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Omar Zambrano: “Sin un cambio político es imposible un ajuste exitoso”

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El deterioro obliga a comprender la inoperancia del Gobierno para detener el avance de la recesión, el salto de los precios y el desabastecimiento. Pero con la vista puesta en el futuro, también es necesario analizar qué puede aprenderse del ajuste que permitió el tránsito hacia una economía de mercado en las ex repúblicas soviéticas, o de experiencias más recientes, como el desmontaje de los controles en la Argentina de Mauricio Macri.

Omar Zambrano, quien formó parte de la Gerencia de Investigaciones del Banco Central de Venezuela y se ha desempeñado como economista principal del Banco Interamericano de Desarrollo en Bolivia, Perú y República Dominicana, se sumerge en estos temas. Señala que el chavismo está inhabilitado para concretar un ajuste exitoso y sostiene que llegado el momento, el debate sobre gradualidad o shock en las reformas, debe centrarse en cómo detener el desplome del consumo.

El presidente Nicolás Maduro ha aplicado un ajuste que consiste en un recorte muy fuerte de las importaciones y medidas para tratar de disminuir la escasez enfocadas en la distribución, como los CLAP, en vez de la producción. ¿La crisis entendida como inflación, recesión y desabastecimiento puede agravarse en el segundo semestre?


Sin duda, quien crea que llegamos a lo peor está equivocado. El ajuste que prefirió hacer el chavismo consiste en recortar las importaciones sin tocar la estructura de los controles. El control de cambio sigue produciendo la misma distorsión que mantiene cerrados los canales de abastecimiento. Tengo información de que en el segundo semestre puede ocurrir una expansión monetaria muy importante en un momento donde la recesión y la caída de la demanda de dinero son bastante fuertes. Si la tasa de expansión monetaria salta, digamos, desde 100% anual hasta 200% o 300%, las presiones inflacionarias van a ser enormes.

¿Existe el peligro de que el Gobierno intente reanimar la economía imprimiendo dinero en el Banco Central?


Exactamente, creo que existe la tentación de tratar de reactivar la economía y hacer reingeniería de algunos programas sociales en el marco de una elección, sea el referendo revocatorio o las elecciones de gobernadores. Con una economía paralizada, la inyección de bolívares va a producir mayor inflación.

¿El país está en riesgo de una hiperinflación?


Las mejores estimaciones indican inflación superior a 20% mensual durante los últimos tres meses. La noción tradicional, elaborada por el economista Philip Cagan, es que debe alcanzar una tasa de 50% mensual para ser considerada hiperinflación. Pero también existe la definición de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, que consiste en un salto anual de 500% y ya estamos allí. Pero no creo que valga la pena discutir si estamos o no en hiperinflación. Lo que sí estoy seguro es que estamos en un proceso que nos puede llevar a una hiperinflación abierta y cuando lleguemos allí todos vamos a estar de acuerdo en que estamos en hiperinflación. Son procesos no lineales que explotan de la noche a la mañana.

¿Por qué cree que el Gobierno se ha negado a la posibilidad de buscar financiamiento para detener el declive de las importaciones y salir de una recesión bastante prolongada?


No sé cómo funciona el proceso de formación de decisiones en el chavismo.
Es obvio que han elegido la peor opción, la más dolorosa y las más costosa desde el punto de vista social. Se puede elucubrar, desde la economía política, que existen diferentes facciones en el Gobierno con fuerzas similares que se anulan unas a otras y producen una parálisis. Nunca han estado dispuestos a hacer lo que hay que hacer para restablecer los lazos con la comunidad financiera internacional. Venezuela está fuera de los mercados internacionales de crédito, le exigen unas tasas de interés altísimas, y no han hecho nada por cambiar esa percepción. El Gobierno insiste una y otra vez en fortalecer los controles, más fiscalización, cuando es sabido que en todos los países donde hubo controles hubo escasez y mercado negro.

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¿Obtener financiamiento en el mercado internacional obliga a una serie de cambios en la política económica que implican desmontar la columna vertebral del chavismo, acabar con el control extremo de la economía?


Implican desmontar su esencia. Cuando un país enrumba la economía hacia otro lado es porque cuenta con tres cosas: un plan coherente y comprensivo; un equipo técnico reconocido dentro y fuera del país y credibilidad, que es lo más importante. Por eso digo que no es posible un ajuste chavista. El tema de la credibilidad no es una palabra bonita, es el ancla fundamental para el éxito de un ajuste. La gente tiene que creer que sabes lo que vas a hacer y que tienes el compromiso de hacerlo. Este compromiso nunca lo va a tener el chavismo.

¿Es imposible para el chavismo hacer un ajuste exitoso?


El ajuste exitoso chavista no existe.
Me cuesta mucho pensar que logren tener la credibilidad suficiente para anclar las expectativas económicas en un momento de transición.

Visto así, mejor que Nicolás Maduro no intente hacer nada nuevo y siga haciendo lo que ha hecho.


Lo que quiero decir es que el cambio en la conducción económica pasa necesariamente por un cambio en la conducción política.

¿No hay posibilidad de un ajuste exitoso sin un cambio político?


Diría que esa es una buena forma de decirlo, me reconozco en esa frase.

Pensando en el futuro y en la posibilidad de otra conducción política. Nuestra experiencia de ajustes, Pérez en 1989 y Caldera 1996, así como  la de países latinoamericanos en los 80-90 y las de economías de la Europa comunista que decidieron ir a una economía de mercado como Polonia son un ajuste de shock. Desmontar en poco tiempo el control de precios, el control de cambio, devaluar, acabar con los subsidios. ¿Es posible un ajuste gradual o hay que adoptar este camino?


En los años 80 y 90 la literatura económica se enfocó en analizar la gradualidad versus el shock porque el levantamiento abrupto de los controles impacta el salario, produciendo graves daños en el bienestar de la población más vulnerable. Pero este impacto ya ocurrió en Venezuela, el costo en términos de bienestar ya está sucediendo, lo vemos en la calle. Mi punto es que en este entorno donde la caída de consumo ya ocurrió, el debate de la gradualidad versus la rapidez en el ajuste se va a dar en el contexto de cómo pueden instrumentar, quienes diseñan la política económica, un rebote lo más rápido posible en los niveles de consumo de la población. Es una discusión distinta, no es si producir o no el shock porque ya el Gobierno lo produjo, sino cuál es la secuencia del ajuste para no prolongar esta agonía más de lo necesario.

¿Entonces el debate tendría que ser en cuánto tiempo es posible eliminar el financiamiento monetario y cerrar el déficit fiscal a fin de disminuir la inflación?


Mi recomendación sería analizar el set de políticas en función de qué produce un rebote lo más rápido posible en los niveles de consumo, que al final son los niveles de bienestar. La gradualidad no viene en la velocidad en que se levantan los controles sino en la trayectoria macroeconómica. ¿En cuánto tiempo cierras el déficit fiscal? ¿En cuánto tiempo ajustas la brecha externa? ¿En cuánto tiempo eliminas las distorsiones de financiamiento monetario del déficit fiscal? Allí sí hay que ser gradual para no generar una recesión más larga. Lo más inconveniente para Venezuela sería decir déficit fiscal cero de inmediato, eliminar el financiamiento monetario e inflación de un dígito para el año siguiente. Si vemos el caso reciente de Argentina notamos que se levantaron los controles de la noche a la mañana pero el cierre de la brecha fiscal ha sido progresivo al igual que la reducción del financiamiento monetario.

Si no se detiene el financiamiento monetario del déficit la inflación puede seguir acelerándose y ya es bastante preocupante.


Ese es un equilibrio con el que vas a tener que jugar y es muy delicado. Ese es el tipo de gradualidad que tenemos que debatir. ¿Quieres llevar la inflación a un dígito en un año y meter a la economía en una recesión más prolongada o toleras que llegue a un dígito en dos o tres años, si eso permite espacio de maniobra para estructurar un rebote de la economía? La película es muy compleja.

Actualmente en Venezuela hay problemas de oferta (empresas cerradas, atraso tecnológico, monopolios en algunas áreas). ¿Esto debería obligar a ver con cuidado el levantamiento rápido del control de precios?


Creo que en general el debate sobre la gradualidad es en torno a las condiciones macroeconómicas, pero el objetivo del levantamiento de los controles tiene que ser qué es lo que te sirve para restablecer las cadenas de abastecimiento que están rotas en su mayoría. Habría que ir sector por sector, con el más amplio de los diálogos, pero los controles habría que levantarlos relativamente rápido para restablecer el funcionamiento de las señales de mercado en la producción y en el sector externo con el tipo de cambio.

También puede pensarse que muchos precios ya han aumentado en el mercado negro y por tanto sólo ocurriría una corrección que ya se produjo en la práctica. ¿Qué opina?


Los mercados negros están dando una señal de cuál es el precio de equilibrio, pero con niveles de desabastecimiento agudo. Ese ajuste se dio parcialmente, pero hay que tener presente a una porción de la población que no está actuando a esos precios relativos, son las personas que dependen de las cadenas oficiales de abastecimiento para subsistir, que hacen cola porque su salario no les alcanza, a estas familias hay que atenderlas. Es vital estructurar una red de protección social que funcione.

Las reformas pasan por rescatar el sistema de precios, lo que a su vez necesita terminar con la escasez y un mercado sin restricciones para la compra de divisas a fin de que las empresas puedan importar lo que necesitan para producir y el comercio se abastezca. ¿Cómo hacer esto con unas reservas internacionales en un nivel bastante bajo? ¿No estamos obligados a buscar financiamiento internacional?


En este ámbito el debate ha estado en un falso dilema causado por ese miedo atávico a la crisis que produjo el ajuste de Carlos Andrés Pérez en 1989, al Fondo Monetario Internacional (FMI), al Caracazo. Es un punto que hay que enfrentarlo con pragmatismo. Hasta hace poco interactuaba de forma permanente con funcionarios de organismos multilaterales. Creo que el FMI no muerde, hace tres meses publicó un informe con una autocrítica brutal al Consenso de Washington, aceptando que se equivocaron al forzar ajustes abruptos. Dicho esto, no creo que sea un tema de únicamente acodar un programa con el FMI. Lo que debe estar en el centro es nuestro plan, un plan elaborado por los venezolanos. Hay mucho talento en el país para hacerlo.

Entendiendo que es necesaria la autonomía. El punto es: ¿Venezuela necesita financiamiento para hacer ese plan o puede hacerlo sin esa condición?


Necesita financiamiento.
Hay que armar un portafolio que incluya al FMI, organismos multilaterales, cooperación bilateral en menor medida, China, el sector petrolero, atraer inversión extranjera y repatriación de capitales. No le veo sentido a cerrar ninguna puerta. En la manera en que ha actuado Argentina hay lecciones útiles: lograron un plan de financiamiento con los mercados internacionales y el levantamiento del control de cambio incluyó diálogo con sectores productivos que se comprometieron a un programa de repatriación de capitales o inversión, mientras se les reconocía una tasa atractiva para sus exportaciones. Ese diálogo también hay que fomentarlo en Venezuela.

¿Ir al FMI no afectaría la gobernabilidad, darle una bandera al chavismo para que tome las calles contra cualquier intento de ajuste?


La gobernabilidad va a estar comprometida con el chavismo en la oposición hagas lo que hagas
, vayas al FMI o no vayas.

Un actor importante es la banca. ¿No se necesita un ajuste de las tasas de interés si se levanta el control de cambio? ¿Qué impacto tendría el encarecimiento del crédito en la recesión? ¿En la situación de las familias?


Allí como en el resto de la economía tiene que haber un ajuste progresivo. No tengo elementos, pero hay quienes sí tienen preocupación por este aspecto. Venimos de un largo período de represión financiera, con gavetas de crédito. Nadie sabe la calidad de los activos que tiene la banca, a quién le han prestado en cada sector. Ese es un tema muy delicado. Venezuela tiene que transitar el camino hacia la recuperación del sistema de precios y eso incluye los precios financieros que son las tasas de interés.

Otro aspecto es el legado de empresas públicas ineficientes que reportan pérdidas, con nóminas abultadas y que necesitan inversión. ¿La privatización es la única salida a este problema? ¿En qué áreas vería con agrado la privatización como parte de un plan de ajuste?


La privatización es parte de las opciones que tiene que manejar el sector público, pero hay muchas modalidades; por ejemplo, en Bolivia se habló de capitalización de empresas públicas, puede haber traspaso de control a dueños anteriores de las empresas estatizadas, esquemas de participación de los trabajadores a través de alianzas con el sector privado.

Entre los problemas que enfrentaron las economías comunistas en su tránsito al mercado destaca la ausencia de estadísticas confiables. ¿En Venezuela no hay riesgo de realizar un mal diagnóstico por esta causa?


Ciertamente. En los últimos años se ha aniquilado el sistema estadístico venezolano, como economista uno está navegando a ciegas con pocos instrumentos. Siempre se hace un diagnóstico basado en estimaciones y filtraciones pero la primera labor de un nuevo gobierno sería construir una película más certera de la situación. Esa fue la prioridad del gobierno de Macri en Argentina.

En distintos escritos se ha mostrado partidario de que el país adopte un tipo de cambio flexible. ¿Por qué plantea esta idea?


En Venezuela tenemos esa idea de que el tipo de cambio hay que aguantarlo porque se puede salir de control y generar inflación, pero si se logra estructurar una política monetaria distinta se rompe ese vínculo. Las ventajas de un tipo de cambio flexible superan las desventajas porque Venezuela es una economía sujeta a choques externos y tiene muy pocos mecanismos de ajustes. El tipo de cambio flexible absorbería parte de estos choques y produciría un cambio automático en los precios relativos. Esto le diría a la economía que hay actividades que se vuelven más rentables y eso facilita el ajuste interno de las inversiones, del capital, del trabajo.

¿El ancla pasaría a ser un Banco Central con objetivo de inflación?


Efectivamente, lo anterior se acompaña con un banco central independiente con un objetivo de inflación. Por supuesto, esto requiere innovación institucional, cambios notorios en el Banco Central de Venezuela, transparencia, información. Pero cuando se tiene un banco central creíble sus anuncios se transforman en el ancla de la inflación porque tiene los instrumentos y está dispuesto a actuar para lograr sus objetivos.

El estudio de los economistas Rupa Duttagupta, Gilda Fernández y Cem Karacadag señala que por lo general se necesitan cuatro ingredientes para una transición exitosa a un tipo de cambio flexible: un mercado de divisas desarrollado y líquido, una política coherente para regular la intervención del banco central en el mercado de divisas, un ancla nominal alternativa idónea para reemplazar el tipo de cambio fijo y sistemas eficaces para analizar y gestionar la exposición de los sectores públicos y privados al riesgo cambiario. ¿No estamos muy lejos de alcanzar estas condiciones?


Claro, eso va a tardar. Pero creo que es una posibilidad que vale la pena explorar. Venezuela necesita innovación en términos de política económica, tenemos que pensar en lo que le conviene a una economía con nuestras características y trabajar en esa dirección.

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