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Oswaldo Páez-Pumar: Orto

 

Es la salida del sol que da vida a todo cuanto hay sobre la tierra. Es la luz, y en el mensaje bíblico, la separación de ésta de las tinieblas. ¿Es más que todo eso? ¿Acaso puede ser más? Desde luego es lo recto, es lo correcto, es el derecho y todas las palabras que a partir de orto se construyen como ortografía, ortofonía y desde luego ortodoxia, que apuntan a lo que está bien hecho, a lo que es conforme consigo mismo.

El idioma emplea en muchos casos para expresar la antítesis de una idea en lugar de otra palabra, como en el caso de “derecha” e “izquierda”, o “torcido” y “recto”; un mecanismo más sencillo, se le antepone a la idea de que se trata la partícula “a” o la partícula “ab”. La primera se emplea normalmente cuando la idea de que se trata comienza por consonante, tal como acabamos de escribir “normalmente” su antítesis es “anormalmente”; pero cuando la palabra de que se trata comienza por vocal la partícula privativa “a” se transforma °normalmente° en “ab”, y es así como lo contrario de “usar” es “abusar” y no “ausar”.

He querido exponer en forma sencilla, por la vía de un ejemplo, una de las tantas reglas de nuestro lenguaje para poder facilitar la mutua comprensión, porque sin ellas se hace cada vez más difícil el entendimiento en la vida social, sobre todo cuando el lenguaje que ha sido siempre el modo de hablar de un pueblo, se lo quiere transformar imponiéndole a un pueblo “el modo como debe hablar”.

Ofreciendo disculpas por la digresión retomo la idea que me he propuesto exponer y que como seguramente intuirán quienes me lean tiene relación con lo expresado en los dos primeros párrafos. De un lado está la luz, lo correcto o lo bien hecho; y en el otro, el modo como se expresa la antítesis del orto. Es el “AB-ORTO”.

Me ha llegado información procedente de Italia sobre un gran debate en relación con la calificación del “aborto como un derecho humano”, que ha concluido con una votación que favorece la calificación de la interrupción de la vida del concebido como “derecho humano” de la embarazada. Y yo me pregunto, cómo habrían votado quienes dan su apoyo a esa calificación si la votación hubiese tenido lugar, digamos a modo de ejemplo hace 50 años cuando estaban solamente concebidos y en el vientre materno a la espera de ser alumbrados (que es el orto) o a la espera de la votación que en estado de indefensión los condenaba a “nunca haber existido”.

De tiempo más que remoto, incorporada en casi (digo casi por no haberme dado a la tarea de verificarlas una por una) todas las legislaciones de los países que forman parte de lo que se ha dado en llamar la civilización occidental, por algunos la civilización judeo-cristiana, figura la regla según la cual “el feto se tendrá por nacido cuando se trate de su bien”, lo que implica darle tratamiento de persona y considerar la frustración de su alumbramiento ilícita, porque desde luego si el aborto es considerado un derecho humano, no lo puede ser la preservación de la vida del concebido porque se produciría una tremenda contradicción. Más contradictorio aún es que cuando la humanidad discute la “necesidad” de abolir la pena de muerte, incluso para el caso de asesinos reincidentes, esa misma “¿humanidad?” mira complacida la frustración de la vida de quienes están incapacitados para defenderse, ni siquiera gritando. Desde luego, en esta materia no hay término medio. O el derecho a la existencia del concebido es un derecho, o el derecho al aborto lo es. Ambos no pueden coexistir en tiempo y lugar por la contradicción que representan. Ahora me pregunto yo y les pregunto a quienes me lean. ¿Si el aborto es un derecho natural, como se le califica, su realización es simple privilegio de la embarazada o el Estado dirá cuándo sí y cuándo no?

Caracas, 26 de junio de 2021

 

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