Obama en Cuba: Impresiones de una reportera en La Habana
Esperando por Obama. La popularidad de Obama entre los cubanos es innegable.
Por primera vez, el Nuevo Herald recibió autorización del gobierno cubano para reportar desde la isla, esta vez como parte de la prensa estadounidense que acompañó al presidente Barack Obama en su visita. Estas son algunas de las impresiones de lo que sucedió esa semana, más allá de los eventos que acapararon las portadas.
Obama se robó el show. Desde su sonrisa hasta su modo de hablar, los cubanos repetían cuánto les gustaba Obama a los periodistas a los que se les permitió entrar al país a cubrir la visita del Presidente. Las personas se concentraban espontáneamente para tirar alguna foto de la “La Bestia”, como se le conoce a la limusina blindada que transporta al mandatario, o verlo personalmente pese a los fuertes dispositivos de seguridad que prácticamente paralizaron la ciudad por tres días.
Para los cubanos no pasó inadvertida la fría bienvenida que se le dio a Obama en Cuba el domingo. Un joven camarero en una paladar comentó que estaba muy contento con que “el Presidente les hubiera dado a los cubanos la posibilidad de recibirlo” pero que la bienvenida oficial “no estuvo bien y los cubanos no estamos de acuerdo con lo que pasó”.
Fue evidente que el gobierno intentó por todos los medios “bajar el perfil” de la visita. La conferencia de prensa y el discurso fueron transmitidos en vivo pero muchos nunca se enteraron de la hora en la que comenzaría la transmisión y otros tantos estaban trabajando. En la noche, se retransmitió la conferencia de prensa conjunta pero sin incluir la sección de preguntas y respuestas en las que Raúl Castro lidió con dificultad con las preguntas de la prensa estadounidense. Y tanto en el Gran Teatro de La Habana como en el Estadio Latinoamericano, los funcionarios a cargo se aseguraron de llenar los asientos con un público “revolucionario” que aplaudiera y coreara a Castro, quién saludó en ambas ocasiones, visiblemente complacido.
No se comprende cuán desconectada está aún Cuba del resto del mundo, hasta que se intenta acceder a internet. La Casa Blanca fue previsora y llevó wi-fi a los lugares en los que tuvieron lugar algunos eventos oficiales. Eso creó situaciones impensables anteriormente, como el hecho de tener a periodistas de medios de Estados Unidos “tuiteando” desde el Palacio de la Revolución, sede del Consejo de Estado.
Poco usual fue también esa conferencia de prensa en la que Castro no oyó bien (o aparentó no hacerlo) y se mostró incómodo ante una pregunta sobre la existencia de presos políticos en Cuba. También confundió a una periodista que hizo una pregunta con otra y se frotó las manos antes de hablar de derechos humanos. Su nieto y guardaespaldas lo interrumpió al igual que otro funcionario. Incrédulo, Obama se viró y exclamó “¿Disculpe?”. Luego sonrió y guiñó un ojo a su equipo y a los periodistas estadounidenses, quienes rieron en más de una ocasión durante la extraña conferencia-evento. Un asesor de la Casa Blanca dijo después que el solo hecho de que hubiera ocurrido era una señal de “progreso”. La visualidad contrastante de un presidente calmado, elocuente y acostumbrado a responder preguntas, frente a un general octogenario que concluyó varias oraciones con un tajante “Y ya”, tampoco pasó inadvertida entre los cubanos.
Aunque la internet es inexistente más allá de los puntos de conexión wi-fi en parques y en algunos hoteles, la información circula en Cuba casi tan rápido a través de redes informales y el llamado “paquete semanal”. Varios cubanos me preguntaban si ya había visto “el video de Obama con Pánfilo”, jugando al dominó apenas un día después que fue publicado. La aparición del Presidente con actores del programa humorístico más visto en Cuba fue otro tanto que se anotó para ganar en popularidad en la isla.
Al mismo tiempo, el control sobre la información en la televisión y la prensa todavía es tan estricto que los cubanos operan con “códigos” y encuentran graciosos chistes en los que “trancar el dominó” alude a la lentitud de los cambios y a la respuesta del gobierno cubano a la “rosa blanca” extendida por Obama. En otro chiste que circuló esa semana, los cubanos llamaron a Obama, “el delegado”, porque gracias a él se arreglaron viviendas y asfaltaron calles, lo que debería ser el trabajo del delegado del Poder Popular del municipio.
La visita de Obama y su delegación, así como de los más de 1,000 periodistas acreditados y los turistas atraídos por el concierto de los Rolling Stones fueron buenas noticias para taxistas, dueños de paladares y el propio Estado cubano, que duplicó los precios de las habitaciones en los hoteles durante esa semana. A la vez, demostró que la infraestructura cubana cruje con esa avalancha de visitantes. La terminal II del aeropuerto internacional José Martí, con su única cinta para despachar maletas, sus baños malolientes y su “Cyber café” sin internet no puede hacer frente a los miles de visitantes provenientes de Estados Unidos, ni a los tantos otros que se esperan en el futuro.
Aunque un grupo movilizado para un acto de repudio a las Damas de Blanco el mismo domingo coreó con entusiasmo “Esta calle es de Fidel”, el gran ausente de la semana fue Fidel Castro, quien se ha convertido ya en tema de souvenirs para turistas en La Habana Vieja. Su nombre no estuvo en la boca de los cubanos ni de los periodistas hasta este lunes en que publicó una “reflexión”, en la que afirma que Cuba no necesita que “el imperio” le regale nada. La Casa Blanca se mostró complacida por la atención: “El hecho de que (Fidel Castro) se sintiera obligado a responder de forma tan contundente es una indicación del significativo impacto de la visita del presidente Obama a Cuba”, afirmó el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, en su conferencia de prensa diaria.
Nora Gámez Torres: @ngameztorres