Oswaldo Páez-Pumar: El señor es mi pastor
El último documento ¿declaración, pastoral, mensaje, homilía, sermón? de la Conferencia Episcopal Venezolana en torno a las elecciones convocadas para diciembre por un CNE ilegítimo, me ha provocado estupor.
El CNE que convoca a elecciones fue designado por un TSJ que usurpó las atribuciones dadas por la Constitución a la Asamblea Legislativa para nombrar a los miembros del CNE. Unos cuantos de los miembros del TSJ que usurpa esas funciones fueron designados de manera ilegal por la Asamblea Legislativa que en Diciembre de 2015 cesó en sus funciones. Por si esto no fuera suficiente, la designación de los nuevos magistrados del TSJ por la Asamblea que había cesado en sus funciones, se realizó obviando los procedimientos que la propia Constitución establece para la designación de los magistrados, porque desde luego los diputados a la Asamblea Legislativa no pueden nombrar como magistrados a quienes se les antoje. Lo del antojo, aunque no lo diga la Constitución, sigue siendo privilegio solo ejercible por las mujeres embarazadas.
La Conferencia Episcopal en sus actuaciones, integrada por seres humanos, está expuesta como toda obra humana a la posibilidad de acertar o errar; y los juicios sobre esas actuaciones (incluido lo que aquí escribo) pueden ser acertados o desacertados. No ampara a la Conferencia Episcopal el manto de infalibilidad Papal, que en algún tiempo fue tenido como absoluto y hoy está reducido a un campo muy limitado sobre lo cual no distraeré la atención de mis lectores.
El común de las ovejas, valga el uso del lenguaje evangélico, unas veces celebran y otras resienten lo que la Conferencia Episcopal expresa. No podía ser diferente en esta ocasión; y desde luego hay escritos de quienes manifiestan su rechazo a lo expresado por la Conferencia Episcopal, de quienes celebran lo dicho y hasta de quien se siente plenamente interpretado por sus pastores. Es desde luego un sentir que también proviene de interpretar lo dicho por la Conferencia Episcopal como un juicio crítico, pero aprobatorio de lo previamente expresado por él.
Se presenta ante todos nosotros la vía electoral como la única manera “pacífica” de enfrentar a este gobierno; y eso no es sino un modo de descalificar a quienes nos oponemos a participar en el sainete electoral que el gobierno proyecta. No es la primera vez, habiendo muchos otros que con un cierto dejo de ironía nos retan a empuñar las armas. Afortunadamente no ha ocurrido en esta ocasión. El uso de la fuerza es indispensable para imponer la justicia las más de las veces representada por el estado de derecho; y más indispensable aún para rescatar el estado de derecho, cuando el guardián del mismo (el gobierno) subvierte el estado de derecho para imponer su dictadura, que como en el caso presente en Venezuela alcanza la figura del totalitarismo, desde luego con algunas tolerancias que se exhiben como pruebas de la condición democrática de quienes detentan el poder.
El documento de la Conferencia Episcopal se nos quiere presentar ahora como un “no rotundo a la tentación golpista y a la invasión extranjera”. Es ciertamente una interpretación más de lo que dice el documento, pero no de lo que dice la historia que origina el documento, en la cual la “tentación golpista” pasó, como dirían los filósofos, de “potencia a acto” en dos oportunidades por la vía de las armas fracasando; y desde el poder mismo llevan 21 años, 6 meses y 13 días ejecutando un golpe de estado continuado, cuyo objetivo es eternizarse en el poder, por lo que celebro el documento de la Conferencia Episcopal si es un “no rotundo” no tanto a la tentación golpista, como al pecado de “haber caído en la tentación golpista”; y sobre todo un no rotundo a la “invasión extranjera”, no futura sino presente por el “embobamiento de Chávez por Castro” y por la condición de cubano del usurpador Maduro. Ante esa invasión vale recordar la Elegía Heroica de Bernardo López García cantándole al 2 de mayo, rebelión en España contra la invasión napoleónica “el niño bebe en el pecho/odio a muerte al invasor.”
Caracas, 15 de agosto de 2020