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Ortiz: Venezuela, después del noviembre triste

        Ojalá me equivoque, pero las actuales elecciones de gobernadores y alcaldes para el 21 de noviembre próximo, solo servirán para que la narcodictadura castrochavista pueda fingir legitimidad.

Así, con la humildad de quien no pretende liderar nada, me atrevo a hacerles unas sugerencias a los líderes democráticos del país:

Debemos todos intentar un esfuerzo unitario de profunda reflexión y autocrítica, para enmendar errores y despejar el futuro.

Es necesario sacudirnos el ejercicio de la política como espectáculo mediático y digital y/o, como juegos de astucia. El narcisismo pantallero y el pragmatismo mañoso.

Convertirnos en políticos misioneros que salen a buscar el pueblo y convivir con él. No dirigirlo desde el confort de los espacios distantes. Actuar como enseñaron los padres fundadores de la democracia. Recuerdo a Teodoro Petkoff afirmando que “lo importante no es que la gente se inscriba en el partido, sino que el partido se inscriba en la gente”.

Discutir con los ciudadanos, en el territorio nacional y en la diáspora, un programa de reconstrucción y reconciliación de Venezuela. No limitarnos a que unos especialistas iluminados lancen proposiciones para la aceptación pasiva de la colectividad. Sino asegurarnos que el proyecto sea de una elaboración y debate masivos. Que sea hecho, asumido y defendido por la mayoría de los venezolanos.

Preservar la continuidad del gobierno legítimo de Juan Guaidó. Esa es una ventaja constitucional que, por cálculos suicidas, no podemos entregar irresponsablemente.

Tener en cuenta que la política es una actividad profesional para la cual hay que prepararse en lo teórico y en la práctica activista cotidiana. Que en la política las improvisaciones producen desgracias colectivas.

Y por fin, no olvidar que un político es un servidor público. Ya lo enseñó el Señor: “El de vosotros que quiera ser el primero, será siervo de todos” (Mateo  20.20-28).

 

 

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