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Oswaldo Páez-Pumar: La carga de la prueba

 

La frase es tan manida por quienes ejercen la abogacía y también por quienes estudian derecho, incluso para aquellos que se están iniciando en los estudios, que resulta “casi” innecesario explicar qué significa, cuáles son sus alcances en las cotidianas relaciones entre personas naturales o jurídicas, desde la más pequeña asociación a los más grandes imperios.

El desarrollo de esas relaciones reclaman además de la buena fe en el cumplimiento de lo acordado tener establecido, para cuando se produce el incumplimiento, a quién le corresponde presentar las evidencias de lo actuado, o de lo no actuado que ha provocado el incumplimiento y determina, como consecuencia, la responsabilidad de uno u otro y, desde luego, la obligación de reparar los daños causados.

En la confrontación entre Rusia y Ucrania debemos distinguir entre el antes y el después de la invasión. En el después no hay dudas de que todos los daños y por lo tanto la reparación de los mismos corresponde a Rusia que desde luego es el invasor; y que sólo podría encontrar justificación no en la pretensión de “independizarse” o declararse autónomas dos provincias del Estado ucraniano, sino en el alegato de que la aspiración de Ucrania a incorporarse a la OTAN tiene como finalidad atentar contra la seguridad de Rusia, porque tal incorporación compromete su seguridad. Esta desde luego es una prueba difícil de establecer porque se trata simplemente de establecer como algo cierto hoy, lo que no puede ser sino una conjetura, una visión de lo que ocurrirá mañana, si hoy Ucrania se incorpora a la OTAN.

Esta circunstancia nos coloca forzosamente frente a la necesidad  de denunciar que la única prueba presentada por el señor Putin para “pretender justificar su agresión” es la confesión de su propio miedo, con su alegato de que incorporada Ucrania a la OTAN el paso que se seguiría sería atentar contra Rusia; con lo cual ha venido a quedar demostrado que el interés de Ucrania por incorporarse a la OTAN es “el justo temor” de ser invadido por Rusia, justo temor que no necesita ser probado por Ucrania porque Rusia le ha aportado la más significativa de las pruebas que el derecho, la ciencia jurídica conoce, y que se llama “confesión”, de allí que un viejo aforismo jurídico exprese que “a confesión de parte, relevo de pruebas”. Es decir que no hace falta ninguna otra prueba para comprobar lo que “ocurriría mañana” si hoy Ucrania se incorpora a la OTAN. Ya ocurrió, fue invadida, sin existir la incorporación, y desde luego el alegato es “para impedirla”, que no está movido sino por el miedo de lo que pueda ser.

¿Por qué será así? No lo puedo saber, pero lo conjeturo. Putin jamás será un estadista. Seguirá siendo lo que siempre fue: un policía encargado de aplastar cualquier movimiento contra el poder totalitario ejercido en un Estado cualquiera. Y finalmente me pregunto por qué. Es la condición de esos policías que son “perros de presa”. Llámese KGB, Stasi o Gestapo. Sea su nombre Putin o Javert, como en “Los Miserables” de Víctor Hugo.

 

 

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