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Oswaldo Paez-Pumar: Ataque en la Universidad de Delaware

 

Después del inexcusable ataque en Minneapolis por parte de un policía a un ciudadano negro causándole la muerte, y poniendo al margen algunas absurdas manifestaciones de ira traducidas en el destrozo de estatuas y otros íconos que generaciones anteriores a la nuestra estimaron como dignos de ser recordados, pero que para algunos cretinos deben ser destruidas, como si con ello dejaran de ser lo que fueron y lo que es peor aún, dando prueba del cretinismo del que adolecen y de la propiedad con la cual he utilizado el término para referirme a ellos, aspiran o esperan que con su obra de destrucción puedan cambiar su presencia en la historia. Quizá, hasta más allá, porque cuando el cretinismo se apodera de alguien su capacidad de dañar no tiene límites, ya que siendo como es un mal del entendimiento, estiman que lo que hacen, o más bien lo que deshacen o destruyen, dejará de ser lo que fue.

 

¿Después de ese destrozo, que hasta pudiera explicarse como resultado de la actuación de hombres y mujeres que habiendo llegado cronológicamente a la edad de adultos, no han logrado pasar de la edad mental de adolescentes ni siquiera a la de jóvenes, menos aún por supuesto a la de adultos, su furia ha derivado hacia otros objetivos? No, de ninguna manera, no ha derivado hacia otros objetivos, sino hacia otros sujetos.

 

Antes de referirme al nuevo objetivo que son los nuevos sujetos, creo que debo denunciar para poder tratar de explicarle a mis lectores lo que mi limitado entendimiento vislumbra, presiente, estima o cualquiera otro sinónimo que dé una idea de lo que no tengo asido por mi entendimiento, una explicación cierta y precisa de lo que está ocurriendo. Ese entendimiento mío limitado ve en eso que se viene llamando “políticamente correcto”, la “causa causarum” como se diría en latín (y acaso hasta lo escribo mal “causa de las causas”) lo que me propongo denunciar.

El concepto de lo políticamente correcto no es otra cosa que la pretensión de conculcar la libertad de expresión para que cada ser humano no diga “lo que siente, escriba lo que piensa y cualesquiera que sean las consecuencias, lo autorice con su propia firma”. Es casi como decirle a toda la humanidad no digas eso que tú piensas porque suena mal. Qué forma tan sutil de conculcar la libertad de expresión. No se trata de prohibir en los medios, prensa, radio, televisión y las nuevas formas que se abren a quien quiera hacer uso de ellas, sino convencer a quien no se uniforma, que es mejor que se calle.

 

Y así está callada la sociedad americana, frente al destrozo de una estatua de Colón o de Fray Junípero Serra, porque aceptan que quienes se sintieron agredidos por el policía en Minneapolis tenían derecho a saciar su ira, sin límites; que destrozar es legítimo porque fueron heridos, incluso cuando se extiende a Colón y Fray Junípero, a quienes no pueden por estar muertos, imputárseles culpabilidad, cooperación ni ninguna otra de las formas coadyuvantes en el delito de homicidio del policía de Minneapolis. Tras de los objetos vinieron los sujetos. ¿Quiénes son los sujetos agredidos por la sociedad americana? No por la reacción de las víctimas, sino por un gran silencio no total pero sí general, los judíos. Si la sociedad americana no reacciona y vomita para recobrar su libertad, el concepto de lo “políticamente correcto” puede llegar a tener como presidente un Hitler contra el cual miles de jóvenes americanos rindieron su vida.

 

 

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