Objetivo del PSOE: «reinterpretar» a Marx como en 1979
Imagínense el cuadro: es mayo de 1979. Felipe González, líder de la oposición en la España de la transición, está a punto de experimentar su segunda gran derrota electoral tras la producida en las primeras elecciones democráticas dos años antes. Ésta va a ser más dura, porque es de carácter interno. Es el XXVIII Congreso del PSOE y el mensaje bajo el que se enmarca la reunión de delegados socialistas es, curiosa ironía, Construir en «libertad«. Felipe propone abandonar el marxismo como ideología oficial del PSOE y aceptar el socialismo democrático como alma del partido. El Congreso rechaza esa petición, el líder dimite y la jefatura del partido la asume una Comisión gestora.
La historia a partir de aquí ya la conocen: sólo cuatro meses después habrá un Congreso Extraordinario, González será elegido secretario general nuevamente, unirá al partido y será presidente del Gobierno de nuestro país desde 1982 hasta 1996. Pero no olviden esa «imagen de ruptura», porque es decisiva estratégicamente para entender hoy el fenómeno de Podemos y, por lo tanto, para quien quiera competir con los de Pablo Iglesias electoralmente.
El PSOE acertó abandonando el marxismo para proyectarse de manera más transversal (¿les suena?), pero se equivocó al olvidar, con el paso del tiempo, todo su conocimiento acumulado durante 137 años como organización sobre la «polemología práctica» (es una licencia) de Karl Marx. Como tantas otras veces, el PSOE tiene que volver a recordar bebiendo de sus clásicos.
Planteemos para ello un ejercicio puramente marxista a través de una simple pregunta directa al desafío: ¿Por qué la política tiene que luchar por las palabras? ¿Qué nos diría Marx? Esto es lo que un marxista francés como Louis Althusser nos responde: «La lucha de clases está representada por ideas y éstas, a su vez, están representadas por palabras. Las palabras no sólo son instrumentos de conocimiento, en la lucha política, ideológica y filosófica, los conceptos y las categorías son también armas. La lucha de clases es la lucha de una palabra frente a otra. Y ciertas palabras luchan entre sí como enemigas«.
Ése es uno de los enfoques que jamás deberían perder en política profesional. Si así lo hacen, se trata, como ven, de una lección estratégica de indudable valor como método sean ustedes de izquierdas o de derechas. Bill Clinton lo definió como triangulación en EE.UU. Te introduces en terreno rival para, en base a tus propuestas más eficaces, crear las normas, las reglas, las palabras y las formas distintas que te permiten construir de nuevo todo el terreno político.
Ésa es la esencia de la centralidad del tablero, que no es lo mismo, como saben, que el centro político. Y no sólo pueden dibujarla a través de ejes (a veces el izquierda-derecha, otras el nuevo-viejo o el cambio-continuidad), pueden definirla también a través de la batalla por el sentido de todas las palabras que dibujan el terreno de juego. La lucha por las palabras centrales conforman el relato ganador en política.
En eso es en lo que está Podemos desde su nacimiento avanzando con éxito en nuestro país hasta el punto de apropiarse no sólo de buena parte del universo temático de la izquierda, sino también, sorpresivamente, de una parte del imaginario tradicionalmente propio del nacionalismo. Analícenlo en frío: en lugar de vender la «dictadura del proletariado» que no funciona como algoritmo electoral, desde el punto de visto técnico, «abrazan acertadamente la ilustración» para ganar en competitividad política. Quieren gobernar todas las metáforas.
El PSOE debe por ello volver a «reinterpretar a Marx», como hizo el primer González, para ganar a los morados en la batalla de izquierdas que se avecina. Felipe siempre vio claro ante la pregunta del gran José Oneto lo que hubiera contestado Marx:
JO: «¿Qué es el cambio?»
FG: «El cambio es que España funcione».
El problema, en lógica de izquierdas, no son las instituciones del Estado, la reforma de la Constitución, las leyes en materia de regeneración política, la política económica o las políticas sociales, sino que éstas (todas ellas), una vez definidos los objetivos en términos de igualdad, funcionen.
«Qué es el cambio» sigue siendo una buena pregunta para el PSOE de Pedro Sánchez. Quienes serán más sensibles a esta lucha dialéctica el próximo 26J, como lo fueron sus padres y abuelos en los años 80, serán los votantes menores de 40 años, actualmente, nada más y nada menos, que el 34% del censo. Un segmento en el que Podemos es primera fuerza en España y los socialistas tercera tras Ciudadanos.
Tras los 69 diputados de Podemos, para que el PSOE les dispute la izquierda a los morados y vuelvan a ser hegemónicos como defensores de «la lucha de clases» en España, tienen que ganarles antes en «la lucha de frases». Los socialistas deben fijar con inteligencia las condiciones necesarias para vencer en el escenario que más les favorece.
Lo repasamos en «Anatomía de Pedro Sánchez«. El PSOE puede reconstruirse más rápido que ningún otro partido a nivel nacional. Siguen siendo la primera fuerza del país entre los votantes de 40 a 60 años. Es primero también entre el electorado que se considera socialista y socialdemócrata y segundos entre los votantes progresistas y los feministas.
Su error histórico en la campaña del 20D fue no leer bien sus propias cifras y olvidarse estructuralmente de los mayores, el punto fuerte de los populares. Si se hubiera apoyado en ellos como eje fundamental de su campaña Pedro Sánchez hubiera llegado a los 100 diputados y habría reducido distancias con el PP. Tras el Post-20D tenemos claro además por un lado, que no habrá «Gran Coalición» en España, lo que, desde el respeto, no nos hace ni más ni menos europeos, y por otro, que el líder de los socialistas no quiere ser vicepresidente de Rajoy.
En la segunda vuelta que se celebrará dentro de 11 semanas deberá combinar una estrategia prioritaria de avance a corto y por arriba: enfocada en recuperar el apoyo de los votantes más mayores (la generación de los niños de la guerra, de la autarquía y de la transición), mientras disputa «sin complejos y en paralelo« una batalla complementaria frente a Podemos por las palabras para captar a los nuevos votantes (la generación de la democracia). Ésa será una lucha a medio plazo. Con esta estrategia, en un entorno de baja participación (70%) y sin «Efecto Mariposa» (la unión Podemos e IU) tiene posible lograr más de 90 diputados en esta campaña.
¿Saben cuándo fue la última vez que el PSOE tuvo 5 millones y medio de votos? En 1979. Karl Marx siempre fue, ante todo, un maestro de la sospecha, que, como ven, al igual que el «eterno retorno» de Nietzsche siempre vuelve a llamar al PSOE. ¿Le abrirán la puerta a ese «barbudo genial»?
Iván Redondo
Consultor político
@thewarroomblog