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Oswaldo Páez-Pumar: “Petro y los petros”

 

Por ocupaciones preferentes, que era la frase usual en los expedientes judiciales para que un algo que debía resolverse hoy se pospusiera para mañana, lo que les vengo no a decir, sino a escribir, ya fue adelantado por un amigo de hace más de 70 años, Alfredo Maldonado, en sus “Crónicas  Burguesas”, advirtiendo que el triunfo de Petro en las elecciones en Colombia no significa el triunfo de la guerrilla, ni mucho menos la instalación de un cuarto gobierno que se uniría a la trilogía de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Con singular acierto Alfredo Maldonado invoca a quienes en la década de los sesenta del siglo pasado vieron en la lucha guerrillera contra los gobiernos de Betancourt, Leoni y Caldera el camino para entronizar su concepción política enterrando el régimen democrático instaurado a la caída de Pérez Jiménez, para copiar o emular la dictadura impuesta por Castro, que dura hasta hoy. No creo necesario repetir sus nombres ya fueron mencionados por Alfredo, pero sí repetir lo que él destaca que fue su incorporación a la lucha política civil, que puede ofrecerle a Petro el camino a seguir, olvidando su vinculación con la guerrilla colombiana (las varias guerrillas), con el narcotráfico y con un proyecto que en los años 60 pudo ser atractivo, aún en los 70 y hasta los 80 cuando llegó “el período especial” al derrumbarse la Unión Soviética.

Hoy el castrismo, que representan Díaz-Canel, Ortega y Maduro tiene expuesto su fracaso para quien lo quiera ver por lo que estimo que Petro buscará otro camino, porque desde luego una cosa es prometer el paraíso para acceder al poder y otra muy distinta conducir el país al infierno, enceguecido por un canto de sirena en el cual el motor que lo mueve es el haber identificado como la causa de nuestra pobreza la riqueza del vecino.

Esa identificación de nuestros males con el esplendor del vecino tiene una definición en el mundo religioso y se llama envidia. La hubo entre asirios y caldeos, persas y griegos, griegos y romanos y éstos con los cartagineses, musulmanes con cristianos y luego los españoles con los ingleses; y un largo etcétera que en el siglo XX después de concluida la segunda guerra mundial se convirtió en  “guerra fría” en la cual la U.R.S.S. descubrió que la batalla con los Estados Unidos estaba perdida y que la única forma de ganarla era convencer a la llamada América Latina, al África y al Asia que la culpa de nuestros males era el esplendor de los americanos.

La oferta de un sistema que le daría “según sus necesidades” colapsó y antes de colapsar ya había sido abandonado por los chinos, al proclamar que lo importante no era que el gato fuera blanco o negro sino que cazara ratones; y pareciera que esa enseñanza tiene mucho más fuerza que la promesa del paraíso en la tierra por lo que es posible esperar de Petro, que los petros ofertados por Maduro no llamen su atención, sobre todo cuando el colapso del bolívar, del bolívar fuerte y del bolívar soberano no fueron capaces de abrirle espacio al petro, sino al dólar.

Que Chávez y su segundón Maduro, que Ortega y Evo o el recién llegado Pedro Castillo no hayan asimilado la figura del gato y la caza de ratones, no significa que Petro obviamente con una visión mucho más amplia que los otros nombrados, deba necesariamente seguir sus pasos. Mi amigo puso el ejemplo de Petkoff, de Américo Martín y yo le puedo agregar el de Pompeyo Márquez. Si voy más allá tengo que decir que por sus frutos los conoceréis. Petro tiene un dilema que resolver. No pudo acceder al poder como guerrillero. Ahora accedió por los votos. ¿Querrá enterrar el sistema que le abrió las puertas? Esa tarea no es lo fácil que resultó en Venezuela.

 

 

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