thaw. Instead, he has courageously gone as far as he can, within the constraints of an outmoded 1996 law that imposes stiff sanctions on Cuba in the pursuit of regime change.

“These 50 years have shown that isolation has not worked,” Mr. Obama said. “It’s time for a new approach.”

Cuba’s president, Raúl Castro, deserves credit for his pragmatism. While Cuba remains a repressive police state with a failed economy, under his leadership since 2008, the country has begun a process of economic reforms that have empowered ordinary Cubans and lifted travel restrictions the government cruelly imposed on its citizens.

“We must learn the art of coexisting with our differences in a civilized manner,” Mr. Castro said on Wednesday.

The changes the Obama administration announced have the potential to empower Cuba’s growing entrepreneurial class by permitting commercial and financial transactions with the United States. The White House also intends to make it easier for American technology companies to upgrade the island’s primitive Internet systems, a step that could go a long way toward strengthening civil society. Given Cuba’s complicated history with the United States, it’s all but certain that this new chapter will include suspicion and backsliding. Leaders in both countries must make every effort to deal with those in a rational, constructive way.

The United States has been right to press for greater personal freedoms and democratic change. But its punitive approach has been overwhelmingly counterproductive. Going forward, American support for Cuba’s civil society and dissidents is likely to become more effective, in good part because other governments in the Western Hemisphere will no longer be able to treat Cuba as a victim of the United States’ pointlessly harsh policy.

As part of the negotiations, the Cuban government released an unnamed American intelligence agent who had been imprisoned for nearly 20 years and Alan Gross, a 65-year-old American subcontractor who had been imprisoned in Havana since 2009. The United States, meanwhile, released three Cuban spies who have served more than 13 years in prison. The prisoner swap paved the way for a policy overhaul that could become Mr. Obama’s top foreign policy legacy.

Administration officials recognize that Congress is unlikely to take complementary steps toward a healthier relationship with Cuba anytime soon. But this move will inevitably inform the debate about the merits of engagement. In all likelihood, history will prove Mr. Obama right.

Botón volver arriba