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Oswaldo Páez-Pumar: Lo que dicen los soldados

 

Leo lo que dicen los soldados sin que me cause sorpresa: “Yo no voy a ir a Apure para que me maten.” El proceso de desintegración va creciendo día a día. Desde luego todo soldado que va a un combate tiene el riesgo de perder la vida, pero en nuestro caso nuestros soldados conocieron a las fuerzas que ahora deben combatir como “compañeros de ruta”, que es el término con el cual yo me familiaricé siendo muy  joven a la caída de Pérez Jiménez, usado para identificar a quienes sin ser del partido hacían causa con los comunistas

La separación de los dos grupos guerrilleros de Colombia, la FARC y el ELN, aunque existía de tiempo atrás no era tan fuerte hace 15 años, al punto que le permitió a Chávez Frías definir nuestra frontera al oeste con las FARC sin herir susceptibilidades en el ELN. El proceso de negociación de los “acuerdos de paz” que se llevó a cabo en Cuba, como reconocimiento a la “imparcialidad” del régimen castrista ante el legítimo gobierno de Colombia y la subversión guerrillera, no condujo a la entrega del poder a la guerrilla, sino al otorgamiento del premio Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos.

Imagino que la división de las FARC, que desde luego precedió a los “acuerdos de paz”, debió acentuarse con otros acuerdos que dieron a ciertos personajes curules, status y privilegios de los cuales no disfrutan los ciudadanos de a pie, y que por lo tanto solo pueden ser explicados como recompensas por el “abandono de la lucha armada”, que por no haber tenido como consecuencia la asunción del poder que hoy ejerce Duque, significó la inutilidad de los “acuerdos de paz” de La Habana y el regreso de las FARC a la lucha armada, lo que llaman la división de las FARC y su competencia con el ELN que nunca la abandonó.

No tengo claro si los “capos” del cartel de Sinaloa quieren ejercer la presidencia en México o se conforman con el respeto por parte del gobierno a su negocio y por esa misma razón, mi falta de claridad, sospecho que tanto el ELN como la “disidencia” de las FARC pueden aspirar a un statu quo similar, desde luego sin negar que la ambición de poder lleva a quienes no lo ejercen sin límites a querer alcanzar ese poder omnímodo que acompañó a Atila o a Tamerlán en el pasado; y que en el siglo XX encontraron en Hitler, Stalin, Mao y Castro la personificación del deseo de poder absoluto.

Lo que si tengo claro es que los soldados venezolanos que se resisten a ir al estado Apure por miedo a que los maten, no creo que estén dispuestos a ir Colombia a combatir en una guerra contra el hermano país, como lo proclamó el teniente Cabello, porque el miedo desaparecería de su espíritu, que es allí donde se aloja y no en el cuerpo. También tengo claro que si el ELN y la disidencia de las FARC están asentadas en el territorio venezolano y se disputan el control de ese “noble comercio” que representa la droga, es porque se pueden dar el lujo de competir y combatir entre ellas sin el acoso de nuestras fuerzas armadas, lo que quizá no les sería posible en el territorio de Colombia.

Y la única explicación que yo encuentro para esa permanencia y esa preferencia del territorio venezolano al colombiano, aunque desde luego pudiera estar equivocado, cosa que no creo, es que de ese negocio algo sacan algunos venezolanos por el hecho da darles libertad de movimiento en nuestro suelo, lo que ha venido a “perturbar” esos disidentes de las FARC.

 

Caracas, 8 de mayo de 2021

 

 

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