Oprah o el rumbo perdido del partido demócrata
Un demócrata podría caminar por una calle de cualquier ciudad liberal de la costa Oeste estadounidense, detenerse por un instante entre el ir y venir de la gente, perder la mirada y pensar: «¿Qué hicimos mal?». En las elecciones de 2016, los demócratas eligieron a la candidata favorita, con experiencia de Gobierno, capaz, moderada y dispuesta a hacer historia como la primera mujer en conquistar la Casa Blanca. Pero, ahora, al otro lado, en la acera republicana, las dos cámaras del Congreso están en manos de los republicanos y hay un populista deslenguado en la Casa Blanca. Y sin señales claras, por el momento, de que vaya a perder la reelección en 2020.
Más allá de que Hillary Clinton era una candidata con muchos problemas y que Donald Trump supo conectar su mensaje con el electorado clave, las elecciones dejaron al partido demócrata descolocado. A punto de que Trump cumpla un año en la Casa Blanca, su rumbo sigue perdido. Quizá ese ha sido el caldo de cultivo del último fenómeno político en EE.UU.: las especulaciones sobre una candidatura de Oprah Winfrey a las elecciones de 2020 como antídoto de Trump.
El asunto es un síntoma de los tiempos. En la era en la que el presidente de EE.UU. dicta la política exterior de la principal potencia mundial a golpe de tuit y los medios devoran los rumores sobre insultas y trifulcas dentro de la Casa Blanca como en la telerrealidad de baja calaña, un discurso es capaz de propulsar a una estrella televisiva hacia una candidatura presidencial. El de Oprah del pasado domingo por la noche en la gala de los Globo de Oro fue magnífico. Emotivo, ascendente, esperanzador. «Quiero que todas las chicas que están viendo esto sepan que un nuevo día está en el horizonte», proclamó ante la ovación en pie de Hollywood. Al mismo tiempo, las redes sociales hervían con etiquetas como #Oprahforpresident y #Oprah2020.
En el lugar y momento adecuado
«Fue un gran discurso, en el lugar adecuado y en el momento justo», explica a este periódico Robert Shapiro, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia. En primer lugar, «porque no hay candidatos claros a la presidencia en el partido demócrata», añade. «Normalmente, siempre se manejan los nombres de ex vicepresidentes. Pero Joe Biden renunció a hacerlo en las últimas elecciones y ahora parece demasiado mayor para el cargo» (cuando se celebren las presidenciales en noviembre de 2020 estará a punto de cumplir 78 años). La realidad es que el partido demócrata es un erial de candidatos ilusionantes y un discurso como el de Oprah enseña sus vergüenzas. Desde Barack Obama no se sentía una personalidad fuerte, electrizante, que galvanice a los demócratas como parece que lo ha hecho la presentadora y actriz. Lo sufrió en sus carnes la propia Hillary Clinton, una candidata a la que le costaba conectar. En la convención demócrata de 2016, el momento para propulsarla hacia la Casa Blanca, un gran discurso de Michelle Obama le robó el «show»: en lugar de hablar de cómo Hillary derrotaría a Trump, los demócratas miraban ilusionados a la entonces primera dama para presidir el país en 2020 o 2024.
Pancarta apoyando a Oprah Winfrey para presentarse a la presidencia en 2020, en un edificio de Los Ángeles-AFP
La inesperada derrota de Clinton dejó además al partido descabezado. La presidencia histórica de Obama se llevó todos los focos durante ocho años y Clinton era la sucesora irremediable con el apoyo total -y tramposo, como se demostró después- del partido por haber cedido el paso al primer presidente negro de EE.UU. tras caer en las primarias de 2008. Ha pasado una década sin que el partido alimentara candidatos presidenciables. Los senadores Corey Booker y Kamala Harris siempre están en las quinielas, pero su relevancia nacional es mínima. De vez en cuando surgen rumores novedosos, como el del alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti. Bernie Sanders tendrá 78 años en 2020 y parece demasiado inclinado a la izquierda, como le ocurre a otra senadora con ambiciones, Elizabeth Warren.
El discurso de Oprah ha llevado a muchos demócratas «a pensar seriamente si eso es lo que necesita el partido», explica Shapiro, «y de momento no está claro». La respuesta lógica a Trump sería un oponente en las antípodas: convencional, con experiencia y prestigio. Esto respondería a la lógica del péndulo en el que se mueven los votantes: como explica Bill Scher en «Politico»: cuando se cansan de un presidente buscan un sustituto con atributos contrarios. Del pío Jimmy Carter se pasó al exuberante Ronald Reagan; de un cuasi aristócrata como George H.W. Bush a Bill Clinton, un encantador de serpientes extraído de la clase media, al que sucedió otro Bush para devolver la dignidad a la Casa Blanca entre tanto escándalo de faldas. El último traspaso de poder fue de un líder cerebral y moderado como Obama a un estrambótico protagonista de programas de telerrealidad, volcánico e inestable.
La kriptonita del «trumpismo»
Otros sin embargo empiezan a considerar que Oprah podría ser la candidata perfecta, la kriptonita del ‘trumpismo’. Trump ha roto el juguete de la política como la conocíamos hasta ahora, se ha saltado todas las convenciones sobre cómo llegar a la Casa Blanca y cómo gobernar una vez en el Despacho Oval. Oprah podría ser la otra cara de la misma moneda: popular -incluso más que Trump-, triunfadora en los negocios -habiendo nacido pobre, al contrario que el presidente-, con capacidad de conectar con la gente y ‘outsider’ de la política, pero defensora férrea desde hace décadas de la agenda liberal. Ha recibido apoyos importantes en estos pocos días desde dentro y fuera de la política: desde el director Steven Spielberg que prefiere a Oprah «que a un político de carrera» al director de la campaña de la reelección de Obama en Iowa, un estado clave en las elecciones.
¿Tendría de verdad posibilidades? «Está claro que ella gusta a sectores muy amplios de la sociedad», asegura Shapiro. «Pero además tiene mucho tirón en la clase blanca deteriorada de estados como Wisconsin, Michigan o Pensilvania, que es donde Trump ganó las elecciones».
El revuelo formado por Oprah podría ser solo un lamento desesperado del electorado demócrata, al que le duele cada día ver a Trump en las noticias. Todavía es pronto -las elecciones legislativas de este otoño serán clave para medir la temperatura política del país- para saber si es una fiebre pasajera o una posibilidad real. Conviene recordar que bien entradas las primarias republicanas de 2016, muchos pensaban que la candidatura de Trump solo era un truco publicitario.