Obama presiona
La decisión de Barack Obama de declarar al régimen venezolano como una amenaza para la seguridad nacional de EE UU es una prueba más de que la crisis del país latinoamericano ha desbordado hace tiempo sus fronteras nacionales. El movimiento de la Casa Blanca y las sanciones aplicadas a siete altos funcionarios venezolanos marcan un cambio significativo en la actitud estadounidense ante los graves acontecimientos que se suceden en Venezuela y que se han acelerado desde que Nicolás Maduro asumió la presidencia hace casi dos años.
La situación política y social en el país sudamericano es casi insostenible. La ineficacia en la gestión económica, junto a la violación por parte del Gobierno de derechos básicos, han llevado al país a un estado de penuria material y de tensión social que tienen difícil justificación. Algunos de los dirigentes más importantes de la oposición se encuentran encarcelados en condiciones que han causado la protesta de organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos. La permanente huida hacia adelante de Maduro y su equipo, con el aumento de la represión contra los opositores y el aislamiento cada vez mayor, no puede tener un buen final, y su principal víctima está siendo la propia sociedad venezolana.
El anuncio de Obama ha llevado al presidente Maduro a nombrar ministro de Interior, Justicia y Paz a uno de los funcionarios sancionados y a anunciar nuevos poderes especiales “para legislar contra el imperialismo”. Retóricas aparte, lo deseable sería que cristalizaran gestiones regionales o internacionales que pudieran encauzar un proceso que ha entrado en una vía peligrosa. Si, además, esas iniciativas tienen el mayor consenso dentro y fuera del país, el escenario venezolano solo podría cambiar a mejor.
Es necesario que el discurso político se normalice cuanto antes. Parece complicado que esto ocurra sin mediación externa, con lo que el Gobierno de Caracas debería aceptar la ayuda de organizaciones y personalidades internacionales que puedan facilitar el proceso. En este contexto, la toma de postura de la Casa Blanca debería servir de revulsivo para que se produjera la mencionada intermediación efectiva de organismos regionales: una actuación que ayudara a desbloquear la situación y que pusiera en marcha fórmulas de diálogo que permitan superar este callejón sin salida.