Oswaldo Álvarez Paz / Desde el puente: Recuerdo imperecedero
El domingo se cumplieron los primeros doce meses de la muerte física de mi inolvidable hermano Fernando. Lo he dicho muchas veces, pero no me cansaré de repetirlo. No solo era mi hermano, sino que además siempre fue mi mejor amigo. Era un año y pocos meses mayor, pero vivimos muy unidos la primera etapa de nuestras vidas. Nuestras diferencias en el campo de la política nunca impidieron las enormes coincidencias existenciales que tuvimos. Compartíamos todo, menos el oficio que cada cual desarrollaba de acuerdo a las circunstancias. Los amigos comunes y nuestra pasión compartida por el béisbol mantuvieron siempre el toque de alegría que nunca nos faltó.
Estuve en el Zulia toda la semana pasada. Participé en unos cuantos eventos muy emocionantes en lo estrictamente personal, pero también muy nostálgicos por la ausencia de mi hermano. Estoy seguro de que hubiera disfrutado, por todo lo alto, los homenajes y honores recibidos en estos días de zulianidad intensa en escenarios muy variados.
Al mismo tiempo, mas allá de las misas por el primer aniversario de su prematuro fallecimiento, tenía tiempo sin visitar el interior del Estado Zulia. El fin de semana estuve en la Costa Oriental del Lago. La Alcaldía y las autoridades del Municipio Baralt organizaron un evento especial con motivo de la celebración de los 100 años de la muerte de Carlos Andrés Pérez y la proximidad de los 46 de la entrada en vigencia de Ley que permitió la nacionalización de la industria petrolera. La jornada se cumplió en el Cerro La Estrella, al lado del Zumaque, primer pozo petrolero de Venezuela. Además de recibir la Orden Rafael María Baralt en su primera clase, fui orador de orden.
Allá habíamos estado Carlos Andrés y yo en aquella histórica promulgación de una Ley que lleva las firmas del Presidente CAP, del presidente del Senado Gonzalo Barrios y la mía. Estuvieron presentes las más calificadas figuras de la industria e invitados especiales nacionales y extranjeros. Como comprenderán no tengo palabras para agradecer lo vivido a los organizadores y promotores del evento. En especial a la Comisión organizadora de las celebraciones del centenario de la muerte de CAP. Adecos en su gran mayoría, pero se habían integrado personalidades de todos los partidos e independientes de notable participación.
Sin que me quede nada por dentro, me sumé con entusiasmo y convicción a estas conmemoraciones. Merecidas para un hombre que con altas y bajas, como todo ser humano, lo dio todo por el país. Le entregó la vida entera y aún se pueden recoger frutos de lo fue su paso por la vida pública.
Para estar presente e intervenir en esta ocasión, recorrí buena parte de la Costa Oriental, incluidas Tía Juana, Cabimas, Lagunillas, La Rita y me quedó pendiente una próxima visita a Los Puertos de Altagracia, cuna de toda mi familia materna.