En los ochenta del siglo pasado, con el entrañable caraqueño Angel Vivas, escribimos un libro sobre Centroamérica. Por eso vimos cercano el ruinoso gobierno de los sandinistas presidido por Daniel Ortega.
De esos tiempos lúgubres recuerdo la desolación de Managua, Granada y otras capitales nicas, producto de la dictadura de los llamados nueve comandantes. Además, que el ministro policía con ínfulas de poeta, Tomás Borge, no quiso darme una entrevista en represalia por un artículo que sobre una declaración estólida suya, había publicado yo semanas antes.
Después en una delegación de parlamentarios y periodistas (Marcos López Inserny, Levi Benshimol y yo), enviada por la Fundación Arístides Calvani, pude observar in situ la airosa campaña contra el contumaz Ortega, de Violeta Chamorro, inolvidable heroína democrática.
Daniel Ortega, para desgracia de Nicaragua y Centroamérica, siempre bajo el comando del comunismo cubano, ha tiranizado el país del gran Darío, entre 1979-89 y 2006-2021. Lleva 25 años de abuso de poder y se “aseguró” otros 5, con el fraude electoral que acaba de perpetrar. ¡Qué parecidos los despotismos de Somoza y Ortega!
Para perpetuarse en el poder Ortega se ha valido de la traición de políticos como Arnoldo Alemán, de empresarios codiciosos suicidas, del maltrato a periodistas, estudiantes, campesinos, profesionales, la Iglesia católica, de una represión que lleva miles de muertos y desaparecidos y de la alianza con las dictaduras de Cuba, Rusia , China, Irán, Venezuela, Bolivia…
La OEA rechazó el descaro de la reciente elección nicaragüense, que para mantener el nepotismo de Ortega y su mujer Rosario Murillo, incluso llevó a la cárcel a los siete precandidatos democráticos que se le oponían.
El mundo sigue indolente frente a la tragedia nica. Ortega dice que sus opositores son “hijos de perra de los yanquis”. ¿De quién será hijo él?