Oppenheimer: ¿Vientos de cambio en Venezuela?
Una entrevista con el líder opositor venezolano Henrique Capriles esta semana me dejó más esperanzado que en los últimos tiempos de que el presidente Nicolás Maduro no sea capaz de mantener indefinidamente su dictadura de facto.
Hasta hace unas semanas, el consenso en círculos diplomáticos era que Maduro estaba entroncado en el poder, y que sería muy dificil restaurar la democracia, por el control de Maduro de prácticamente todas las instituciones, la supresión de casi todos los poderes de la Asamblea Nacional controlada por la oposición, la represión militar y las divisiones en la oposición.
Sin embargo, la oposición ha recuperado su impulso. Una escalada de la presión diplomática internacional contra Maduro y las masivas manifestaciones provocadas por la decisión del régimen venezolano de restringir los últimos poderes que le quedaban a la Asamblea Nacional –que el gobierno tuvo que revertir bajo presión de la calle– han puesto al régimen venezolano a la defensiva. Dos jóvenes ya han muerto en las protestas, y hay cientos de heridos y detenidos.
Capriles, el gobernador del estado de Miranda y un ex candidato presidencial que perdió contra Maduro en una cuestionable elección en 2013, fue inhabilitado la semana pasada para postularse a cargos públicos durante 15 años.
Esto significa que Capriles –al igual que otros líderes opositores– no podría competir contra Maduro en las elecciones de 2018. La mayoría de ellos han sido inhabilitados bajo acusaciones falsas de “incitación a la violencia” o “irregularidades administrativas”.
“Como consecuencia de una multa de 10 dólares, se me impone una inhabilitación inconstitucional por 15 años”, me dijo Capriles. “Es algo inaceptable, porque el gobierno no puede decidir quién es su oposición o eligir a su adversario”.
Cuando le pregunté qué le hace pensar que, a diferencia de lo que ocurrió en ocasiones anteriores, esta vez las manifestaciones opositoras tendrán consecuencias políticas para Maduro, Capriles señaló: “Estamos viviendo en una etapa totalmente diferente de las anteriores”.
En primer lugar, el régimen se ha quitado los guantes y ya no puede pretender ser una democracia. Mientras que el fallecido presidente Hugo Chávez se ufanaba de convocar más elecciones que nadie, Maduro ahora está cancelando las elecciones, señaló.
El pueblo venezolano sabe que le han robado su victoria electoral de 2015, cuando ganó la mayoría de la Asamblea Nacional, y que el régimen entre otras cosas prohibió un referendo revocatorio para el cual la oposición había recogido las firmas requeridas por la Constitución, añadió.
En segundo lugar, el contexto internacional ha cambiado dramáticamente contra Maduro. La Organización de los Estados Americanos (OEA), con el apoyo de las principales democracias de la región, envió el 3 de abril un ultimátum al régimen de Maduro para que permita “la restauración total del orden democrático” o corra el riesgo de ser suspendido de la comunidad diplomática regional.
No sólo la OEA, sino también las Naciones Unidas y la Unión Europea se han pronunciado, y lo han hecho en un momento en que el régimen necesita más apoyo internacional que nunca, dijo Capriles.
“Si Maduro decide aislarse, creo que saca muy mal sus cuentas, porque aislarse significa acelerar su salida”, me dijo Capriles. “Hoy más que nunca el gobierno venezolano depende del mundo en el tema de financiamiento y de recursos”.
Tercero, la oposición venezolana no volverá a caer en la trampa de un diálogo fraudulento con Maduro, dijo. “No nos vamos a volver a dar con la misma piedra”, me dijo Capriles. Maduro ha demostrado una y otra vez que no está dispuesto a llevar a cabo un diálogo significativo, agregó.
En cuarto lugar, la oposición está más unida, dijo Capriles. “Casi que tendríamos que agradecerle a Maduro”, porque el “autogolpe” del gobierno contra la Asamblea Nacional y su creciente represión “han ayudado a dejar de lado cualquier diferencia que pudiera haber existido” entre los líderes opositores, dijo.
Mi opinión: Maduro se enfrenta a una tormenta perfecta por el desplome económico, la creciente presión internacional y la escalada de protestas en Venezuela. Si se mantiene la presión regional y los líderes de la oposición ponen de lado sus ambiciones personales y permanecen unidos, podríamos ver un giro político en Venezuela.
Esto sucede cuando los líderes se emborrachan, o mejor dicho, se drogan con el poder y piensan que pueden tensar la cuerda ad infinitum sin problemas, pero de repente, esta se rompe. Ahi es cuando, todavía bajo la infuencia, del alcohol o la droga, tratan de «pegar el viento» y se desploman sin que nadie los toque. El TSJ tiene ya mas de 15 meses acumulando desatinos y pensando que: «no pasa nada». Confundieron el silencio del asombro, con la aceptación tácita. Esto los condujo a escalar la apuesta y vino el nombramiento del vicepresidente. Figura altamente controversial y cuando fue declarado narcotraficante por el gobierno de los Estados Unidos, la estrategia fue atacar. Luego vino lo de la presidencia del TSJ y lo mismo. Otro personaje que por su pasado, ampliamente publicitado, con pelos y señales y la misma respuesta: silencio oficial. Nunca sospechó el sr. Maduro que el estallido, esta vez, lo dejaría como lo dejó, sin saber que hacer.
Por lo que se palpa, hemos emprendido un camino sin retorno hacia un futuro diferente al que tenía planificado Maduro