Religión

Oswaldo Páez-Pumar: Conectado al tema de la salida

 

No es una continuación de lo escrito en mis dos artículos anteriores, por eso no usé la expresión “continuará” que normalmente empleo cuando se trata de continuar el desarrollo de una idea. Esto es diferente pero tiene su vínculo con lo anterior.

En todas las civilizaciones que han precedido a la nuestra el componente político y el religioso han marchado en paralelo. Podemos decir que la autoridad de los gobernantes, sean reyes, emperadores, o faraones, llevaba implícita también la “auctoritas” religiosa. Eso caracterizó a las civilizaciones Egipcia, Andina, Sínica, Minoica, Maya y paremos de nombrar, que el propósito es muy otro.

La civilización occidental que se construye en Europa después de la caída del imperio Romano, cuando los vencedores pueblos bárbaros comenzaron a ser vencidos culturalmente por los civilizados pueblos derrotados, adquirió la condición de civilización judeo-cristiana; y aunque a ella se agregó el Islam, la caída del califato de Córdova y el descubrimiento de América terminarían excluyéndolo de Europa salvo en Turquía, aunque al sur del Mediterráneo en toda la costa de África mantuvieron su predominio.

El descubrimiento de América y de la redondez del mundo, la expansión europea al África subsahariana y a la recóndita Asia de la India y la China como resultado de los avances en la navegación y luego la revolución industrial, colocó a los aislados países musulmanes en una situación de retardo frente a la vecina Europa judeo-cristiana.  Pero los motores de combustión y la superioridad del petróleo sobre el carbón dieron a los países islámicos en el siglo XX un nuevo aliento para recuperar la posición de predominio perdida.

Pero así como los cristianos en la Europa judeo-cristiana se dividieron entre católicos y protestantes, los musulmanes también  se dividieron entre sunitas y chiitas; y sin pretender adentrarme en la inmensidad y profundidad de esa religión, me aventuro a decir que los primeros admiten compartir la vida con los “infieles”, mientras que los chiitas no parecen proclives a esa convivencia, que puede negársele inclusive a los sunitas. ¿Se vio algo así entre católicos y protestantes? ¿Se vio algo así entre calvinistas y luteranos? No me lo pregunten, pues no tengo interés en desenterrar viejos pleitos que no es el objeto de este pequeño artículo.

Este pequeño artículo apunta hacia la posibilidad del triunfo terrenal entre quienes ofrecen el paraíso en la tierra y quienes lo ofrecen después del tránsito por ella. Yo me inclino por el triunfo de quienes lo ofrecen después del tránsito, no solo por mi condición de creyente, sino porque la historia muestra un siglo de fracaso horripilante en Rusia que comenzó en 1917, al cual se une el resto de los experimentos, la Europa ocupada por la Unión Soviética al término de la II Guerra Mundial, pero sobre todo Cuba, a la cual copiamos, más bien la copia el “chavo-madurismo” sin percatarse que no se mantiene por sí sola bajo el castrismo, pero si se mantuvo antes del castrismo.

¿Hoy el triunfo parece inclinarse en contra de lo que escribo? No lo creo. El acercamiento del gobierno de Putin con el gobierno de Irán y el crecimiento de esa relación también del gobierno chino no está impulsada por visiones coincidentes en lo que es el mundo por construir.

Está impulsada en visiones coincidentes en lo que es el mundo “por destruir”; y ese mundo desde luego es nuestro mundo, nuestra civilización construida con aciertos y desaciertos, pero teniendo al hombre, al ser humano, como depositario de derechos inalienables, el primero de los cuales es la libertad, al que se une de manera indisoluble el de tratarnos como iguales y la comprensión de que la tarea de construir conduce a la solidaridad, que jamás puede enraizarse en la imposición. La civilización occidental, la judeo-cristiana, parece acercarse hacia un entendimiento con la versión sunita del islam, que terminaría por hacer de la “civilización occidental”  la “judeo-cristiana-islamista”, mientras que el acercamiento entre rusos, chinos e iraníes, parece movido por un “qué le puedo sacar a este otro para mis fines, en los cuales ellos no participan”.

 

 

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