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Obligaciones reales

¿Cuántos ancianos habrían querido desempeñar responsabilidades y compromisos pesados hasta cumplir 96 años, hasta 48 horas antes de fallecer?

En 1974, haciéndose eco de especulaciones de la prensa británica, ya aparecieron en periódicos españoles algunos titulares hoy sorprendentes sobre la hipotética renuncia de Isabel II, que «podría abdicar pronto»; al parecer se sentía cansada tras más de dos décadas como monarca. De aquello ha pasado casi medio siglo y, más allá de servir como prueba de la liviandad del periodismo, demuestra hasta qué punto la Reina de Inglaterra tenía interiorizadas sus obligaciones reales. ¿Cuántos ancianos habrían querido desempeñar responsabilidades y compromisos pesados hasta cumplir 96 años, hasta 48 horas antes de fallecer? Esto sólo resulta inteligible desde una voluntad acerada de servicio a los demás. Aquellas antiguas convicciones de los buenos reyes, los buenos sacerdotes, los buenos alcaldes o los buenos médicos. El servicio a los demás. Un término hoy caído en desuso porque el propio concepto se ha desgraciado. Tanto por las malas prácticas de unos pocos como por el escepticismo de una sociedad totalmente descreída.

 

 

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