Oportunismo y continuidad: el desastre de la política española hacia Cuba
Exiliados, activistas y partidos valoran la reelección de Pedro Sánchez al frente del Gobierno español.
Dos semanas después de renovar su puesto al frente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez ha convertido la imprudencia en un nuevo pilar de la política exterior española: tildó de «ultraderechistas» a los líderes de Argentina, Países Bajos e Italia y abrió una grave brecha diplomática con Israel, al dudar en público del cumplimiento del derecho internacional humanitario en la zona de Gaza.
No faltan quienes defienden su «valentía al llamar las cosas por su nombre», aunque olvidan que es el mismo personaje negado a calificar a Cuba como una dictadura, siempre en nombre de la cordura diplomática.
La nueva legislatura de Sánchez preocupa especialmente a los exiliados cubanos por su oportunismo ideológico. A las peligrosas alianzas con partidos de orientación comunista, ya comprobadas en la legislatura anterior, se suma el retorcimiento del Estado de Derecho en favor de los separatistas.
Pesimismo generalizado
«Somos pesimistas. El Gobierno español no ha tenido en los últimos años una política hacia Cuba exigente en materia de derechos humanos y democracia, ya sea por las afinidades políticas de miembros de la coalición, algunos abiertamente aliados del régimen, como por la poca voluntad de los socialistas», asegura Yaxys Cires, director de Estrategia del Observatorio Cubano de Derechos Humanos.
Para Roberto Veiga, director del laboratorio de ideas Cuba Próxima, el ratificado ministro José Manuel Albares «debería procurar avanzar hacia un tipo de relación más beneficiosa entre las dos sociedades, que incluya la preocupación por los presos políticos, sus familiares y el inicio de la excarcelación de estos».
Veiga observa con preocupación que «los vínculos bilaterales se mantienen en cuidar el beneficio de las inversiones españolas en la Isla y en eventuales servicios y apoyos entre ciertas cúpulas y ciertas élites».
La activista Carolina Barrero cuestiona la «política continuista», con «un ministro de Derechos Sociales [Pablo Bustinduy], que acudió al funeral de Fidel Castro y dijo barbaridades».
«Pedro Sánchez y su partido siguen siendo aliados, cómplices, alcahuetes de la dictadura más antigua del hemisferio occidental, que tortura, mata, maltrata a más de mil presos políticos y oprime a sus ciudadanos. Si ellos no se han enterado, nosotros se los haremos saber», indica.
Por su parte, Elena Larrinaga, presidenta del Partido Demócrata Cristiano de Cuba, espera que en la nueva legislatura haya «una contundente posición en favor de los principios democráticos, y de rechazo firme al régimen cubano«.
«Es la única vía posible razonable y coherente para que el ejecutivo español demuestre su calidad democrática«, opina.
Casi en la misma línea se pronuncia Javier Larrondo, presidente de Prisoners Defender: «Albares es un diplomático pragmático, más que socialista o ideólogo. Aunque me consta que desearía la democracia en Cuba, no va a tomar partido por esta, salvo que la vea extremadamente viable y evidente, lo que no parece posible sin diplomacias que busquen activamente ese cambio y un pueblo que diga ‘basta'».
«Otro gallo cantaría si fuera una dictadura de derechas. Es una lástima, pues uno de los principales activos de España en su política exterior debería ser su modelo de transición pacífica hacia la democracia», recalca Cires.
Desde el grupo Acciones por la Democracia, Lázaro Mireles argumenta que la ratificación de Albares es «alarmante». Coloca el foco en que el ministro «jamás ha puesto condiciones para seguir con los proyectos de colaboración» con el régimen de La Habana. También apunta al problema de «las necesidades de refugio y protección internacional», un asunto en el que España desatiende la realidad de los cubanos que huyen.
Partido Popular: «Es un política de connivencia»
Previsiblemente, las iniciativas sobre Cuba en el Congreso recaerán solo en el Partido Popular y en VOX, dado que las izquierdas —castristas y no castristas— viven el sueño del diálogo eterno —y sin resultados. Pesadilla, en cubano coloquial. En tanto, las derechas nacionalistas de País Vasco, Cataluña y Canarias se apuntan permanentemente al apaciguamiento orientado por los socialistas.
«El presidente del Gobierno lleva una política hacia Cuba que rechazamos total y absolutamente. Es una política de connivencia. No podemos esperar mucho más de lo que ahora mismo hay. Además, la mitad del Gobierno es absolutamente pro [régimen de] Cuba«, denuncia Gabriel Mato, secretario de Asuntos Exteriores del PP (centroderecha), en declaraciones a DIARIO DE CUBA.
En respuesta a cuestiones sobre el futuro de las relaciones con La Habana, el Ministerio de Asuntos Exteriores no adelantó su posición oficial. Sin embargo, fuentes diplomáticas dijeron a este periódico que Albares tiene previsto comparecer en el Congreso, donde «desgranará las principales líneas de la política exterior».
Horas después de la ratificación del presidente, La Habana respiró con alivio en un mensaje del portal oficial CubaSí: «Reelecto Sánchez: Mejor que la ultraderecha para España». A pesar sus diferencias en temas como Rusia y Ucrania, en el Palacio de la Revolución duermen tranquilos con Pedro Sánchez en La Moncloa.