Apenas terminé de leer el artículo de Georg Eickhoff, doctor en historia, en donde analiza la proyectada reunión en México a donde deben “comparecer” desde luego los representantes del gobierno del usurpador Maduro y los representantes de la “oposición” que encarna “el encargado de la presidencia” Juan Guaidó, me animé a decir algo sobre el tema. Las comillas que he empleado pretenden decirle a quien me lea que Juan Guaidó no es “presidente encargado”, sino “encargado de la presidencia”, lo que se origina porque la presidencia real está vacante.
Nicolás Maduro es usurpador, porque conduce las funciones de un presidente como si lo fuera, no siéndolo. No me desviaré en el tema de que nunca lo fue porque es quizá un poco o demasiado “jurídico”, por lo que apenas le dedico tres líneas más. El usurpador compitió por la presidencia en abril del año 2013, sin separarse del cargo que ejercía como “vicepresidente encargado”, lo cual solo es posible para quien siendo presidente aspire a la reelección que la constitución aprobada en 1999 le permitía. No para un encargado de la presidencia.
Dejaré también de lado la “aparente reelección de Chávez Frías el año 2012” porque como es sabido la reforma de la Constitución de 1999 para que la reelección pudiera hacerse no una vez, sino indefinidamente, fue negada en el referéndum consultivo en el 2007 y no pudiéndose presentar nuevamente tal reforma en ese período, su candidatura era “ineligible”.
Resulta de estas dos pequeñas consideraciones que participar en unas “conversaciones” o “negociaciones” con quien es un simple usurpador como lo advierte Eickhoff no parece ser un camino adecuado. Pero el historiador va más allá y nos dice con otras palabras desde luego más finas “qué carajo hace ahí Noruega”. ¿No es suficiente haberle dado “el Óscar de la paz” al presidente Santos (de apellido contradictorio a sus quehaceres)?, -perdónenme lectores no fue un Óscar, sino un “Nobel”-.
Desde luego mi confusión con los premios y no lo digo para excusarme ante quienes me lean, se origina en que en esta comedia “de las equivocaciones” de lo que se trata es desde luego de representar un papel. Ahora la patria de Henrik Ibsen que dedicó todo cuanto escribió a que sus “representaciones” plasmaran las realidades escondidas, recónditas; pareciera encontrar en sus “personajes más notables” a quienes quieren representar papeles. Carajo, que no se dediquen a la política, que actúen en el teatro, tienen a su alcance “un enemigo del pueblo” o “casa de muñecas”. Esto es lo que me ha puesto en bandeja de plata Georg Eickhoff.
En esta convocatoria no podía faltar el presidente de Méjico (lo escribo con jota, para joder) a quien le resulta la figura del presidente Guaidó en el exilio, como “poco comprensible o algo parecido” ignorando (quizá más bien tapando) que Méjico reconoció por allá en 1936 al gobierno de la República Española en el exilio. Son cosas de afinidades ideológicas que nos quieren exhibir como “principios” de convivencia democrática.
Abordemos lo más importante que desde luego se refiere a lo que el encargado de la presidencia debe enfrentar. Si no asiste le dirán qué “carajo” pretende usted; y desde luego si asiste le dirán que está brindándole apoyo al usurpador. Está en un callejón sin salida. No lo creo. Le voy a repetir lo que escribí cuando fue nombrado “presidente encargado” y me pareció importante resaltar que tan solo era “encargado de la presidencia”, porque en ese momento definió los tres pasos para la recuperación de la democracia: 1) cese de la usurpación 2) gobierno de transición y 3) elecciones libres. De esta trilogía yo deduzco que el cese de la usurpación es el primer paso que no se origina en mesas de negociaciones promovidas por el usurpador. Las conversaciones para unas elecciones libres deben ser con el gobierno de transición, para lo cual es necesario el cese de la usurpación. Quizá la frase haya que decirla no solo en español, sino en noruego.