Oswaldo Páez-Pumar: Pidiéndole ayuda a mis lectores
Por favor, que no haya angustia, no se trata de ayuda económica, algo pude preservar para mí otoño y el de mi esposa y mis hijos, que tampoco necesitan ya de mí, se procuran su propio sustento. La ayuda es porque no logro definir cómo debe regir la mayoría, sin que su mando signifique que aquellos que conforman minorías, serán de alguna manera sometidos a esa voz que se impone sobre ellos, sin que no haya otra razón para ese imperio que el hecho de que son más, y que la mayoría siempre tiene la razón.
Mi padre, siendo yo todavía muy joven, me entusiasmó hacia la lectura de Henrik Ibsen. Después de haber devorado muchos de sus dramas hubo tantas ideas que me pedían que las tomara para mí, que cerré el libro. Quedó abierto “Un enemigo del pueblo” que anidó en mi ánimo. Como es natural, mi contacto no se limitó a sus obras de teatro, sino a sus ideas y nada mejor para asimilar sus mensajes originados en sus frases célebres. La que más me impactó fue “La mayoría no tiene razón nunca…la minoría siempre tiene razón.”
¿Acaso se trataba de la negación de lo que inspiró a la Revolución Francesa y unos años antes a la Revolución de la Independencia de los Estados Unidos? No lo creo, porque me parece que hablaban de dos cosas diferentes. Una es la señal de un camino a ser transitado y otra muy distinta la imposición de ese camino para que lo transitemos.
Si la mayoría señala un camino, jamás podrá imponer ese camino a la fuerza a quienes disentimos, porque esa imposición hiere de manera directa lo que es el significado de que la soberanía reside en el pueblo.
El pueblo desde luego es una unidad, un ente, no muchos más, ni por supuesto muchos menos, de donde se concluye que la mayoría no es la depositaria de la soberanía, como tampoco desde luego lo sería la minoría.
Cuando nuestra constitución y tantas otras que tuvimos antes y por supuesto las que muchos otros países se han dado, definieron que la soberanía reside en el pueblo, jamás osaron decir que la soberanía reside en una mayoría, que por supuesto siempre es transitoria de donde colijo que no le faltaba razón al noruego cuando señalaba que “la minoría siempre tiene razón”.
Nuestra constitución establece que la soberanía reside en el pueblo, no es una novedad de la aprobada en 1999, todas las anteriores recogían el mismo concepto, pero nunca se debatió si el grupo llegado al poder que asumía la representación del pueblo, vale decir del “todo”, incluso habiendo sido escogidos por una elección, podía asumir la representación que la mayoría les otorgaba, pero no la de los disidentes, ¿o es que acaso la condición de minoría los excluye de su participación en la conformación de la soberanía?
Desde luego el camino de mis ideas para construir soluciones, salidas y fórmulas para construir una manera de respetar que la soberanía reside en el pueblo y no en la mayoría, como tiempo atrás aventuró a decir Ibsen, cuando señaló que “la minoría siempre tiene la razón”, no la encuentro en esa fórmula, que desde luego no es jurídica, pero sí un inmenso grito para denunciar que es una falacia decir que la mayoría siempre tiene la razón. Desde luego que sustentar la tesis de atribuir a la minoría la razón es tan absurda como atribuírsela a la mayoría, por lo que la solución reclama el respeto de cada ciudadano. Por eso tengo claro que esa soberanía que corresponde al pueblo, no a la mayoría, no es otra cosa sino la delegación que cada uno de nosotros hace basado en este otra institución del derecho que es el mandato, para que el mandatario (palabra que no significa el que manda, sino el encargado de hacer el mandado), cumpla con lo que el pueblo quiere que haga y no lo que el mandón pretende estar autorizado para hacer lo que quiera.