Oswaldo Páez-Pumar: Guardando el nombre
En un extraordinario poema de José Martí en donde define el tratamiento que se le debe dar al tirano, al error y a la mujer, que hice mío en mis tiempos de juventud y que concluía con una enseñanza, quizá más bien una admonición, donde nos llamaba a decir cuánto pudiéramos o quisiéramos del tirano y del error y nos advertía que “… de mujer sufre hasta mortal herida/pero no empañes tu vida/ hablando mal de mujer”, que me he sentido obligado a citar porque voy a hablar mal de mujer. Lo que narraré desde luego pudo haber sido dicho por un varón, en cuyo caso no habría restricciones, pero para este artículo hoy mantendré bajo reserva el nombre de la autora o actora como gesto de caballerosidad; y desde luego como señal de que las lecciones aprendidas se mantienen como guías de nuestra conducta.
El caso lo tomo de una información que nos da la periodista Sebastiana Barráez y que como es usual en su oficio de periodista destaca hechos que llaman su atención, porque su atención se dirige con persistente constancia a examinar la, por llamarla de algún modo, administración de justicia, particularmente la penal y más aún la penal militar, poniendo de relieve no solo la falsedad que la ha acompañado durante más de dos décadas, sino la farsa que envuelve a todo el proceso y de la que, por supuesto, no están excluidos los jueces llamados a administrarla.
El caso es que el reportaje contiene una serie de preguntas formuladas a una persona que aparece identificada por su rango, que es el de teniente; y por la labor a la cual se dedica que es la denominada “inteligencia”, que como los lectores habrán apreciado más de una vez, en el mundo militar se desdobla en dos funciones, que yo ciertamente no logro diferenciar a pesar de lo antitético de sus nombres “inteligencia y contrainteligencia militar”.
La pregunta que llamó mi atención, entre varias que figuran en el reportaje, fue la siguiente: “¿tiene instrucciones de investigar penalmente?” Tratándose de un reportaje que emana de una periodista tan acuciosa y tan ocupada de lo que ocurre en la jurisdicción militar y sus procesos, que yo aprecié, aunque pueda estar equivocado, como si la pregunta reclamara de la persona interrogada respuesta sobre si se le habían impartido instrucciones para realizar investigaciones relacionadas con un procedimiento en curso, vinculado desde luego con algún posible delito que se hubiera cometido, que pudiera implicar responsabilidad por autoría, coautoría, cooperación, o facilitación de medios de una u otra persona, sobre la cual se estaban realizando investigaciones.
Nada me resultaba extraño en esa pregunta hasta que leí la respuesta: “Si, en la Escuela Militar obtuve formación de investigación penal y cuando llegué a la Dirección de Contra Inteligencia Militar se nos capacita”.
¿Por qué la extrañeza? Porque, díganme ustedes lectores si estoy equivocado o no, la pregunta “¿tiene instrucciones de investigar penalmente?” no está referida ni puede estarlo al hecho de haber o no recibido “instrucciones” que más bien sería “educación” sobre el modo de conducir la investigación, que es a lo que da respuesta la teniente, cuando la pregunta se refiere a “instrucciones”, estas si “instrucciones de verdad” de lo que hay que hacer, para conducir una investigación relacionada con la comisión de un delito, por lo que esa respuesta de la teniente me induce a pensar que en su formación se le dio menos importancia a la parte de inteligencia y quizá demasiada a la de “contra-inteligencia”. Desde luego no lo puedo afirmar porque el mundo de la “contra inteligencia militar” no está a nuestro alcance.
Caracas, 19 de agosto de 2022